A las puertas del inicio de la maratón electoral en Alemania, al partido de Merkel le acaba de estallar dos escándalos de corrupción en la cara. Se trata de dos diputados que supuestamente cobraron jugosas comisiones —cerca de un millón de euros en total— por recomendar mascarillas de ciertos productores ante distintas administraciones durante la escasez del comienzo de la pandemia. La Fiscalía ha abierto sendas investigaciones y los dos parlamentarios han dimitido, pero el daño ya parece estar hecho. En los próximos meses, se van a celebrar seis comicios regionales, además de las generales del 26 de septiembre. Las primeras urnas llegan este domingo.
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El primer caso en destaparse fue el de Georg Nüsslein, un peso pesado de la Unión Socialcristiana (CSU), la hermana bávara de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Angela Merkel. Diputado desde hace 18 años y vicepresidente del grupo parlamentario conservador (CDU/CSU), Nüsslein está siendo investigado por la Fiscalía de Múnich por los presuntos delitos de cohecho y fraude fiscal. Según el semanario ‘Der Spiegel’, que destapó el escándalo, el parlamentario contactó con dos ministerios federales y con el Departamento de Sanidad de su estado federado, Baviera, para presionar en favor de las mascarillas de una empresa de Hesse. Posteriormente, la compañía obtuvo un contrato por millones de euros. Algunas de esas mascarillas fueron a parar a la policía federal, que depende de Interior (controlado por la CSU). Por esta mediación, agrega la publicación, el político se embolsó 660.000 euros. La policía ha registrado 13 inmuebles en Alemania y Liechtenstein para incautarse de pruebas. El dinero acabó en un paraíso fiscal del Caribe, según la Fiscalía.
Apenas una semana después, surgió el caso de Nikolas Löbel, un parlamentario de 34 años y con su primera legislatura aún por concluir. Según la Fiscalía de Mannheim, que le ha abierto diligencias esta semana, está también siendo investigado por cohecho, al haber cobrado una comisión de 250.000 euros por haber mediado en favor de varias empresas de su estado federado natal, Baden-Württemberg, para que se adjudicaran un contrato público para la compra de mascarillas. «Es el precio de mercado», afirmó Löbel a ‘Der Spiegel’ tras reconocer lo que se había embolsado por el cabildeo.
La suma de los escándalos de corrupción —en un país poco habituado a este tipo de titulares—, la urgencia nacional por la pandemia y la proximidad de las elecciones han creado una combinación explosiva. Las críticas no se han hecho esperar. Todos los demás partidos del arco parlamentario, de sus socios del Partido Socialdemócrata (SPD) en el Gobierno federal al ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), han cargado contra el bloque conservador, primero en los sondeos nacionales desde hace casi dos décadas. «Es una conducta miserable», aseguró el secretario general del SPD, Lars Klingbeil.
Fuego amigo
Las mayores invectivas, sin embargo, han llegado de las propias filas de los investigados. «Quien se enriquece personalmente no es un representante del pueblo y debe abandonar el Parlamento lo más rápido posible», aseguró en declaraciones a la televisión pública ARD el presidente de la CDU, Armin Laschet. El presidente de Baviera y de la CSU, Markus Söder, señaló que lo «correcto y coherente» para los dos parlamentarios era «limpiar su mesa». Con el dinero obtenido, lo mejor sería donarlo, agregó.
La presión interna ha sido tal que los dos diputados, que se estaban resistiendo a abandonar sus cargos, han acabado dimitiendo de todas sus responsabilidades. Nüsslein creyó que con anunciar que iba a dejar la política bastaría. Löbel abandonó en un principio el grupo parlamentario conservador y trató de conservar el escaño como independiente hasta el final de la legislatura (porque en Alemania el escaño pertenece al elegido en la circunscripción, no al partido). Algunos, como el diario ‘Bild’, han apuntado que en parte esto se debía a que cobran unos 10.000 euros mensuales. Pero los dos en cuestión de días se han visto forzados a cortar de manera inmediata cualquier amarra con sus partidos y los cargos públicos a los que habían llegado a través de sus formaciones.
Los conservadores saben que hay mucho en juego. Alemania está a punto de sumergirse en lo que los expertos denominan el ‘superaño electoral’, que arranca este marzo con las elecciones en los estados federados de Baden-Württemberg y Renania-Palatinado. Y en ninguno de estos territorios las perspectivas son positivas para los conservadores. Pese a ser la formación dominante a nivel nacional, ambos ‘Länder’ se les resisten desde hace años. Los sondeos de distintas casas en el último mes y medio apuntan a que los verdes revalidarán su primer puesto en Baden-Württemberg, con entre el 31% y el 35%, y que los socialdemócratas defenderán su feudo en Renania-Palatinado, con entre el 30% y el 33%. Los conservadores quedarían segundos en ambos casos, y con tasas de apoyo similares a las de las elecciones previas. No obstante, ni siquiera tendrían asegurado el puesto de socio minoritario en las coaliciones de gobierno que deberán formarse en los dos territorios.
A continuación, vienen otras cuatro elecciones regionales. Algunas de ellas son auténticos campos minados que pueden perjudicar las perspectivas conservadoras de cara a las generales del 26 de septiembre. Las más importantes son las de la ciudad-estado de Berlín, donde la CDU lidera los sondeos, pero podría verse de nuevo fuera del Ejecutivo regional si el tripartito de izquierdas (SPD, los verdes y la Izquierda) logra reeditar su actual mayoría. En Mecklemburgo-Antepomerania podría verse forzada a repetir como socio minoritario en una gran coalición con los socialdemócratas, y en Sajonia-Anhalt, a formar otra incómoda entente con socialdemócratas y verdes. Turingia es caso aparte, una manzana envenenada. La CDU lidera allí los sondeos, pero el recuerdo de su ruptura temporal del cordón sanitario a la ultraderecha en ese ‘Land’ el año pasado sigue pesando mucho.
Elecciones generales: la meta final
La situación a nivel federal es mejor para los conservadores, pero no exenta de riesgos. Según las encuestas realizadas en febrero y marzo, la CDU/CSU obtendría entre el 30% y el 37% de los votos, claramente por delante de los Verdes (17-20%), el SPD (15-17%), AfD (9-11,5%), los liberales (7-10,5%) y la Izquierda (7-9%). Pero su tendencia a la baja es evidente en las últimas seis semanas, de lo que se aprovechan principalmente los liberales. Además, el medio año restante hasta las generales puede seguir dando disgustos al primer partido del Gobierno central, cuestionado ya por la gestión de la pandemia. Del fiasco de la campaña de vacunación —que avanza a duras penas— a los problemas para extender el uso de los test rápidos —con repetidas promesas incumplidas—, pasando por las dificultades para reabrir una economía en coma inducido por las ayudas tras tres meses de fuertes restricciones.