Aún sigue recluido Barón del Golfo

Las actividades ilícitas de Juan García Ábrego fueron tan productivas, que logró que el Cártel del Golfo se volviera una de las organizaciones criminales más poderosas de México. Su campo de operaciones se extendió hacia varios países latinoamericanos para que le proporcionaran cocaína, misma que él traficaba hacia los Estados Unidos.

Por Milenio/ALD1

Según los cálculos de las autoridades pasaban de los 300 millones de dólares al año. Tuvo tanto poder y dinero que compró varios aviones para transportar la droga. Adquirió y formó negocios para lavar dinero.

En la década de 1990, la tranquilidad con la que trabajaba García Ábrego comenzó a tambalearse. La DEA, que desde tiempo atrás investigaba al Barón del Golfo, presionó a las autoridades mexicanas para que lo detuvieran.

Las autoridades de México aceptaron colaborar con la DEA para la captura del capo del Golfo, pero  García Ábrego les pagaba bastante dinero, no solo para que le permitieran pasar la droga, sino para que lo protegieran.

 Fue tanto el desacato de las autoridades nacionales para cumplir las exigencias del vecino país, que cuando iban a catear alguno de sus negocios, o dizque a apresarlo en sus residencias, le avisaban para que huyera y se previniera.

Con serenidad esperaba a que llegara el día 17 de cada mes para darle muerte al soplón. Cuando accionaba su pistola, disfrutaba ver a sus víctimas caer ensangrentadas. Era asesino por naturaleza. En su historial criminal, las primeras personas que mató fueron la ex pareja de una de sus amantes, al novio de su hermana y a un técnico que le hizo un mal trabajo.

Sin embargo, las acusaciones que pesaban sobre él no era por homicidio, sino por narcotráfico y lavado de dinero. Pero aun y cuando ya lo buscaban en Estados Unidos, se sentía intocable. En 1993 lo comprobó una vez más.

Un grupo de 50 agentes comandados por Guillermo González Calderoni se dispuso a detenerlo. Sorpresivamente catearon una residencia ubicada en la colonia del Valle, que perteneció a su tío Juan N. Guerra.

Cuando leía en los periódicos que el nuevo presidente, Ernesto Zedillo, había prometido su captura, más se atemorizaba. Aunque tenía doble nacionalidad, comprendió que refugiarse en los Estados Unidos era un error.

El pasado, 14 de enero de 1996, un grupo de agentes, sorpresivamente irrumpió en el rancho de Juan García Ábrego. Sin hacer ningún disparo fue detenido. Como también era ciudadano estadunidense, al día siguiente fue extraditado a los Estados Unidos.

Por sus decenas de cargos fue sentenciado a 11 cadenas perpetuas, le ofrecieron ser testigo protegido a cambio de una condena más complaciente, pero antepuso el honor: no sería el soplón que delataría a sus cómplices. Han trascurrido 24 años de su detención. El Barón del Golfo sigue recluido en una prisión de alta seguridad ubicada en Florence, Colorado.

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