Opinión: No hay intocables

La captura de Dairo Antonio Úsuga David y el final de sus más de tres décadas de crimen, terror y narcotráfico, este fin de semana, representan un gran triunfo para Colombia y para sus autoridades, en especial para la Policía Nacional, que una vez más ha demostrado que tarde o temprano a todos los delincuentes les llega su hora.

Antilavado de Dinero / El Tiempo.

Conocido en el hampa como ‘Otoniel’, Úsuga era la cabeza del ‘clan del Golfo’, la más poderosa banda criminal surgida tras la desmovilización paramilitar durante el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez. Reciclado en el mundo de la violencia y el narcotráfico una y otra vez –empezó en las Farc, estuvo después con el Ejército Popular de Liberación, se desmovilizó y terminó en los grupos paramilitares y, finalmente, con su propia organización ilegal–, este avezado delincuente era una amenaza para la seguridad nacional y para la vida y tranquilidad de miles de colombianos, especialmente de regiones como Córdoba, el Urabá y el nordeste antioqueño, donde sus estructuras criminales controlan aún el narcotráfico y han impuesto a sangre y fuego un régimen de miedo y corrupción.

Sus millonarios negocios de narcotráfico y sus alianzas con los carteles mexicanos lo pusieron en la mira de las autoridades de los Estados Unidos, que ofrecían cinco millones de dólares por su captura y que lo reclaman para juzgarlo por el envío de centenares de toneladas de cocaína hacia su territorio.

«Prosigue ahora mantener la guardia en alto contra el tenebroso ‘clan’ y los otros grupos armados organizados».

‘Otoniel’ ha caído y se cierra así el capítulo principal de la Operación Agamenón, que empezó en el anterior gobierno y que la administración del presidente Iván Duque sostuvo hasta llegar al objetivo. Es, además, un logro personal para el general Jorge Luis Vargas, actual director de la Policía y que en varios momentos estuvo directamente al frente de la persecución de ese gran capo. Esta captura y la de alias ‘Camilo’, jefe de una tenebrosa banda de sicariato y microtráfico que azotaba el suroccidente de Bogotá, le muestran al país que la Policía no ceja en su empeño de combatir las grandes amenazas que se ciernen sobre la ciudadanía, sobreponiéndose a los episodios de abuso de fuerza y la disparada de la delincuencia común en las ciudades, que en los últimos tiempos han golpeado la imagen de la institución.

Siendo la captura del jefe del ‘clan’ uno de los mayores golpes contra el crimen, lo que prosigue es mantener la guardia en alto contra el tenebroso ‘clan del Golfo’ y los otros grupos armados organizados. Sin olvidar que ‘a rey muerto, rey puesto’, ese adagio que se adapta a la perfección a la realidad del crimen. Así, una ‘vendetta’ interna por el trono criminal de ‘Otoniel’ es un escenario probable, y también el del avance de las otras organizaciones –en especial del Eln– que compiten por el control de las economías ilegales.

Ante todo esto, el Estado debe estar preparado. Es tarea primordial hacer justicia frente a los miles de crímenes de ‘Otoniel’ y los de su grupo, conocer la verdad de tanta tragedia causada por este criminal, que debe pagar ante la ley, e imponer el dominio del Estado en esas vastas zonas donde el ‘clan’ y demás organizaciones criminales aprovechan el abandono oficial y la falta de desarrollo para imponer sus imperios.

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