Los ministros de Exteriores de los Veintisiete han aprobado a nivel político nuevas sanciones contra Rusia por el encarcelamiento del líder opositor Alexei Navalni.
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Moscú no lo habría tenido muy difícil para esquivar nuevas sanciones por parte de la Unión Europea. De haber utilizado otro lenguaje, otras formas y otra actitud durante la visita de Josep Borrell, Alto Representante de la Unión para Política de Exterior y de Seguridad, de no haberlo ridiculizado durante una rueda de prensa, y haber expulsado a tres diplomáticos europeos en plena visita, seguramente el Kremlin podría haber retrasado las sanciones. Porque hay mucha división entre los Estados miembros respecto a cómo lidiar con Rusia. Pero lo cierto fue que la visita de Borrell fue un fracaso y que las provocaciones de Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores, continuaron durante días, lo que ha acabado por hacer parecer inevitables las sanciones.
Así que cuando este lunes los ministros de Asuntos Exteriores se han reunido presencialmente en Bruselas Borrell ha señalado al inicio del encuentro que era necesario actuar con “determinación” y “unidad” ante el Kremlin. Los Veintisiete han aprobado después aplicar nuevas sanciones contra Rusia, aunque todavía será necesario concretarlas en las próximas semanas, un trabajo que comenzará ahora. Las sanciones se impondrán en el marco de la nueva ley llamada “Ley Magnitsky” europea sobre derechos humanos.
Las sanciones son prácticamente decorativas, un intento de la Unión de responder a las provocaciones rusas y a la situación del líder opositor ruso Alexei Navalni, que fue detenido a su regreso a Rusia desde Alemania, donde se había estado recuperando de un intento de asesinato por envenenamiento. Pero el hecho de que haya sanciones es una muestra de lo difusas que son, ya que es necesaria la unanimidad: hay pocos temas en los que los Veintisiete tengan una idea calcada en lo que se refiere a política exterior, y desde luego Rusia no es una de ellas. Incluso con el viaje de Borrell todavía fresco en la memoria, no estaba claro que todos los Estados miembros fueran capaces de ponerse de acuerdo para poner sanciones sobre la mesa. El círculo cercano de Navalni pedía que las sanciones se dirigieran hacia los oligarcas, pieza clave para el mantenimiento del poder del presidente ruso Vladimir Putin.
La discusión y la decisión se deben leer en el contexto de un debate más amplio sobre qué actitud debe tomar la Unión Europea ante Rusia, teniendo en cuenta el rechazo de Moscú a reiniciar las relaciones cambiando su actitud en su vecindario y con la oposición. Los lazos se encuentran hoy en su punto más bajo desde hace mucho tiempo, y no hay perspectiva de que la situación vaya a mejorar.
Los líderes europeos debatirán las relación con Rusia en el mes de marzo, y precisamente todas estas decisiones se enmarcan en ese contexto. Es un debate complicado, porque con Rusia hay muchos elementos a tener en cuenta. Se trata de un peligro para los Estados miembros del este, pero también un socio económico muy necesario para muchos otros países de la Unión Europea. Uno de los ejemplos más sonado es el de Alemania, que coordina sus críticas a Moscú con mantener la construcción de gasoducto Nord Stream 2 que conectará Rusia directamente con el norte de Alemania, lo que es visto como un peligro por los países del este que se ven ahora más expuestos al gigante ruso.
Ese equilibrio es siempre complicado, pero los detractores a alejarse de Moscú señalan que la geografía es inapelable, y que no existe la opción de dejar de tener algún tipo de relación con Rusia o hacer como que no existe. Por eso se sigue hablando de cooperación. Mucho menos ambiciosa y limitada a únicamente algunos campos, pero cooperación al fin y al cabo.
“El tener un desacuerdo con un vecino no significa que haya que volar todos los puentes”, ha explicado este lunes Arancha González Laya, ministra de Exteriores española. “Seguimos dispuestos y tendemos la mano a que haya un espacio de cooperación”, ha añadido, al mismo tiempo que admite que “la relación entre la UE y Rusia se ha deteriorado” aunque eso no se traduce en que España y los Veintisiete no estén dispuestos a cooperar con el Kremlin “allí donde haya un espacio para hacerlo”.
La reunión marca un cierto punto de inflexión. Es el primer encuentro que se celebra con la nueva administración de Joe Biden ya bien instalada en la Casa Blanca, y probablemente muestra las primeras señas de una reaproximación entre las posiciones europeas y americanas respecto a algunos debates clave. Dos de ellos son Rusia y la situación en Hong Kong, aunque la actitud europea respecto a China dista mucho de la americana e incluso del tipo de relación que se tiene hoy por hoy con Moscú, ya que se considera que la tendencia china, si bien lenta, es más positiva que la rusa. No es casualidad, de hecho, que el nuevo secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, haya participado por primera vez en una reunión de ministros de Exteriores de la Unión Europea.