La vinculación de las criptomonedas con operaciones de lavado de dinero y financiación del terrorismo suponen una de las principales preocupaciones de las autoridades, aunque hasta el momento esa relación no se ha demostrado.
Antilavado de dinero / El País.
Cuando hablamos de criptomonedas aún es muy habitual que se piense en ellas como un instrumento para la evasión fiscal, el lavado de dinero o la financiación del terrorismo. Esto ocurre porque, entre otras causas, se han producido varios ataques al software de distintas compañías tanto públicas como privadas, y como pago para evitar la pérdida de datos de estos ataques, es habitual que se exija una transferencia en bitcoins o en alguna otra criptomoneda. Adicionalmente, la búsqueda del anonimato por parte de las principales criptomonedas, así como el hecho de no estar controladas por ningún ente público, hace que sean miradas con mucha desconfianza por parte de buena parte del público general.
Para poder analizar si realmente las criptomonedas son un elemento clave en la evasión fiscal o si, por otro lado, suponen solo un porcentaje residual de estas actividades, vamos a tener en cuenta varios indicadores, tomando como ejemplo Bitcoin por ser la más representativa:
- Liquidez: un uso elevado de estos productos financieros (es decir, un número elevado de transacciones) apoyaría la teoría de su aplicación en el lavado de dinero, ya que serían necesarias varias transacciones para borrar el rastro de las operaciones fraudulentas a ojos de las autoridades. Pues bien, según un análisis de la consultora Glassnode, el 63% de los poseedores de bitcoin (datos a septiembre de 2020) no han realizado ninguna transacción en el último año (lo que implica poco movimiento de la moneda en la red).
- Participación en actividades ilícitas: cuanto mayor sea el porcentaje de uso de la criptomoneda en actividades fraudulentas, más podrá asociarse a la evasión fiscal, etc. En este sentido, según Bloomberg, apenas un 10% de las transacciones en bitcoin (datos de agosto de 2018) correspondían a actividades ilegales, respecto a un 90% en 2013.
- Comparación con otros activos: la evasión fiscal y el blanqueo de capitales han existido siempre, por lo que no es un fenómeno que haya aparecido con las criptomonedas. Por ello, es importante ver si su aparición ha desplazado a los medios habituales de evasión (el dinero en efectivo sobre todo) o si se mantiene de forma residual. En la actualidad, por cada fracción de bitcoin equivalente a un dólar gastada en la “dark web” (una web oculta usada en parte para mercados ilegales y otras actividades ilícitas) para lavar dinero, se gastan 800 dólares en la misma actividad (lo que supone apenas un 0,125% de la criptomoneda frente a la divisa americana).
Por todo lo anterior, no parece que el uso principal de las criptomonedas sea la evasión fiscal o el lavado de dinero. Aunque ha habido casos de este tipo en el pasado (y es probable que se sigan produciendo en el futuro), representan una porción pequeña respecto a su uso como inversión o como medio de pago, y desde luego residual frente a las formas clásicas de blanqueo de capitales como es el uso de efectivo.
Por ello, si bien es importante detectar estos casos y perseguirlos, la regulación parece que debería ir más encaminada a determinar los casos de uso como si de cualquier otro producto financiero se tratara, más que a prohibirlos por su aplicación en actividades ilícitas que, como hemos visto, es reducido.
Por: Alejandro Gómez Pastor