Las fotografías que aparecieron en la prensa costarricense eran de Salvatore Ponzo y la infiltración de la mafia italiana en Costa Rica, exportador de frutas italiano y con una barba cuidadosamente recortada y una sonrisa amable, camisetas polo y gorra de béisbol con el logo de su empresa estampado.
Antilavadodedinero / Insightcrime
Muy distinto al enigmático Salvatore Ponzo de las fotografías de los medios italianos, que mira amenazador a la cámara, vestido con su chaqueta de cuero o camisetas ajustadas. Pero es la última fotografía, de mayo de 2018, la que cuenta la historia completa: Salvatore Ponzo muerto en el suelo en medio de un charco de sangre frente a la embajada italiana en San José.
En un inicio, los medios informaron sobre el “joven empresario” asesinado por razones desconocidas. Pero pronto la versión comenzó a cambiar. Ponzo se convirtió en el “sospechoso narcotraficante” y corrieron rumores sobre un negocio con cocaína que había salido mal.
En enero de 2020, vino la confirmación. Un tribunal italiano condenó al padre y aliado comercial de Ponzo por usar su empresa de frutas en Costa Rica para traficar cocaína a Europa. El homicidio, creían los investigadores, era una venganza por un cargamento perdido que los socios comerciales de Ponzo sospechaban que aquel había robado.
La muerte de Ponzo ocupó titulares en ambos continentes. Pero mientras en Costa Rica es raro el homicidio de un narcotraficante europeo, sí es común la situación. Ponzo fue apenas uno de una larga sucesión de italianos que llegaron a Latinoamérica a montar operaciones de tráfico. Y en años recientes, Costa Rica se ha convertido en un territorio clave en el tráfico transatlántico de cocaína que los tienta a remontar eslabones en la cadena de distribución de la cocaína.
Costa Rica ha sido por largo tiempo un eslabón en la cadena de suministro de cocaína, pero durante muchos años se limitó a proveer servicios logísticos y de transporte para los traficantes que transportaban la cocaína en dirección norte, hacia Estados Unidos. En la última década, sin embargo, los traficantes, en busca de nuevas rutas de tráfico para abastecer el boyante mercado europeo, convirtieron el puerto de Limón, de donde zarpan los barcos de contenedores del país, en uno de los puntos de despacho más importantes de la región.
Era un paso lógico. Costa Rica se encuentra cerca de la principal fuente de cocaína del mundo: Colombia. Limón tiene transitadas rutas de barcos de contenedores hacia Europa, que exportan los productos perecederos que los traficantes prefieren por la dificultad de inspeccionarlos sin arruinar el cargamento. Y el país no tenía ni la experiencia ni los recursos para combatir el narcotráfico transnacional a gran escala.
Fuentes de inteligencia y de seguridad en Costa Rica indican que quienes lideraron la incursión en Costa Rica fueron en su mayoría traficantes colombianos, y son quienes organizan hoy en día la mayoría de dichas exportaciones. Sin embargo, los traficantes europeos, entre ellos las redes de la mafia italiana que controlan buena parte del tráfico de cocaína en el Viejo Continente, tampoco tardaron en olfatear la oportunidad.
Al comienzo, estos traficantes optaron por un método que ha tenido mucha acogida con la mafia italiana: el uso de empresas exportadoras fachada.
“Estos ‘empresarios’ tienen compañías fantasmas dedicadas a la exportación de productos naturales, como frutas y flores hacia Europa y Estados Unidos, y las usan como fachada para sembrar la cocaína entre exportaciones legales”, señaló Manuel Jiménez, fiscal de Limón.
En la mayoría de los casos, los italianos y sus proveedores colombianos contratan redes locales de envío para organizar los cargamentos. En el caso de que los compradores aparezcan, también se presentan como empresarios legales.
“Vienen aquí y se hacen pasar por importadores y entonces verifican todo el proceso; es muy fácil de hacer”, agregó Jiménez.
El primer caso de ese tipo que involucró a la mafia italiana se conoció en 2014, cuando varios operativos multinacionales de la policía desmontaron una red de tráfico en la que traficantes cubanos usaron testaferros costarricenses para crear una firma exportadora. Los cubanos enviaban cocaína oculta en sus cargamentos de apariencia legal hacia Estados Unidos y Europa para la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa que es el mayor actor del tráfico de cocaína en Europa, según el Proyecto de Cubrimiento Periodístico sobre Corrupción y Crimen Organizado (OCCRP).
Sin embargo, cuando el tráfico entre Costa Rica y Europa tomó fuerza, los italianos se contaron entre los empresarios europeos que vinieron a Costa Rica e hicieron extrañas inversiones, según comentó Esteban Chavarría, jefe de la unidad antinarcóticos de la Fiscalía costarricense.
“Vienen al país haciéndose pasar por inversionistas, vienen con capital extranjero, y hacen pagos por medio de cuentas bancarias internacionales”, comentó.
Esa inversión extranjera, agregó, llama menos la atención que el uso de testaferros locales, cuyo enriquecimiento repentino genera sospechas.
“Estos europeos crean una estructura de negocios legal, por ejemplo, pueden comprar una firma que esté al borde de la quiebra. Luego de un momento a otro se van y dejan a alguien de confianza en el país, que puede ser un extranjero o un costarricense, trabajando por un tiempo, de manera que posteriormente puedan usar la empresa para la exportación [de cocaína]”, relató.
Las firmas exportadoras no son la única infraestructura de tráfico que ha puesto la mafia italiana en Costa Rica ni son las únicas inversiones que han hecho.
En julio de 2020, la Interpol capturó al prófugo narcotraficante de ‘Ndrangheta Franco D’Agapiti, quien figuraba como copropietario de un resort con hotel de lujo y casino en el destino turístico de Jacó, sobre el Pacífico. Según la Interpol, supuestamente se encontraban en Costa Rica “para facilitar el ingreso de cocaína a Italia, usando su red internacional y su hotel para ofrecer soporte logístico a los visitantes del clan (‘Ndranghetisti)”.
Aunque esas inversiones por lo general quedan bien escondidas, InSight Crime rastreó tres negocios más, además de varios vehículos de narcos italianos sospechosos y convictos que se encontraban estacionados en Costa Rica.
Los investigadores también han detectado jefes de la mafia que usan a Costa Rica como refugio. Entre ellos se encontraba uno de los capos mafiosos más notorios de los últimos tiempos, el jefe de la Camorra Antoine Lovine, quien tiene cinco registros de ingresos y salidas del país, y en una ocasión se quedó hasta ocho meses, según el Diario Extra.
De acuerdo con Chavarría, algunos de esos actores también usan el país para lavar dinero mediante la compra de propiedades.
“Ellos son los dueños de estas propiedades, pero sus nombres no aparecen en los registros”, dijo. “Sabemos que estos europeos, que son los dueños de los cargamentos de drogas y hacen parte de estas estructuras criminales, vienen y usan estas propiedades aun cuando no aparezcan como dueños”.
Salvatore Ponzo, sin embargo, era distinto. Se escondía a plena vista, poniendo su cara al frente de su empresa. Asistía a ferias de negocios. Él y sus socios comerciales daban entrevistas a los medios de comunicación.
A comienzos de 2015, Ponzo comenzó a visitar fincas de frutas y plantas empacadoras en Costa Rica, según la página de Facebook de su empresa Tierra Nuestra Latina. Su objetivo declarado era “obtener la mejor Fruta Dorada”, para que “el mundo entero puediera disfrutar este producto”. Sin embargo, su verdadero objetivo era capitalizar el corredor costarricense de la cocaína que estaba empezando a tomar fuerza, y llevar al mundo un producto muy distinto.
Ponzo y sus socios también crearon una empresa hermana en Barcelona, y fingían que enviaban frutas a clientes de Italia, Inglaterra, Países Bajos, Alemania, España, Bélgica, Rusia, China, Costa Rica, Colombia, Ecuador, Ucrania y Argentina. Una vez cada unos cuantos meses aproximadamente, sin embargo, sus cargamentos llevaban cocaína.
Las informaciones en los medios italianos documentan cómo los fiscales descubrieron que la empresa de Ponzo era una fachada para la operación de tráfico de cocaína montada por su padre, el gángster Mauricio Ponzo. Ponzo padre había hecho circular la información entre el hampa italiana de que no solo tenía los contactos en Colombia que le proveían múltiples toneladas de cocaína, sino que también podía transportarla por sí mismo a Europa.
Entre sus compradores había un par de hermanos calabreses que habían montado una extensa red en Milán, al norte de Italia. Desafortunadamente para los Ponzo, en 2017, aquella red llamó la atención de la policía local. La vigilancia llevó a arrestos, que llevaron a la policía a subir en la cadena de suministro, y los guió hasta Costa Rica y a la familia Ponzo.
Entre octubre de 2017 y marzo de 2018, los investigadores rastrearon cuatro cargamentos, cada uno de los cuales contenía más de 100 kg de cocaína oculta entre envíos de piñas, según una investigación del Milano Post. El siguiente cargamento, con 215 kg de cocaína, la policía lo detuvo, retiró la cocaína y le permitió seguir su ruta. Y luego quedaron en atenta espera.
Lo que oyeron, según informó el Milano Post, fueron recriminaciones y sospechas. Las grabaciones de interceptaciones muestran que los Ponzo sospechaban de un agente de aduanas corrupto o de un engaño de los colombianos.
Pero parece que los socios comerciales de los Ponzo sospecharon de Salvatore. El 23 de mayo, dos sicarios se detuvieron en una motocicleta azul de alto cilindraje cuando Salvatore Ponzo salía de la embajada. Hicieron seis disparos que dejaron a Ponzo muerto y a su novia gravemente herida.
Los métodos usados por Ponzo ahora están cayendo en desuso en Costa Rica. Fuentes de seguridad e inteligencia en ese país describen cómo después de varios casos similares, todos en la región de San Carlos, donde se encontraba la sede de la firma de Ponzo, las fuerzas locales de seguridad aprendieron cómo perfilar a las exportadoras, buscando movimientos sospechosos de capital, patrones de exportación y uso de testaferros. Los traficantes respondieron apoyándose aún más en la técnica de gancho ciego, que consiste en abrir los contenedores listos y embarcados para meter la cocaína y luego poner sellos de aduana falsos.
Pero en Costa Rica, la ventana de oportunidad para el tráfico de bajo riesgo del que los narcos gozan con frecuencia después de ensayar nuevas rutas puede estar cerrándose. Una serie de enormes decomisos a comienzos de 2020 sugiere que los ganchos ciegos también pueden estar haciéndose más difíciles.
Sin embargo, la ruta costarricense está abierta y es poco probable que se cierre pronto. Y mientras la producción de cocaína en Latinoamérica y el consumo en Europa sigan en aumento, siempre habrá nuevas oportunidades de tráfico para criminales europeos emprendedores que quieran aventurarse aguas arriba de la cadena de distribución de cocaína, y no hay nadie más emprendedor que la mafia italiana.