La historia del narcocrimen en Argentina y el poder de los tres Fernández

En 2004, se celebró en la ciudad argentina de Rosario (Santa Fe), el III Congreso de la Lengua. Ernesto Sábato pronunció un discurso memorable ante los Reyes de España. Lingüistas, escritores, periodistas y políticos se concentraron en un espacio apacible de cultura y seguridad.

antilavadodedinero / eldebate

De entonces a esta parte ha llovido mucho y lo ha hecho en forma de «raviolis» (papelinas) de cocaína, de cocinas del infierno donde la droga se produce y de crimen organizado.

El Gobierno de Alberto Fernández parece haber despertado de algo parecido a un letargo donde el Estado ha cerrado los ojos, hecho oídos sordos y enmudecido frente al crimen organizado y la «guerra narco» entre las bandas.

La última bala que ha mostrado el jefe del Estado para disimular su indiferencia en estos cuatro años de gestión ha sido enviar el Ejército a Rosario. El presidente lo anunció hace un par de días y los argentinos quisieron creer que era para controlar las calles, para terminar con la peste que envenena a la población más joven, en buena medida sin oficio y víctimas de un sistema que les ha hecho creer que los subsidios es una forma digna de ganarse la vida.

El deseo dio paso a la realidad y Fernández aclaró que la misión de las Fuerzas Armadas en Rosario sería urbanizar los barrios donde corre a más velocidad la droga que la Policía para detener a los delincuentes. Dicho esto, su ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández, con el que comparte apellido, se comprometió a «llegar al hueso del problema».

El «hueso» es conocido por todos, el problema es el tuétano. Fernández, el tercero con este apellido en el Ejecutivo, fue jefe de Gabinete del Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner del 2009 al 2011; secretario general de la Presidencia, entre 2014 y 2015 y mucho antes, entre otros cargos, fue ministro del Interior de la Nación con Néstor Kirchner, del 2003 al 2007.

Este Fernández, el ministro de Seguridad, ocupó otros cargos ejecutivos pero, ironías de la historia, la explosión de esta nueva Argentina de la droga le encontró a él en los puestos de responsabilidad y vigilancia para evitar que la segunda economía de Sudamérica se convirtiera en territorio abonado para inventar sustancias mortales como «el Paco», desperdicio de las recetas de elaboración de la cocaína que por menos de un euro sirven para un minuto de éxtasis y toda una vida con el cerebro «limado».

El tercer Fernández

El tercer Fernández que ahora se compromete a limpiar del crimen Rosario, afrontó diferentes denuncias de corrupción en su dilatada carrera política y llegó a estar prófugo de la justicia en 1994. Se escapó a lo Puigdemont, en el maletero de su abogado, Martín Ordoqui. Aquel año, Fernández, era el intendente (alcalde) de Quilmes (Buenos Aires), donde también la droga comenzaba a abrirse paso.

En esta localidad bonaerense la justicia ordenó registrar el local de la Liga Federal, el partido por entonces de Aníbal Fernández. Conocido como Estadio Chico, los agentes descubrieron medio kilo de cocaína, una balanza de precisión y los elementos necesarios para cortar las piedras de coca y transformarlas en dosis de menor pureza. Además, hallaron miles de papeletas marcadas con el SI, para la reforma de la Constitución que se votaría como consecuencia del llamado Acuerdo de Olivos suscrito entre Raúl Alfonsín y Carlos Menem.

Triple crimen de General Rodríguez

La historia de los narcos se escribió con letras gruesas en los años de poderío de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Argentina pasó de ser país consumidor a caldo de cultivo y cuartel de operaciones donde la efedrina, uno de los precursores que se vendía a «rolete» (granel) permitía que las cocinas del infierno funcionaran a pleno pulmón y dejara un rastro de sangre como el triple crimen de General Rodríguez, otra localidad bonaerense.

Aníbal Fernández es uno de los tipos más ricos de la provincia de Buenos Aires. No estoy exagerando. Hacía la recaudación para Cristina Fernández de KirchnerMartín Lanatta, condenado por el triple crimen de la efedrina en General Rodríguez

Martín Lanatta, condenado como presunto autor de aquellos asesinatos declararía que Aníbal Fernández era «el jefe de la mafia». «Es uno de los tipos más ricos de la provincia de Buenos Aires. No estoy exagerando. Hacía la recaudación para Cristina Fernández de Kirchner», le diría al periódico Clarín cuando ya cumplía condena en prisión.

Con el cambio de gobierno en la provincia de Buenos Aires, con una extensión similar a la de toda Italia, el negocio de la droga redujo sus plazas y su rentabilidad. Con la Policía corrupta se registro un proceso similar en paralelo.

La gobernadora macrista, María Eugenia Vidal, tuvo que trasladarse a vivir con sus hijos a una base militar para quedar fuera del alcanza de los narcos

La gobernadora macrista, María Eugenia Vidal, tuvo que trasladarse a vivir con sus hijos a una base militar para quedar fuera del alcance de los narcos. «Es el precio por dar la batalla», reconocería entonces. «Detrás de la mafia funciona un sistema de recaudación del que participa la Policía, jueces y fiscales», declararía mientras ejecutaba una purga sin precedente y arruinaba buena parte del negocio.

En 2019 Mauricio Macri perdió la reelección y a Vidal le ganó la partida en las urnas Axel Kicillof, ex ministro de Economía de Cristina Fernández y actual gobernador de Buenos Aires. Casualidad, inoperancia, dejadez, complicidad o cualquier otra razón, explican que en apenas cuatro años el narcotráfico recuperase los espacios perdidos. Lo mismo sucedió en la provincia de Santa Fe donde está Rosario, aquí el 2022 se convertiría en el año más sangriento de la última década.

«Sicarios» o «tira tiros» que es lo mismo, «soldaditos» (traficantes callejeros), «tasa de seguridad» (peaje a los comerciantes para que no les atraquen) o «merca», se han vuelto a incorporar al léxico habitual

«Sicarios» o «tira tiros» que es lo mismo, «soldaditos» (traficantes callejeros), «tasa de seguridad» (peaje a los comerciantes para que no les atraquen) o «merca», se han vuelto a incorporar al léxico habitual en esta ciudad portuaria y territorio sin ley o con la ley del crimen que ordena, manda y mata a su antojo.

El supermercado de la familia de Messi

El supermercado en Rosario de la familia de Antonela Rocuzzo, la mujer de Lionel Messi, tenía echada la persiana metálica cuando dos sujetos la acribillaron a tiros. Los peritos contaron 14 impactos de balas y tomaron fotografías del mensaje dejado en un folio de papel: «Messi te estamos esperando. Javkin es narco, no te va a cuidar».

El episodio, por tratarse de Messi, puso a Rosario en el mapa del mundo y quizás, fue más efectivo que todas las protestas y movilizaciones de protesta. Apenas cuatro días más tarde, el Gobierno de los tres Fernández, aunque sea para «urbanizar», mandó al Ejército a Rosario.

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