Sabían que existía, pero no conocían su identidad, dónde vivía o cómo se movía. Era, confiesan los investigadores, un auténtico fantasma. Su sobrenombre es ‘Ali’. ¿Por algún pariente? «No, creemos que por Muhammad Ali». Un narcotraficante apodado como uno de los mejores boxeadores de la historia tiene que ser un peso pesado en el narco.
antilavadodedinero / diariosur
En realidad, se llama Fikri y tiene 44 años. Vivía en un piso humilde en el barrio del Raval, en Barcelona, donde tenía una heladería. Desde allí presuntamente movía lanchas, pesqueros y avionetas por el Estrecho, a miles de kilómetros de distancia. Cuando lo detuvieron, estaba utilizando, a la vez, cinco móviles. Al lado tenía una libreta donde apuntaba toda la operativa.
Era un auténtico noctámbulo. Apenas salía de su casa y trabajaba al caer el sol. «Si tuviera que destacar algo de él, sería su estilo de vida, que estaba basado en la discreción», afirma uno de los investigadores. «Es la única receta para sobrevivir 20 años en el negocio, no como los típicos narcos que van con cochazos y se pegan la vida padre».
Cuando Fikri entró en el radar de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, los agentes supieron que estaban ante uno de esos traficantes considerados «intocables». Al principio era poco más que un nombre, un rastro sin rostro en las escuchas y los legajos policiales. De hecho, tardaron seis meses en verle por primera vez la cara desde que iniciaron las vigilancias en torno a él.
Fikri, ‘Ali’, nació en Alhucemas y llegó al mar antes que al narco. Se inició en las artes de pesca con su amigo Adil, alias ‘Capuchino’, que más tarde se convertiría en su lugarteniente y mano derecha. Fikri habría escalado desde la base todos los peldaños del negocio: empezó de porteador, cargando fardos en las playas, pasó a piloto de narcolanchas y acabó siendo, según la UCO, «el mayor proveedor de hachís a España».
Los investigadores del Grupo Central Antidrogas están convencidos de que Fikri movió –que sepan- 132 toneladas de hachís y más de 3.359 kilos de cocaína en tan solo cinco meses del año 2021. En un solo alijo se atrevió a introducir 15.000 kilos de hachís en Huelva. Los agentes creen que era una especie de mayorista de la droga y proveedor de servicios para el narco que tenía entre sus clientes a traficantes tan conocidos como ‘El Messi del hachís’ o el clan de ‘Los Castaña’.
Los guardias civiles de la UCO han acreditado conexiones con narcos gallegos, mexicanos o colombianos. Y también con Dubái, considerado actualmente el «centro neurálgico» del narcotráfico mundial. De allí importaba Fikri carísimos relojes –comprarlos en España hubiese despertado sospechas- y otros artículos de lujo que una red de ‘mulas’ (personas que utilizan su cuerpo para transportas mercancías ocultas) le traían hasta su domicilio en Barcelona.
Pero la austeridad era, en realidad, pura fachada. «Lo que llevaba puesto el día que lo detuvimos podía costar un millón de euros; solo el reloj estaría valorado en 800.000 euros», afirma uno de los responsables de la investigación. Tenía contactos en Puerto Banús para comprar ropa de las firmas más exclusivas y, de tanto en cuando, viajaba a Ibiza, donde disfrutaba de casas, yates de lujo y coches, como el Lamborghini Urus.
Dinero en efectivo intervenido en la ‘operación Mvrand’. / SUR
Los investigadores de la UCO le calculan un patrimonio -sólo en España- de cinco millones de euros. No en vano, en las redadas de la operación se han intervenido 995.000 euros en efectivo. «No tenemos dónde esconder tantos billetes», llegó a decir en una conversación intervenida por la Guardia Civil durante las pesquisas.
En uno de los registros, los agentes encontraron los planos de la mansión que, al parecer, Fikri pretendía construirse en Barcelona, una villa de lujo con televisores de última generación en cada habitación, muebles y electrodomésticos carísimos y un presupuesto cercano a los dos millones.
En 20 años, Fikri no sólo habría logrado crear una infraestructura para enviar hachís desde el norte de África hasta España, sino que también habría controlado la llamada ‘ruta africana’ con una red de avionetas que cruzan Marruecos de punta a punta cargadas de cocaína. Y todo, sin levantar sospecha. Sin llamar la atención. Hasta que lo detectó la UCO.
La explicación de esta nueva ruta es simple. La presión policial ha reducido al mínimo las aprehensiones en el Atlántico de veleros y mercantes, que ahora arriban a destinos más apacibles para descargar, como Costa de Marfil o Sierra Leona. «Una vez desembarcada en puertos africanos, la droga se mueve en avionetas desde el sur hasta el norte de Marruecos», apunta uno de los investigadores, que está convencido de que, para ello, habrían estado utilizando la infraestructura de Fikri.
Uno de los detenidos en la última fase de la operación, tras una redada en Puerta Blanca. / SUR
Ali fue detenido en diciembre de 2021 en una primera fase de la operación, bautizada con el nombre ‘Mvrand’, junto a una decena de personas, entre ellas varios miembros de su familia. La UCO no sólo puso el foco en la droga, sino también en el dinero y en la supuesta red de blanqueo. El pasado octubre culminó la segunda, con otra decena de arrestos, entre ellos Capuchino, que vivía en el Camino de la Térmica, y un abogado afincado en la provincia, en una redada que se desarrolló principalmente en la barriada malagueña de Puerta Blanca.
Las rutas han cambiado. Los procedimientos han cambiado. Pero la inteligencia policial, también. Antes, la mayoría de las operaciones segaban una y otra vez la base, pero la hidra del narcotráfico tiene la capacidad de regenerarse y hacerse más fuerte.
Ahora, el paradigma es diferente. «Está cayendo gente de primerísimo nivel», afirma, satisfecho, uno de los responsables de la investigación. Ya no hay intocables. Ni siquiera los pesos pesados.