El reciente informe del Índice Global de Crimen Organizado correspondiente al año 2022 arrojó una sombra preocupante sobre el continente americano. Se registró un notorio retroceso en la lucha contra la delincuencia organizada, con un aumento significativo en los niveles de criminalidad en la mayoría de países de la región. América se acerca cada vez más a los niveles de criminalidad de África y Asia, que son los continentes peor ubicados en este índice global.
La pandemia de COVID-19 trastocó las actividades delictivas tradicionales, pero las organizaciones criminales demostraron una impresionante capacidad de adaptación. Se diversificaron en áreas como la extorsión, la ciberdelincuencia y el comercio ilícito de bienes esenciales. A pesar de las restricciones temporales durante los bloqueos, los delincuentes mantuvieron su actividad y la ampliaron una vez que se levantaron las restricciones.
Comparando con el Índice de 2021, la tendencia es preocupante, ya que la criminalidad en las Américas ha empeorado significativamente, alineándose más estrechamente con los niveles africanos. La puntuación media de criminalidad en el continente americano es de 5.20, solo superada por Asia y África. Centroamérica destaca como epicentro de la actividad delictiva, con la puntuación media de criminalidad más alta de 6.28, seguida de cerca por Sudamérica con 5.94 puntos. Es importante resaltar que estos mercados delictivos no conocen fronteras nacionales y se aprovechan de la debilidad de las estructuras de liderazgo y gobernanza.
El dominio en el tráfico mundial de cocaína sigue siendo una preocupación constante en el continente americano, con una puntuación media de 7.44. América del Sur, en particular, destaca con una puntuación regional de 8.29, y países como Colombia, Brasil, México, Venezuela y Perú juegan un papel fundamental en esta problemática. Colombia lidera el mundo con una puntuación de 9.50 en el tráfico de cocaína.
Además del tráfico de drogas, se ha observado un aumento en el comercio de drogas sintéticas, donde Norteamérica y México emergen como actores principales. El auge de la “cocaína rosa” en varios países subraya la expansión de las drogas sintéticas en la región.
Los delitos contra el medio ambiente también han proliferado, especialmente en Sudamérica, ocupando el segundo lugar mundial en delitos contra los recursos no renovables, impulsados por la extracción ilegal de oro. Centroamérica le sigue en el tercer lugar mundial en delitos contra la flora y la fauna. Brasil, con altas puntuaciones en ambas categorías, ejemplifica la degradación ambiental causada por la tala ilegal y el tráfico de especies silvestres.
El tráfico de armas, alimentado principalmente por el suministro ilegal de armas desde Estados Unidos, es un problema grave en países como Paraguay y Jamaica. Esto ha convertido a los países centroamericanos en puntos de tránsito y destino, exacerbando la violencia y la inseguridad en la región.
La ciberdelincuencia y la extorsión, impulsadas por la capacidad de los delincuentes para infundir miedo y causar daño, son problemas arraigados en la región. Centroamérica ha emergido como un centro mundial de ciberdelitos.
En cuanto a la resiliencia frente a estos desafíos, la cooperación internacional obtiene la puntuación más alta, destacando su importancia en la lucha contra la delincuencia organizada. Sin embargo, la transparencia gubernamental y rendición de cuentas quedan rezagadas, lo que señala la necesidad de fortalecer las instituciones estatales y mejorar la gobernanza.
El informe también advierte sobre el rol del Primeiro Comando da Capital (PCC), una organización brasileña que ha ejercido una influencia significativa al otro lado de la frontera, en Paraguay. El PCC ha dominado los mercados del tráfico de drogas y armas en la región, lo que ha provocado un aumento de la violencia en el país. Se han registrado ataques perpetrados por el grupo contra el Estado, el sector privado y otras organizaciones delictivas altamente armadas. La presencia del PCC se extiende por todo Paraguay, con algunas operaciones a lo largo de la frontera con Brasil. La expansión del PCC a los países vecinos y sus conexiones con redes internacionales subrayan la creciente influencia del grupo en Sudamérica.
El continente americano enfrenta desafíos significativos en la prevención de la delincuencia organizada, que van desde el tráfico de drogas y armas hasta la ciberdelincuencia y los delitos ambientales. Abordar estos problemas requiere una cooperación internacional sólida, fortalecimiento institucional y medidas efectivas para combatir la impunidad y la corrupción. Solo a través de un esfuerzo conjunto se podrá avanzar hacia una región más segura y resiliente.