El Fondo Monetario Internacional (FMI) se ha otorgado de manera justificada altas calificaciones en la implementación del marco anticorrupción que adoptó hace dos años. En una revisión interna publicada la semana pasada, el FMI celebra el progreso real.
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Pero el informe y el blog que lo acompaña no comprenden completamente el desafío fundamental de convertir este progreso en una reforma efectiva , especialmente cuando se trata de gobiernos poco dispuestos.
Por su propia cuenta , la antigua política del Fondo significaba que el personal a menudo evitaba por completo el problema de la corrupción, o lo expresaba en eufemismos, incluso en países donde contribuía a los problemas que los programas de préstamos buscaban abordar. La lucha contra la corrupción se consideraba opcional, algo que el personal podía ignorar cortésmente cuando era políticamente sensible o aceptar cuando las circunstancias estaban maduras, como cuando los cambios en el poder político crearon presión para demostrar el cambio.
Un programa en Ucrania, a menudo anunciado como uno de los logros anticorrupción más orgullosos del FMI, es emblemático de este enfoque: se implementó después de que un nuevo gobierno llegó al poder luego de una revolución que exigía el fin de la corrupción de élite.
El nuevo enfoque del FMI enmarca la corrupción como un problema económico que el personal debe evaluar, discutir y abordar sistemáticamente si está distorsionando la economía. Es un gran experimento en la capacidad de llevar a cabo una reforma anticorrupción incluso en ausencia de la voluntad política de un gobierno.
Imponer reformas es difícil y puede ser problemático; Si bien es necesario en el contexto de la corrupción, puede ser especialmente desafiante ya que los funcionarios encargados de implementar reformas pueden beneficiarse de los sistemas corruptos. La propensión a que la corrupción endémica vaya de la mano con la represión política dificulta que el público ejerza la presión necesaria para otorgar legitimidad a las reformas y responsabilizar a los funcionarios por su implementación creíble.
El FMI ha aumentado drásticamente sus análisis, debates y condiciones en profundidad relacionados con la gobernanza en sus informes y préstamos, mejoras que Human Rights Watch , Transparencia Internacional y otros también han reconocido. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que estas acciones por sí solas no son suficientes para reformar de manera efectiva a los gobiernos reacios.
Para que el FMI tenga éxito a largo plazo, necesita una estrategia para garantizar que los compromisos en papel se traduzcan en acciones reales.
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Dos elementos son críticos: verificar sistemáticamente la implementación plena y precisa de los compromisos de gobernanza y transparencia; y protegiendo y fortaleciendo activamente la capacidad del público para monitorear a su gobierno y responsabilizarlo por la administración de los fondos públicos.
El FMI debería estar orgulloso de su progreso, pero aún queda mucho por hacer antes de declarar la victoria.