SEMANA revela en exclusiva los pormenores de uno de los mayores operativos en contra del narcotráfico en la frontera con Venezuela. Dos extraditables lideraban la sofisticada organización.
El olfato y la pericia de un perro en el Aeropuerto de Ámsterdam, en Países Bajos, el 24 de marzo de 2021, permitió una de las mayores incautaciones de droga en la historia de ese país: 400 kilos de cocaína escondida artesanalmente en un cargamento de café. El hecho prendió las alarmas de las autoridades portuarias y se convirtió en una investigación que por años y con paciencia logró la desarticulación de una gran red de tráfico de drogas.
Rápidamente, la incautación se convirtió en noticia en los principales medios neerlandeses. Y es que no era para menos, más allá del peso neto del cargamento, la forma en cómo había sido camuflada la cocaína generó todo tipo de comentarios hilarantes. A los que no les dio risa fue a las autoridades, que no sabían cuántos cargamentos así pudieron llegar a las calles de Ámsterdam.
La carga había salido del Aeropuerto El Dorado de Bogotá, en un avión de la aerolínea KLM e hizo tránsito, sin ningún tipo de problema, hasta llegar a la terminal de Schiphol. La sorpresa fue mayúscula cuando se observó que el cargamento contaba con todos los permisos de exportación, avalados por la empresa Malibu Herbs Farms, que tenía una sede en el municipio de Guarne, Antioquia, y una página web con todo el diseño en la que se promovía el comercio exterior para fortalecer la economía colombiana.
La alerta enviada por las autoridades neerlandesas a Colombia se sumó a la compleja investigación que se estaba adelantando desde hace varios años contra una estructura de narcotraficantes que estaba poniendo en jaque la seguridad de los puertos. SEMANA revela pormenores y detalles desconocidos sobre la manera como delinquía esta organización y los operativos que permitieron su desmantelamiento con la captura de sus 22 integrantes.
Charle Portilla Salcedo y John Sebastián Giraldo, dos narcotraficantes solicitados en extradición por Estados Unidos y España, respectivamente, conformaron un grupo –en el que también estaba un soldado profesional– para traficar cocaína con destino a México, España, Bélgica y Países Bajos, principalmente, utilizando empresas que exportan productos típicos de Colombia, aprovechándose de los tratados de libre comercio y de la baja en los controles en los puertos marítimos.
Las autoridades determinaron que, por el modus operandi, esta misma organización estaba detrás de los 74 kilogramos de cocaína que iban ocultos en un cargamento de yuca y que fue interceptado en el municipio de Curumaní, Cesar, antes de que fuera trasladado a Barranquilla. Así como de los 289 kilos de cocaína mezclada en abono orgánico y que estuvo a segundos de salir del puerto de Cartagena, en Bolívar.
Una fuente cercana a la investigación señaló que se calcula que la organización criminal habría logrado traficar una tonelada de cocaína camuflada en todo tipo de productos. Para desviar la atención de las autoridades tenían documentos que, a los ojos de la Dian, cumplían con todos los requisitos, pues eran empresas existentes, con sus papeles en regla, sitios web activos, así como representantes legales y jurídicos.
Mensajes cifrados
En la investigación, que se extendió por dos años, se analizaron cerca de un millón de llamadas y mensajes de texto. Los agentes rápidamente notaron que no estaban tratando con principiantes, sino con personas que tenían todo el conocimiento de la situación y habían puesto en marcha un plan para que lo narrado en sus conversaciones pasara completamente desapercibido.
Para esto, utilizaban lenguaje en clave. En el informe conocido en exclusiva por SEMANA, se lograron identificar 34 expresiones cifradas que eran utilizadas para detallar la forma cómo se estaba traficando la droga, las alertas que se presentaban en el proceso, e incluso la satisfacción cuando los cargamentos llegaban a su destino.
En una de las conversaciones, uno de los integrantes de la organización repitió una y otra vez “la reversa” o “la sacada”, a lo que su interlocutor respondía que era largo el proceso. ¿A qué se referían? Tras atar varios cabos, se determinó que con esta expresión se hacía mención directa a “realizar la extracción de la cocaína mezclada con el café o el abono orgánico”.
Tras corroborarlo, los investigadores concluyeron que lo ocurrido en Países Bajos no era un caso aislado, se trataba de una práctica cotidiana para traficar este tipo de cargamentos a Europa casi que de manera semanal. Expresiones como “el tinto está listo” o “el negrito” se traducían en el “café” y el “carbón” que se camuflaba con la cocaína y que era exportado por las fronteras terrestres, marítimas y aéreas.
La “yuca baja en almidón”, pese a lo que se creía, hacía mención a “un estupefaciente con bajo porcentaje de pureza”, lo que representaba que la droga tenía que ir a otro mercado y podía ser transportada por tierra.Una red de 22 narcos, con empresas legalmente constituidas, contaminaba cargamentos de fruta con cocaína. | Foto: Suministrada a Semana A.P.I.
Había expresiones que no eran tan divertidas y que, en cambio, ponían a temblar a toda la organización: “Se calentó, se fueron al suelo, se perdió”, lo que se traducía en que el cargamento había sido incautado por “los amarillos” o “los verdes”, como se referían a los agentes de la Armada y el Ejército, respectivamente.
En más de una oportunidad, y por lo tenso de la situación, los jefes de la organización propusieron dar “papelería”, es decir dinero, para el “entrompado” –sobornar a las autoridades– y así recuperar las “cajas de pollo” o “los cosos esos” como se referencian a las sustancias estupefacientes. Estas estrategias fueron interceptadas en medio de álgidas conversaciones entre los cabecillas que no querían recuperar el “catálogo” –sustancias mezcladas con productos como café y abono– y “coronar la vuelta”, es decir, que llegara a su destino final.
Se encargaban de camuflar la droga, eliminando todo su olor característico, usando los conocimientos adquiridos para el mal y evitar que los “guau guau” –perros antinarcóticos– o “las gotas para los ojos” –reactivo para la detección de estupefacientes– detectaran el alcaloide camuflado en las frutas.
Sin embargo, el “punto fuerte” de la organización fue también su caída. El rastreo de las empresas de papel permitió identificar uno a uno a sus integrantes y establecer así las funciones que tenían para el tráfico de drogas. Igualmente, el papel de una fuente humana permitió expandir el organigrama en la Fiscalía General y así establecer quiénes eran los jefes, las peleas internas que se presentaron, y los planes de expansión que tenían.
Hoy por hoy, las 22 personas que formaban parte de esta estructura criminal se encuentran bajo las rejas. Uno de los golpes más duros que se le ha dado al tráfico de drogas desde Colombia hacia Europa.