Una operación policial en el desierto limeño expuso cómo el tráfico internacional de drogas se entrelaza con la logística cotidiana de transporte terrestre. Un camión modelo GMC Super Brigadier, que en apariencia transitaba con carga común, resultó ser el protagonista de un operativo antidrogas que desmanteló un cargamento valorado en 40 millones de dólares en el mercado internacional.
La intervención permitió descubrir 730 kilos de cocaína, ocultos en compartimentos especialmente diseñados en la estructura del vehículo.
El caso no solo destaca por el volumen del cargamento, sino por las comunicaciones entre los involucrados que muestran la precisión y complejidad de las operaciones de tráfico. Audios filtrados revelaron cómo los conductores y coordinadores manejaban términos cifrados y un sistema organizado para burlar controles fronterizos y aduaneros.
Un camión con doble propósito
Audios filtrados revelan cómo los traficantes usaban códigos y coordinación detallada para esquivar controles fronterizos. (Composición: Infobae / captura de pantalla
El vehículo en cuestión, intervenido hace cuatro semanas, tenía placas ecuatorianas y una carreta de origen colombiano. Durante la inspección, los agentes antidrogas realizaron cortes en la estructura metálica y utilizaron cámaras para localizar los compartimentos ocultos. Según las autoridades, estos espacios estaban adaptados desde la fabricación del vehículo, lo que permitía esconder grandes cantidades de droga sin alterar su apariencia externa.
“Los paquetes embalados con cinta negra estaban distribuidos en tres compartimentos no visibles a simple vista”, señalaron fuentes policiales. La mercancía fue descrita como de alta pureza, característica que eleva su valor en el comercio ilícito.
El avance en la investigación se debió en gran parte a los audios interceptados, en los cuales los operadores logísticos discutían sobre rutas, términos en clave y estrategias para sortear los controles. Uno de los protagonistas, identificado como Jonathan Rosero Paspuel, apodado “El Transportador”, aparece en múltiples grabaciones coordinando cargamentos y solicitando permisos para movilizarse entre países.
En uno de los audios, Rosero contacta a una secretaria de una empresa de transporte para tramitar un manifiesto de carga internacional. “Don Luis, muy buenos días. Aquí, patrón, molestando así por Cuenca”, se le escucha decir en tono informal mientras negocia los términos para transportar el camión cargado con droga hacia Lima.
Otro audio revela cómo coordinaba con sus contactos en la ruta. “Compita, buen día. Entrando a Chiclayo estoy yo ya”, reporta mientras transitaba por territorio peruano. Las comunicaciones incluían actualizaciones constantes sobre su posición y posibles controles en el camino.
De Colombia a Perú
La droga provenía de Colombia, ingresó por Ecuador y tenía como destino final Lima, con la participación de los “Choneros.” (Captura de pantalla)
La cocaína, presuntamente acondicionada en Colombia, ingresó al Perú tras pasar por Ecuador. La policía identificó que los responsables del transporte pertenecían a un grupo criminal con presencia en ambos países. Los llamados “Choneros” fueron señalados como parte de la organización que garantizaba la logística para este tipo de operaciones.
La estructura criminal no solo se apoyaba en transportistas experimentados, sino también en sobornos para facilitar el paso en puntos clave. Según uno de los audios, Rosero admite haber realizado pagos irregulares a un oficial en la aduana peruana: “Nos tocó colaborarnos, le colaboramos y nos colaboró”, confesó, refiriéndose a la coima que permitió el ingreso del camión al país.
El recorrido de Rosero llegó a su fin cuando la policía, tras semanas de seguimiento, interceptó el camión en el desierto limeño. El operativo, considerado un éxito, expuso el nivel de sofisticación detrás del tráfico de drogas por carreteras. Las autoridades lograron no solo la incautación del cargamento, sino también la identificación de varios miembros de la red, lo que resultó en condenas rápidas.
El caso de “El Transportador” pone de manifiesto la vulnerabilidad de las rutas terrestres en Sudamérica frente al tráfico de drogas, un fenómeno que sigue siendo una de las principales fuentes de ingresos para organizaciones criminales transnacionales. El impacto de esta incautación, aunque significativo, plantea preguntas sobre cuántos otros cargamentos logran pasar inadvertidos.