Mientras las casas de venta de drogas son atacadas, una curiosa petición por parte de la comunidad hacia los grupos criminales describe la oleada de violencia que experimenta la ciudad de Rosario, Argentina.
Antilavado de Dinero / In Sight Crime.
Luego de que varias veces y en diferentes ocasiones hombres armados dispararan contra el frente de su casa a finales de noviembre, un grupo de familias de la ciudad de Rosario decidió pintar mensajes en las paredes externas del lugar, señalando que no son expendedores de droga y que dentro de la vivienda habitan niños.
Frases como “hay chicos [niños] amigos”, “no vendo nada” o “dueños nuevos”, se ven en la publicación del medio El Litoral, quien tuvo contacto con las familias. De acuerdo con un miembro de la casa, el lugar era un búnker de venta de drogas y su anterior dueño tuvo que irse.
“Acá somos una familia de bien que no queremos vender droga, solo un techo para nuestros hijos”, dijo una de las víctimas del ataque al medio.
La ciudad ha tenido un pico de violencia. El 29 de noviembre se registraron 5 asesinatos en menos de 8 horas y, de acuerdo con la Dirección de Política Criminal de la Secretaría de Política Criminal y de Derechos Humanos citada por El Litoral, en noviembre Rosario cerró con 25 asesinatos. El mes más violento en la ciudad en los últimos 8 años.
Análisis de InSight Crime
El particular mensaje de las familias en las paredes de su casa da un indicio de que los criminales en Rosario no discriminan cuando se trata de atacar a sus rivales y la violencia está fuera de control.
Una cuarta parte de las víctimas de la violencia en Rosario, desde el 2013 hasta el 2021, son jóvenes menores de 21 años, expuestos a la violencia o las disputas por el microtráfico. Algunas casas, conocidas también como “búnker” en Argentina, son utilizadas para esconder y vender drogas.
Desde hace unos años, el grupo criminal más poderoso de Argentina, Los Monos, se ha disputado con altos niveles de violencia el control de las rentas del microtráfico con otros clanes criminales en la provincia de Santa Fe, de la que hace parte Rosario.
Y, aunque el máximo jefe de la organización, alias “Guille” Cantero, fue condenado a 22 años de prisión a finales de septiembre, el grupo sigue expandiendo sus tentáculos de poder y terror en la ciudad.
Al punto de que, las familias y la comunidad, deben pintar letreros en sus casas para que los criminales no lleguen a disparar.