Décadas después de que el presidente estadounidense Richard Nixon lanzara lo que calificó de guerra a las drogas, siguen visibles en América Latina los perjuicios por aquella política, con énfasis en la violencia y sin analizar las causas reales del problema.
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Con un fracaso en la amortiguación del crecimiento del mercado interno, el principal del mundo, Estados Unidos enfrenta hoy la proliferación del fentanilo, un vigoroso opioide 50 veces más enérgico que la heroína.
Las administraciones estadounidenses han mirado mucho más hacia donde se originan las fuentes primarias de drogas como la cocaína que hacia su propio mercado interno.
De cara hacia América Latina presionaron para el impulso del llamado Plan Colombia, cuyo soporte es la erradicación forzosa de coca, sin atender los problemas sociales vinculados al narcotráfico, sobre todo entre la inerme población campesina.
El nuevo presidente colombiano, Gustavo Petro, defiende su óptica al respecto, a diferencia de la precedente administración Iván Duque, complaciente con la visión de Washington.
El líder de la coalición Pacto Histórico criticó en redes sociales la estrategia del país del Norte y atribuyó a ese enfoque la responsabilidad por un millón de muertes en América Latina.
El dignatario progresista aboga por pasar a la prevención y al tratamiento de la drogadicción como una enfermedad de salud pública y cesar la erradicación forzada de cultivos ilícitos.
La visión de las nuevas autoridades en la Casa de Nariño se opone a la de Estados Unidos, desde donde se enviaron fuertes inyecciones financieras para reforzar la infraestructura militar en países latinoamericanos, entre ellos Colombia.
La vigorosa posición de Petro ha puesto a pensar a la administración demócrata en Washington, y hasta el director de la Oficina de Política Nacional de Control de Drogas de la Casa Blanca, Raul Gupta, admitió que el presidente Joseph Biden reconoció que la política antinarcóticos de su país ha tenido fallas.
Si bien en su viaje este año a Bogotá el secretario norteamericano de Estado, Anthony Blinken, dijo compartir la idea del nuevo gobierno colombiano de avanzar hacia una nueva política antidrogas, Estados Unidos le solicitó proseguir la erradicación forzosa de coca.
La presente administración demócrata debería comprender que gobiernos en América Latina, entre ellos el de México, abogan por una visión de enfrentamiento a los estupefacientes más integral, en lugar de anteponer la fuerza.