Washington acusa en Nueva York al empresario Juanfe Serrano de eludir las sanciones contra el Gobierno chavista haciendo negocios con un oligarca ruso. “Es una locura”, se defiende él.
antilavadodedinero / elpais
Pocos empresarios podían presumir de ser más audaces que Juanfe Serrano. El español era capaz de llevar cualquier mercancía, viva o inerte, de un punto a otro del planeta sin importar fronteras, embargos, sanciones ni amenazas nucleares. “Somos especialistas en Oriente Medio.
Ayudamos a las empresas a desarrollar y expandir su negocio internacional”, se anunció en Linkedin. Hace cuatro años inundó las montañas de la república islámica de Irán de cabras con una raza a prueba de bombas, capaz de aguantar el frío y el calor extremos.
Serrano vivía a caballo entre Teherán y Murcia, una frase que decía a menudo y que impresionaba a quienes se la oían. Más tarde, su radio de acción se extendió a Venezuela, otro país marginado por Washington. Allí compraba ganado que trasladaba a Irak y Egipto. Y, de paso, hizo contactos en el Gobierno chavista y empezó a explorar el lucrativo negocio del petróleo, lo que a la larga le ha metido en serios problemas.
De acuerdo al departamento de Justicia de Estados Unidos, Serrano formaba parte de una red criminal internacional especializada en evadir las sanciones internacionales y lavar dinero de oligarcas rusos. Los investigadores involucran a cinco ciudadanos de ese país y a uno más venezolano.
Parte de ese dinero ha acabado financiando la invasión de Ucrania, según el escrito de acusación. El empresario español, de 47 años, hizo de enlace entre PDVSA, la petrolera estatal de Venezuela, y los comerciantes rusos para sacar petroleros cargados de mercancía. Los socios utilizaron empresas pantalla para evadir los controles internacionales.
La acusación se ha radicado en una corte federal de Brooklyn, en Nueva York. La han elaborado un fiscal de distrito, un agente del FBI y otros funcionarios norteamericanos relacionados con las exportaciones. Serrano no salía de su asombro 24 horas después de que se hiciera pública la investigación. Estaba en mitad de una reunión cuando alguien le anunció que a partir ahora le persigue el Gobierno más poderoso del mundo:
—Casi me desmayo.
Lo cuenta al otro lado del teléfono. “Negociaba con los rusos una venta de un barco venezolano de petróleo, que al final no se hizo. No cumplieron las condiciones. Ese barco iba a acabar en China o Malasia, no sé exactamente el destino final”, continúa. Explica que llevaba tres años haciendo negocios en Venezuela y que en ese tiempo ha conocido a políticos del Gobierno de Nicolás Maduro —en sus conversaciones alardea de tener conexiones clave con altos jerarcas chavistas—. “Sí, claro que hablé con los de PDVSA. Pero a estos tipos (los rusos) los han agarrado por otra cosa y me involucran a mí. Esto es más raro que la leche”, añade Serrano.
El empresario esperaba en el momento de la conversación una llamada de su abogado: andaba preocupado por si EE UU solicitaba su extradición. Serrano había pasado más o menos desapercibido en la vida pública hasta que en 2018 el periodista Rafael Méndez contó su insólito negocio de cabras. En ese entonces era vicepresidente de un equipo de fútbol de Murcia, su ciudad. A través de su empresa Treseus importaba de Irán azafrán y productos petroquímicos para fabricar plásticos. A su vez, exportaba azúcar, alfalfa, maíz y trigo. Serrano había encontrado prosperidad en una tierra remota.
En 2019, según su propio relato, empezó a hacer negocios ganaderos en Venezuela, otro de los países estrangulados por las sanciones de Washington. A través del Departamento del Tesoro, EE UU incorpora a lo que se conoce como la lista Clinton a empresas y personas corruptas o sospechosas de lavar activos del narcotráfico. Maduro y sus principales ministros se encuentran en esa lista negra. PDVSA, también. Quienes hagan negocios con los señalados pueden ser perseguidos por la justicia norteamericana, que es lo que le ha pasado a Serrano.
Alrededor de gobiernos como el de Venezuela orbitan empresarios expertos en eludir esos controles. Supone hacer negocios corruptos en la sombra y llevarse comisiones millonarias, sin que ninguna autoridad controle esas transacciones. El caso paradigmático es el de Alex Saab, un colombiano que empezó construyendo casas en Venezuela y acabó siendo el principal operador económico del chavismo.
La prensa descubrió su implicación en un sinfín de casos de corrupción. Washington lo considera el testaferro de Maduro, el hombre que esconde su fortuna fuera del país. Su periplo acabó el año pasado, cuando por falta de gasolina de su avión privado tuvo que hacer escala en Cabo Verde, un país africano. Allí fue detenido y tiempo después extraditado a Miami —el exjuez español Baltasar Garzón llevaba su defensa—. Maduro acusó tanto el golpe que suspendió las conversaciones que mantenía su Gobierno con la oposición en México para tratar de encontrar una solución a la crisis venezolana.
La investigación del Departamento de Justicia se nutre de emails, conversaciones telefónicas y de un rastreo exhaustivo en el mercado de las criptomonedas. El principal investigado es Yuri Orekhov, un ciudadano ruso que vive entre Alemania y los Emiratos Árabes. Es copropietario de una empresa de equipos industriales llamada NDA GmbH.
Anteriormente, fue gerente de una empresa de aluminio propiedad de un oligarca ruso cuyo nombre no revela la fiscalía norteamericana. En realidad, los norteamericanos creen que Orokhov continúa trabajando para el oligarca, solo que a escondidas. Su principal socio es Artem Uss, hijo de un político ruso que fue gobernador de Krasnoyarsk, una región de Siberia. Uss poseía una mina de carbón y ostentó un cargo alto en un conglomerado petrolero controlado por el Estado.
La pareja utilizó NDA GmbH como empresa fachada para comprar tecnología militar sensible a fabricantes estadounidenses, como microprocesadores y semiconductores utilizados en aviones de combate, sistemas de misiles, radares y satélites.
Estos sistemas electrónicos acabaron en manos de empresas rusas sancionadas que trabajan en el sector de defensa en Rusia y han sido encontradas en armas incautadas en el campo de batalla en Ucrania. Ellos son los principales conspiradores de esta trama y ambos se encuentran detenidos.
Sin saber que estaban siendo escuchados, Orekhov entró en contacto con el comerciante español. “Negociaba con Yuri el barco petrolero, pero no se hizo el negocio, no seguimos adelante y hace siglos que no sabía nada de él”, se defiende Serrano. En cambio, el escrito de acusación sostiene que tuvieron contacto entre enero de 2018 y septiembre de este año, y que juntos “conspiraron y trataron de engañar” a la oficina de control de bienes extranjeros de EE UU y al departamento de comercio. “A sabiendas de que lo hacían”, aseguran los burócratas norteamericanos. El 4 de diciembre de 2021, las autoridades interceptaron una conversación entre ambos en inglés:
—Él (el oligarca)—dice mientras adjunta una entrada del hombre en Wikipedia— está bajo sanciones. Es por eso que actúa desde la empresa [NDA GmbH] como fachada.
Sorprende que los acusados nunca intentaran desarrollar algún tipo de lenguaje secreto que enmascarara sus actividades.
—Mi compañero también. Jajaja. Es muy cercano al Gobierno. Es una de las personas más influyentes en Venezuela. Muy cercano a la vicepresidenta (Delcy Rodríguez)—, contesta de vuelta Serrano.
Y muestra los resultados de Google de un abogado y empresario venezolano buscado por EE UU por soborno y lavado de dinero. Su identidad también se mantiene bajo secreto, aunque la fiscalía la conoce. El ruso, en marzo de 2022, le vuelve a decir al español que ellos buscan con PDVSA un contrato mensual de un millón de barriles al mes, un negocio “estable y seguro”.
Ese momento constata el feliz encuentro entre un hombre que tiene contactos (Serrano) y otro que tiene detrás el respaldo de un multimillonario con ganas de comprar una cantidad gigantesca de petróleo. La acusación asegura que el empresario español y los comerciantes rusos blanquearon decenas de millones de dólares a través de cuentas bancarias registradas en Nueva York. Serrano ha reconocido a este periódico que mantuvo estas conversaciones, pero niega que las transacciones llegaran a concretarse.
Sin embargo, la justicia ha revelado una serie de intercambios en la que los acusados hablan de la forma en la que crear empresas pantalla y ejecutar transacciones de dinero a través de China y Singapur para no dejar rastro. Es más, las comunicaciones interceptadas demuestran que trataron de hacer pasar el petróleo por alimentos que iba a distribuir un mayorista en Houston y ordenaron apagar el GPS de los barcos para que no pudieran ser rastreados.
El empresario español, en un momento dado, apremiaba a los rusos a entregar dinero en efectivo lo antes posible. Si no, acabaría en manos de otros inversores:
—Vendimos los 600.000 barriles de petróleo—, le anuncia Serrano al ruso con pesadumbre.
—¿Los vendisteis? ¿Por qué no a nosotros?
—El comprador pagó el 100% en efectivo, aquí (Caracas). Ya está hecho. Para el próximo (cargamento) podemos hablar por ti.
—¿Eran locales o rusos?
—Rusos. La clave es el efectivo.
—Puedo tener efectivo—, remarca el empresario ruso.
—En cuanto lo tengas —explica Serrano— podemos trabajar. Ellos prefieren dólares americanos.
Hay páginas y páginas de conversaciones entre ambos en los mismos términos. En un momento dado, Serrano le envía varios códigos QR y cuatro billeteras en las que el ruso debe que ingresar cantidades distintas: dos de 500.000, algo más de un millón y poco más de dos millones de dólares. Y le urge a que lo haga lo antes posible: “Por favor, Yuri, envía la confirmación. A las 10 debe estar en PDVSA”.
En cualquier caso, EE UU ha cortado de forma abrupta estos negocios millonarios. Las aventuras comerciales de Juanfe Serrano, el Marco polo de las cabras, el comerciante arriesgado admirado por todos, han quedado en suspenso por ahora.