El documental «Érase una vez en Venezuela, Congo Mirador» revela cómo en ese país la corrupción y la compra de votos «se vuelve cultura y se vuelve un valor» que supone además «una muestra de fuerza y de liderazgo», según su directora, Anabel Rodríguez Ríos.
AntilavadoDeDinero / EFE
«Para mí no es extraño en el venezolano, somos caribeños y está en la cultura, pero estos años se ha exacerbado todo producto del mismo sistema, que ha empezado a controlarlo todo, como la adquisición de divisas, y eso automáticamente crea un mercado negro que nos hace a todos criminales», ha afirmado Rodríguez Ríos en una entrevista con Efe.
La directora, que presenta este viernes su largometraje en la sección oficial de documentales del Festival de Cine en Español de Málaga, considera que éste es «uno de los legados de estos tiempos» en Venezuela, «que la corrupción se ha vuelto un rasgo aceptado e incluso un valor».
Y el escenario es Congo Mirador, un pequeño pueblo sobre las aguas del lago Maracaibo, cerca de los mayores yacimientos petrolíferos del país, que conoció cuando grababa un documental anterior.
«Se nos acercaron unos muchachitos en unos botes que ellos construyen con los barriles de gasolina que ya no usan los pescadores. Tienen una infancia corta, porque trabajan rápidamente, y hacen sus juguetes a partir de la basura».
Le impactó la «paradoja» de la «pobreza extrema» de este pueblo cercano a las plataformas petrolíferas y su potencia «icónica» como una «pequeña Venecia», porque «la razón por la que se funda Venezuela con ese nombre es por esa imagen».
Ahora ese lugar se está «sedimentando por el cambio climático y la gente está desesperada esperando la ayuda del gobierno, porque la única solución es un dragado con unas máquinas enormes», explica.
En esta historia hay dos contrapesos, que son Tamara, líder chavista del pueblo, que hace cualquier cosa por conseguir cada voto, y Natalie, la única maestra, que expresa su oposición al discurso dominante.
«Natalie no es una gran líder, pero representa para mí a gran cantidad de venezolanos que se fueron reprimiendo porque se les fueron limitando las opciones de trabajar. Con Chávez proliferaron las listas de personas que no apoyaban las acciones gubernamentales», apunta Rodríguez Ríos.
La directora espera poder mostrar el documental en su país, donde, «como en Cuba, hay grietas» en las que quiere entrar «para que sea un estímulo y acompañe los espacios de diálogo que inviten a los ciudadanos en los tiempos previos a las elecciones que quiere lanzar Maduro en diciembre».
«Es fundamental que se vea el documental, y más que chocar, lo que quiero es penetrar», asegura Rodríguez Ríos, que subraya que busca «no alimentar la radicalización», sino hacer «un espacio común».
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Todo ello en la antesala de unas elecciones «en las que la gran mayoría no tiene fe, porque otras han sido fraudulentas», y muchos venezolanos se preguntan «si vale la pena ir a votar o si vale la pena hacer una acción ciudadana, en medio de una gran desesperanza y de una ocupación en el sobrevivir diario».