Agentes de la unidad de élite de la Guardia Civil, el Grupo de Acción Rápida (GAR), lanzan una línea de pinchos para frenar un camión que trata de huir cargado con fardos de hachís. No ocurrió en el sur de España, sino en una carretera de la costa de Barcelona. Fue a finales de agosto, en Sitges, cuando el Instituto Armado culminó la operación Rescatada con la incautación de cuatro toneladas y media de droga, después de que una narcolancha arribase a la cala Vallcarca.
Además de los fardos, los ocupantes del camión transportaban dos armas largas –un fusil y un subfusil– y tres pistolas. No para protegerse de la Policía, sino de posibles ‘vuelcos’ o robos entre traficantes. «Transportar el hachís requiere una inversión. Contratar a especialistas, disponer de embarcaciones, pilotos, talleres mecánicos… Es más fácil llegar al final de todo y robar la droga», apuntó hace unos días el jefe del Cuerpo en Cataluña, el general José Luis Tovar. Por este motivo, «el miedo les hace buscar su defensa» y lo hacen armados.
Eso sí, aunque el objetivo es «protegerse de otros traficantes», en más de una ocasión los han «recibido a tiros» –también en plantaciones de marihuana– al desconocer que sí eran guardias. Y es que, para llevar a cabo los vuelcos, es frecuente que los delincuentes se disfracen con uniformes policiales, como les ocurrió a unos narcos en Gerona el pasado verano, cuando cuatro individuos les robaron 400 kilos de droga fingiendo ser agentes.
La operación que culminó en Sitges arrancó en 2019, después de que una patrulla de tráfico interceptase una furgoneta en la autopista AP-7, a su paso por Valencia, cargada con 510 kilos de hachís. Meses de investigación y varios dispositivos que se saldaron con 50 detenidos –entre ellos, un policía local en prácticas– y la aprehensión final de casi seis toneladas de droga, una de las más importantes en Cataluña hasta la fecha.
Y, aunque la cantidad no es comparable a las incautaciones de las fuerzas y cuerpos de seguridad en Andalucía, confirma lo que detectó la Guardia Civil hace ya más de dos años: que la costa catalana se ha convertido en una puerta de entrada de esta droga desde Marruecos «por la presión policial fortísima en el sur», en palabras del general Tovar.
La Guardia Civil desmantela, en dos operaciones, la logística de los traficantes en la Costa Dorada
Primero fue Tarragona. En junio de 2021 y tras más de cuatro años sin detectar esta actividad en la zona, apareció una narcolancha abandonada en la playa de Tamarit. Desde entonces, el balance se elevó a una operación al mes. De ser una vía residual, que tiene su origen en el contrabando de tabaco, se reconvirtió en una ruta de entrada para el hachís, ya que la planicie del terreno en el Delta del Ebro, de gran extensión, se traduce en decenas de vías de acceso para los traficantes.
De desembarcos puntuales, la Guardia Civil pasó a desarticular, por primera vez el año pasado, la logística de los narcos en la Costa Dorada. Hasta la fecha, no se había detectado en la zona a ninguna organización que funcionase como una «empresa de servicios» para los traficantes. Una actividad, la de darles cobertura, arraigada en el Campo de Gibraltar, pero hasta entonces nunca vista en territorio catalán.
Transporte por la AP-7
También los Mossos d’Esquadra constatan que Cataluña se han convertido en un ‘hub’ del hachís hacia Europa por la presión policial en el Estrecho de Gibraltar. A diferencia de la marihuana, que ‘atrae’ a organizaciones criminales que se instalan en el territorio para su cultivo, en este caso la comunidad es una «zona logística» y «principal vía de paso» para su posterior distribución en otros países, donde llega a triplicar su valor.
La AP-7 es la «arteria principal» para su transporte por carretera, ya que conecta España con Francia. Para ello, los traficantes emplean el método ‘go fast’, con vehículos de alta gama a gran velocidad, que precede en la ruta otro coche, encargado de avisar al que lleva la droga en caso de detectar algún control policial. También camuflan el hachís entre la mercancía legal de los camiones –en ocasiones, sin que sus propios conductores lo sepan– u oculta en ‘caletas’ (escondites en los vehículos).
Solo en los últimos cinco años, la Policía catalana se ha incautado de 40 toneladas. De ellas, más de once en lo que va de 2023. Las operaciones contra el tráfico de hachís también han registrado un crecimiento exponencial. De las cinco organizaciones desarticuladas por los Mossos hace dos años, han pasado a 15 en estos últimos diez meses.
‘HUB’ HACIA EUROPA
Cataluña es una «zona logística» y «principal vía de paso» del hachís hacia terceros países
Los narcoasaltos –aún lejos de los que se registran para robar cannabis– casi se han doblado durante el último año, pasando de siete a trece, para sustraer la droga en ruta o de las denominadas ‘guarderías’ (almacenes temporales hasta llegar a su destino final). La mitad, con armas de fuego, aunque hasta el momento no se ha registrado ningún homicidio, precisan desde el Cuerpo. El balance de detenidos ronda el millar anual. Cerca del 40% son españoles, otro tanto del país de origen de la droga, Marruecos, y el 20% restante, de nacionalidades diversas.
Una de las mayores operaciones de los Mossos contra el tráfico de hachís, el caso Pekín, arrancó tras un desembarco en el puerto de Mataró (Barcelona) el pasado febrero. Fue un vigilante de las instalaciones el que, de madrugada, alertó al 112 tras detectar el «comportamiento anormal» de una embarcación. La llamada permitió detener a trece personas que participaron en el transporte y descarga del alijo, tras recorrer en planeadoras las millas náuticas que separan Marruecos de la costa catalana. «La organización escoge el puerto porque es más fácil para descargar que una playa», detalló la semana pasada el inspector Josep Antoni López Garzón.
Bases logísticas
Para hacerlo, los traficantes contaron con la ayuda de un empleado de las instalaciones, al que habían captado y que facilitó el acceso a cinco furgonetas de gran tonelaje para guardar los fardos y llevarlos hasta una ‘guardería’, paso previo a su posterior distribución por Europa. En apenas 18 minutos habían descargado 2.000 kilos desde las embarcaciones al interior de los vehículos. Una de ellas –los investigadores lo supieron después– consiguió abandonar el puerto, donde pretendían repostar y emprender la vuelta a su país de origen.
En este caso, la intervención policial abortó el regreso de dos de ellas, que los narcos abandonaron al verse acorralados. Una tercera consiguió escapar y es que estas semirrígidas, de entre ocho y quince metros de eslora, pueden superar los 1.200 CV, lo que prácticamente impide darles caza. El balance final de este caso fue la aprehensión de cinco toneladas y otros trece detenidos a finales de septiembre. Desde los líderes, hasta los lugartenientes de la organización, pasando por el personal de apoyo en tierra. La Policía catalana aún investiga el hallazgo de una furgoneta repleta de fardos y abandonada en una playa de Begur (Gerona), hace unos días.
Tal y como señalan desde el Cuerpo, el desembarco de hachís en la costa catalana no es un fenómeno nuevo, pero sí ha resurgido con fuerza por la presión policial en el sur de España. Una presión que lleva a los traficantes a buscar nuevas rutas para introducir la droga desde Marruecos y también a desplegar «bases logísticas», con grupos locales que prestan sus servicios a los narcos. Entre otros, para ensamblar aquí sus embarcaciones.