Tener capacidad de respuesta frente a un ataque cibernético es una prioridad para las empresas. Esta es una urgencia todavía mayor en la región de América Latina, donde el número de organizaciones preparadas en materia de ciberseguridad es de los más bajos del mundo.
La anterior conclusión proviene de un estudio realizado en alianza entre Accenture y el Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés), en el que se evidenció una brecha global en cuanto a las capacidades de ciberseguridad. De acuerdo con la investigación, que contrastó distintas regiones del mundo, África y América Latina tienen una menor ciberresiliencia; entre otras razones, por el alto costo de garantizar una estrategia fuerte para enfrentar este tipo de amenazas.
De ahí que este fenómeno se denomine “línea de pobreza en ciberseguridad (CPL)”, que hace referencia al costo prohibitivo de asegurar una ciberseguridad robusta para la fuerza laboral, la tecnología y los sistemas de una organización.
No es una cuestión única de costos, indica Ariel Goldenstein, director asociado de Accenture Colombia. “El hecho de que en América Latina contemos con menos empresas ciberresilientes se debe principalmente a que no existe una cultura de ciberseguridad. Es decir, no hay conciencia de la importancia que tiene contar con una estrategia hasta que son víctimas de un ataque. Es de gran relevancia que se adopten medidas preventivas y, sobre todo, contar con políticas muy claras sobre cómo responder ante un potencial ataque”, explica.
Los ejecutivos encuestados afirman que las regulaciones de ciberseguridad y privacidad tienen gran relevancia para mejorar la seguridad; de hecho, ha aumentado la percepción de que este factor normativo es clave, pasando de 39,2% en 2022 a 60,4% en 2024.
En América Latina y África, la principal preocupación respecto a la ciberseguridad es la pérdida financiera directa tras un ataque, por ejemplo, de ransomware, lo que refuerza la percepción de costo que prima en las organizaciones de la región. Mientras que en regiones como Europa y América del Norte la mayor preocupación es la interrupción operativa, y en Medio Oriente lo es el daño a la marca y reputación.
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