En marzo de este año, cuando se nombró a la primer Fiscal Jefe Anticorrupción de México, pocos habrían apostado a que en solo ocho meses ya tendría 680 casos bajo investigación. Su trayectoria inicial es aún más impresionante teniendo en cuenta los desafíos que enfrenta.
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Luz Mijangos Borja llevó a su puesto un historial de servicio académico y público sobresaliente. Tiene un doctorado en economía y derecho de la Universidad Complutense de Madrid y fue becaria Fulbright para estudios posdoctorales en la Facultad de Derecho de Yale. Ocupó varios cargos clave en el gobierno antes de su nombramiento el 11 de marzo como la primera Fiscal Jefe Anticorrupción de México.
Estos son tres de los principales desafíos que ha enfrentado en su nuevo cargo:
Primero, la transición de la antigua Oficina del Fiscal General a la nueva Oficina del Fiscal General. Esto ocurrió en diciembre de 2018 y transformó la Oficina del Fiscal General en una entidad fiscal autónoma, la nueva Oficina del Fiscal Jefe. Lo que puede parecer un cambio de nombre y acrónimo, realmente implica una revisión completa de la fiscalía más importante del país.
Dicha reinvención requirió una profunda redefinición de áreas, responsabilidades y misión, para lograr la difícil tarea de lograr legitimidad y eficacia en un país con un alto índice de impunidad. El cambio también es significativo dado que tanto el primer fiscal jefe del país como el primer fiscal jefe anticorrupción especializado fueron nombrados en enero y marzo de 2019, respectivamente, por un período de nueve años en el cargo, un mandato nunca antes visto para los fiscales.
Las enmiendas al Código Penal Federal agrupadas en la sección denominada ‘Delitos derivados de situaciones corruptas’ entraron en vigencia con el nombramiento del nuevo Fiscal Jefe Anticorrupción, clasificando como delitos los actos de soborno, intimidación, ejercicio abusivo de autoridad, tráfico de influencias, malversación de fondos públicos fondos y enriquecimiento ilícito.
Segundo, la creación de la oficina del primer Fiscal Jefe Anticorrupción. Esta oficina, posiblemente una de las más importantes en la administración de un presidente que ha prometido hacer de la lucha contra la corrupción su prioridad, comenzó desde cero.
No solo tuvo que contratar nuevos profesionales expertos para el desafío, sino también capacitarlos en el trabajo y comenzar a desarrollar capacidades institucionales para cumplir la misión. Dichas capacidades incluyen no solo el derecho penal y la aplicación, sino también el conocimiento del cumplimiento y las habilidades requeridas para investigar y procesar a las empresas.
Debido a que la responsabilidad legal corporativa se implementó solo en 2014, la mentalidad de los ex funcionarios federales se centró en la responsabilidad penal de los funcionarios públicos corruptos y no en las empresas involucradas en la corrupción.
En tercer lugar, el país todavía está enfrentando un cambio importante en el sistema procesal penal. En 2015, el sistema de procedimientos penales del país pasó de un proceso principalmente escrito a un procedimiento oral con «criterios de oportunidad» para beneficiar a los colaboradores, e incluye nuevos mecanismos alternativos de resolución y procedimientos abreviados. Este cambio continúa siendo aprendido y digerido en todo el país por profesionales y ejecutores. Esto se suma significativamente a los desafíos ya descritos.
Los efectos de las 680 investigaciones hasta la fecha bajo la supervisión de la nueva Oficina del Fiscal General continuarán haciendo estragos y se sumarán a los casos de enjuiciamiento de alto perfil que ya se hicieron públicos, como los relacionados con Odebrecht, el ex CEO de PEMEX y el Presidente de AHMSA – El mayor productor integrado de acero de México.
Es justo decir que 2020 será un año crucial en las investigaciones penales corporativas de México y la aplicación de delitos relacionados con la corrupción, un año en el que muchos ojos se centrarán en el primer Fiscal Jefe Anticorrupción.