Tiempo de las reconfiguraciones políticas entre EE.UU., OEA y Centroamérica

Centroamérica se encuentra en un momento de impasse. La salida de Donald Trump de la Casa Blanca y la crisis provocada por la pandemia estarían abriendo la puerta a la reconfiguración –o al menos matización– de algunas subordinaciones geopolíticas.

Antilavadodedinero / La Haine

En particular llama la atención cómo a la pertinazmente rebelde Nicaragua se le ha sumado El Salvador de Nayib Bukele. Las relaciones norteamericanas con Honduras tampoco pasan por su mejor momento desde que el presidente Juan Orlando Hernández fuera vinculado con el narcotráfico por un fiscal de Nueva York. Frente a este escenario, Biden pareciera querer lanzar una avanzada diplomática para reequilibrar la región centroamericana.

Entre tanto, el tristemente célebre Luis Almagro, cada vez más cuestionado en su dirección de la OEA, no duda en cargar contra los países díscolos centroamericanos debilitando aún más el escaso capital político de su mandato.

1. Relaciones de El Salvador y EEUU

Desde la llegada de Biden a la Casa Blanca las relaciones entre El Salvador y EEUU se han caracterizado por sus tensiones. En un viaje improvisado del 3 al 6 de febrero a Washington, Bukele no fue recibido por ningún alto mando del Gobierno estadounidense. Esta frialdad subió de tono tras la destitución de los magistrados de la Corte de lo Constitucional y el Fiscal General, lo que provocó la condena de la vicepresidenta Kamala Harris y del secretario de Estado, Antony Blinken. Ambos recalcaron que el fortalecimiento de los sistemas democráticos es clave para la administración Biden [siempre que no se hable de las dictaduras del Golfo, de Turquía, de Ucrania, etc.].

La OEA emitió un comunicado el 2 de mayo en el que alertó sobre el deterioro del sistema democrático salvadoreño y a la vez declaró que los trabajos de la CICIES [Comisión Internacional contra la Impunidad en El Salvador, invento de la OEA que funcionó tan bien en Guatemala que luego lo descafeinaron en El Salvador], especialmente las investigaciones en el marco de la lucha contra la corrupción, “deben continuar y ser profundizadas”. Unos días después, Almagro elevó el tono al declarar que El Salvador podría enrumbarse en el camino de Venezuela, Cuba, Nicaragua y Bolivia.

En esa misma coyuntura, el recientemente nombrado enviado especial del imperio para el Triángulo Norte, Ricardo Zúñiga, fue a El Salvador para dialogar con el régimen y la sociedad civil sobre el fortalecimiento de la gobernanza democrática y el respeto a los DDHH. Zúñiga fue recibido por el Congreso de mayoría oficialista pero no por el presidente Bukele.

Por otro lado, el Gobierno estadounidense publicó una lista de personas consideradas corruptas [sin incluir las de EEUU, faltaría más] entre las que se encuentran funcionarios del régimen de Bukele. En esa lista incluyó a Carolina Recinos, jefa del Gabinete de Bukele y también a otros actores del FMLN y GANA [partido que apoya al régimen].

También la USAID [organismo norteamericano que financia ONGs pro EEUU en todo el continente] reaccionó a las destituciones y anunció el redireccionamiento de su financiamiento: dejará de financiar a la Policía Nacional Civil y al Instituto de Acceso a Información Pública y ahora sus recursos serán para “promover transparencia, combatir corrupción, monitorear los DDHH en asociación con organizaciones civiles”; política acorde a la administración Biden.

No obstante, en la lógica del palo y la zanahoria, Kamala Harris informó que esperan entregar 310 millones adicionales a la ayuda a Centroamérica. Fondos que se suman a los 861 millones que fueron solicitados para el año fiscal de 2022, de los 4 mil millones propuestos por Biden para desarrollo, seguridad y migración.

2. Relaciones de Nicaragua y EEUU

El 14 de junio los senadores Marco Rubio y Bob Menéndez instaron al secretario de Estado Antony Blinken a sumar “herramientas diplomáticas” a la Ley Bipartidista de Reforzamiento de la Adherencia de Nicaragua a Condiciones para la Reforma Electoral (RENACRE), una ley diseñada para enfrentar al Gobierno nicaragüense. El llamado de los congresistas se suma a las recientes sanciones por parte del Departamento del Tesoro contra funcionarios del Gobierno. Como en otras ocasiones, EEUU hace uso del soft power y como había anunciado, hará uso del multilateralismo para “coordinar un rechazo más fuerte” en contra de Nicaragua que en noviembre celebrará elecciones.

Además de esta política, distintas administraciones de EEUU han tratado de crear condiciones para un cambio de gobierno en Nicaragua. Para lograrlo, durante la última década han dedicado hasta 76 millones de dólares (el equivalente al 0,6 % del PIB del pequeño país) para programas de fortalecimiento de liderazgo , capacitación en periodismo digital, fortalecimiento institucional y promoción de desarrollo económico y social, entre otros, con el objetivo de fortalecer la oposición [derechista] al Gobierno sandinista para, reforzar a los medios de comunicación e impulsar la guerra mediática y formar conciencia antigubernamental en sectores vulnerables de la sociedad, con énfasis en la Costa Caribe, catalogada como un área priorizada.

Por su lado, la OEA aprobó este 15 de junio una resolución contra Nicaragua para “condenar inequívocamente el arresto, acoso y restricciones arbitrarias impuestas a los precandidatos presidenciales, a los partidos políticos y a los medios de comunicación independientes, y pedir la inmediata liberación de los precandidatos presidenciales y de todos los presos políticos”. La resolución fue aprobada por 26 votos, Nicaragua, Bolivia y San Vicente y las Granadinas votaron en contra, en tanto Argentina, Belice, Dominica, Honduras y México se abstuvieron.

Conclusión: ¿reconfiguraciones políticas?

El Salvador muestra buena parte de la reconfiguración de relaciones entre EEUU y Centroamérica. Tras la salida de Trump, Biden intenta mantener el control de la región bajo un régimen demócrata que se intenta diferenciar del anterior. Las decisiones tomadas por Bukele parecen una suerte de “blindaje político” ante la política estadounidense anticorrupción [solo hacia el exterior] y el soft power. No menos importante, Bukele tiene apoyo popular además de la lealtad de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional Civil (PNC). Sin embargo, no logra apoyo en algunos sectores empresariales y mediáticos, muy vinculados a EEUU

Frente a este panorama, cobra especial importancia el rol de Costa Rica y Panamá, ambos con histórica actitud pasiva [por no decir de sometimiento] frente a EEUU. En este contexto, podrían constituirse en la base centroamericana para enfrentar la pérdida de espacio estadounidense, como ya sucedió con la visita de Blinken. A los Estados que son considerados enemigos (Nicaragua) y aquellos potenciales enemigos (El Salvador y Honduras), se suma la formalización de relaciones con China de El Salvador, Costa Rica y Panamá que atiza la disputa con EEUU

En definitiva, aparecen vientos de cambio en un contexto extremado por la migración y la pandemia. Si finalmente un Bukele de retórica agresiva consigue liderar el contrapunto de derecha a EEUU en la región, la pinza con Nicaragua podría comprometer el statu quo con el que EEUU ha logrado mantener bajo su dominio durante más de un siglo a su tradicional “patio trasero”.

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