Por Rosanna González PenaEl secreto bancario y los paraísos fiscales se han convertido en un factor clave para la transparencia internacional. Su vinculación a la corrupción y al lavado de dinero han quedado más al descubierto con la crisis financiera que arrasó al Primer Mundo desde el 2008. Ésta es una de las razones por las cuales los países desarrollados se decidieron a luchar contra la corrupción a escala internacional, que emplea el secreto bancario para disimular las transferencias de dinero sucio. O al menos eso es lo que afirman frente a las cámaras. «Bruselas ha puesto las bases para la creación de entidades paneuropeas de vigilancia financiera», informó el Financial Times hace unos meses. A fines del 2010 se pautó la creación de tres nuevos órganos encargados de controlar los bancos, las compañías de seguros y los mercados de valores. No fue un acuerdo fácil de conseguir, ya que muchos de los Estados de la Unión Europea no son muy afectos a las vigilancias excesivas. Los europeos se debaten entre el control y el respeto por la libertad individual. ¿Dónde termina el sentido común y dónde comienza la inquisición?, se preguntan los banqueros del Viejo Continente. Se sabe todo sobre los clientes, pero las denuncias judiciales son proporcionalmente mínimas con respecto al volumen de información que se maneja.
Muchos son los que aseguran que a pesar de las nuevas legislaciones mundiales y los acuerdos internacionales de alto impacto en los medios, éstos no son más que cortinas de humo que encubren la realidad: los capitales “en negro”, como los llamamos por estas tierras, siguen creciendo y moviéndose por los distintos paraísos fiscales que continúan mostrándose tan invulnerables como hace unas décadas atrás, cuando se manejaban en el más estricto anonimato. Los efectos de las regulaciones los sienten únicamente los menos protegidos económica y políticamente. Los bancos se vieron obligados a equiparse con herramientas informáticas especializadas, sobre todo después del atentado del 11-S; después de diez años de labor interrumpida pueden mostrar orgullosos, más que criminales entregados a la justicia, una serie de listas negras oficiales que excluyen mundialmente a determinados “clientes”. Se ha impuesto la noción de “Persona Políticamente Expuesta” (PPE), que debe tener una vigilancia especial en las entidades bancarias más importantes del mundo.
Existen listas dando vueltas por el mundo financiero internacional con más de 500.000 apellidos. Los bancos internacionales tienen además la obligación de elaborar “perfiles” de sus principales clientes para detectar posibles anomalías en las operaciones que éstos realizan, y de esta manera informar si se comportan de una manera normal o si lo hacen de una forma “poco habitual” y comunicar si descubren vínculos entre personas y flujos de dinero no coherentes con sus posibilidades. Hasta aquí todo parece determinado a que se le cierren los caminos al dinero proveniente de manejos poco claros. Pero la realidad es muy diferente. Es obvio que las organizaciones criminales o los grandes evasores mundiales no manejan dinero en las entidades, utilizando sus nombres reales y sus documentos de identidad.
Si le cito a Hervé Falciani, seguramente éste nombre no significará nada para usted. Pero en los ambientes financieros internacionales, hace meses que es muy conocido. Es nada más ni nada menos que el hombre que desafió al mayor banco privado del mundo, el británico HSBC. Mientras trabajaba en la filial de Ginebra, copió en su computadora personal parte de los sistemas informáticos en las épocas iniciales del colapso bancario, con todo lo que contenían: 80.000 nombres de empresas y de personas físicas que tenían que permanecer “en la sombra” pero que hoy están en manos de los servicios secretos franceses y de los jueces de Niza. Entre ellos hay unos 3.000 españoles y 7.000 italianos que están pasando por el tamiz de las fiscalías y organismos impositivos de los dos Estados. El HSBC debería haber informados a sendos países de estos especiales clientes, pero obviamente no lo hacía, y todos nos imaginamos por qué.
En las cuentas bancarias, explicó Hervé Falciani, los nombres de las personas físicas son menos del 10% del total y ésos son los peces pequeños; los realmente grandes se manejan como empresas, es ahí donde está la auténtica riqueza. Pero los bancos privados que deben controlar no están sujetos ellos mismos a control alguno y violan todas las leyes internacionales impunemente: no existe transparencia ni posibilidad de rastrear los flujos financieros. Hay un sistema a gran escala que utilizan las empresas como tapadera para esconder las riquezas acumuladas y crear fondos en negro en los principales paraísos fiscales. Siempre según lo investigado por Falciani, existe un sistema informático diferente para cada operación bancaria, y los precios de este rompecabezas son distintos en los diversos países que forman parte de la misma red. Trabajó con sistemas que permiten hacer desplazamientos internos de una cuenta a otra sin que quede constancia; también con el sistema Forex para gestionar las transacciones entre monedas extranjeras.
En tiempos de constante mutación de los sistemas informáticos, los datos pueden desaparecer en una fracción de segundo para reaparecer inmediatamente en otra parte del mundo; y si no se sabe dónde ir a buscarlos, encontrarlos es imposible: «si se cancela una orden nadie puede verificar que se haya hecho realmente. Si hay una información en Italia y al día siguiente es trasladada a Suiza, si los magistrados buscan en Italia, no encontrarán esa información». «Si eliminamos las cifras de un documento que está en la computadora nro. 1 y duplicamos el nuevo archivo en la computadora nro.2, entonces no dejamos rastro de los datos en la primer computadora. Para encontrarlos hay que saber que tenemos que examinar la nro.2.; y puede que las computadoras están una en Suiza y la otra en Hong Kong. Si en el interior del banco no hay nadie que esté dispuesto a ayudar y colaborar con la justicia, las investigaciones están destinadas al fracaso», explicó Falciani.
Dejó muy en claro que no se trata de casos esporádicos, sino que este sistema tiene dimensiones industriales. Es una auténtica catedral, una especie de ingeniería financiera construida a través del instrumento de las empresas fantasmas. En el sistema financiero internacional se hablaba del triángulo de las Bermudas: Islas Vírgenes, Panamá y Bahamas. Basta con crear tres empresas fantasmas en estos paraísos fiscales para hacer desaparecer cualquier rastro. Mientras tanto, los gobiernos y los bancos siguen vigilando únicamente a los peces muy chicos, casi únicamente a las anchoítas… Las bananas
Falciani explica otro esquema muy utilizado: “Digamos que soy un empresario que vende bananas en Italia a 4 euros el kilo. Los compro en Costa Rica a 1 euro, pero lo hago a través de una empresa mía en Suiza, que llamamos NN1. Ésta revende las bananas a 2 euros a otra empresa, siempre mía, con sede en la isla de Jersey, un paraíso fiscal, y que llamamos NN2. En NN1 quedó un euro de ganancia. La empresa de Jersey vende las bananas a 3 euros el kilo a mi empresa de Italia, ganando otro euro que se queda en Jersey. Ante el fisco italiano resulta que he comprado las bananas a 3 euros para venderlos a 4. La ganancia oficial es solo de 1 euro el kilo y sobre esa cifra pago los impuestos. Pero lo que no se entera el fisco italiano es que, mientras tanto, dejé un euro de ganancia en Suiza y otro en Jersey, que son beneficios ocultos”.
Un dato, la isla de Jersey es una dependencia Británica ubicada en el canal de la Mancha. Fácil de encontrar.
Secreto uruguayo
Pese a la presión de Argentina para firmar un acuerdo con Uruguay sobre intercambio de información tributaria, el gobierno de Mujica no tiene previsto avanzar en negociaciones con nuestro país y prefiere continuar conversaciones en ese sentido con otros países de Europa.
En los últimos días, a través de algunas declaraciones de prensa, se conoció la insistencia de la administración de Cristina Fernández para que Uruguay acepte negociar un acuerdo bilateral para compartir datos tributarios. El titular de la AFIP, Ricardo Echegaray, expresó también la voluntad argentina de suscribir un acuerdo con Uruguay de las mismas características de los que ya tenemos con varios países del mundo. Pero especialistas financieros advirtieron que la firma de un acuerdo de ese tipo con Argentina implica riesgos para Uruguay por la posible reacción de los inversores que eligieron ése país para radicar inversiones.