Carlos Lehder dirigió una isla privada donde llegaban los aviones ful de cocaína

Carlos Lehder dirigió una isla privada done llegaban los aviones ful de cocaína. Lehder, quien fuera socio del narcotraficante Pablo Escobar y uno de los primeros “’cowboys de la cocaína”, ha quedado en libertad luego de una larga sentencia en Estados Unidos y ha sido deportado a Alemania, dijo hoy martes su abogado, quien dijo que estará comenzando de nuevo en Berlín.

Antilavadodedinero / APjoshgoodman

ARCHIVO - Esta foto sin fecha muestra a Carlos Lehder, socio de Pablo Escobar y uno de los primeros
ARCHIVO – Esta foto sin fecha muestra a Carlos Lehder, socio de Pablo Escobar y uno de los primeros “cowboys de la cocaína” en Colombia. Un abogado de Lehder dice que su representado ha quedado en libertad tras una larga sentencia en Estados Unidos y ha sido deportado a Alemania.

En los 80 , Lehder dirigió una isla privada que era una parada de tránsito para aviones cargados de cocaína con destino a miami.

Carlos Lehder se fue en un vuelo el lunes hacia Berlín tras salir de un penal en Florida, donde estaba como parte del programa de protección de testigos del gobierno federal, dijo el abogado Oscar Arroyave en comentarios a The Associated Press.

Lehder, de 70 años, fue uno de los cabecillas del cártel de Medellín, el cual dominó el tráfico mundial de cocaína en la década de 1980. Admirador simultáneamente de John Lennon y Adolf Hitler, Lehder es mostrado en la serie de Netflix “Narcos” como un hombre alocado y mujeriego que estableció un punto de tránsito para aviones cargados con cocaína en una isla privada, Cayo Norman, en Las Bahamas.

Su extradición a Estados Unidos en 1987 desató un período de intensas operaciones estadounidenses contra narcotraficantes colombianos, que en el peor momento de la sangrienta guerra territorial entre cárteles consiguieron librarse de enjuiciamiento en Colombia con amenazas y sobornos.

Mónica la hija del narco colombiano

Muchos colombianos se conmovieron al escuchar el testimonio de Mónica, la hija del extraditado Carlos Lehder, pidiéndole al presidente de la República que le ayudara a su padre a volver a Colombia para morir en su tierra. Durante décadas el apellido Lehder había encarnado la figura de un narco ultrapoderoso y excéntrico, pero la imagen que reveló su hija era muy distinta: la de un hombre de 70 años absolutamente solo, suplicando la ayuda del mismo Estado al que una vez casi puso de rodillas.

Escobar, su socio y luego rival, no se pasó un día en prisión en Estados Unidos, muriendo en un tiroteo con la policía en Medellín en 1993. Pero desde entonces, miles de narcotraficantes colombianos han sido sentenciados a prisión en Estados Unidos, muchos de ellos cumpliendo sentencias mucho más breves que Lehder.playlist error: This content is currently unavailable from within your country.

Arroyave, que no representaba a Lehder en el momento de su arresto, dijo que las directrices federales de sentencias dificultaban mucho la defensa para los acusados que disputaban cargos y perdían en un juicio con jurado.

“Nadie acusado de narcotráfico es enjuiciado ahora en Estados Unidos”, dijo Arroyave, que agregó que planea viajar pronto a Berlín para compartir una cerveza de celebración con su representado luego de una odisea tan larga. “Si se hubiese declarado culpable, habría estado en casa hace 15 años. En el mundo actual, hay narcotraficantes mucho más importantes que Carlos Lehder que cumplen cinco o seis años”.

Lehder fue sentenciado originalmente a 135 años de prisión, además de cadena perpetua, pero tras aceptar declarar contra el dictador panameño Manuel Noriega, su sentencia fue reducida a 55 años.

Lehder adquirió la ciudadanía alemana a través de su padre, quien migró a Colombia. Arroyave dijo que Lehder no tiene intenciones de regresar a Colombia y que las autoridades alemanas proveyeron asistencia para permitirle establecerse en su país adoptivo.

Conocía todo sobre Pablo Escobar

Lehder es tal vez el principal testigo viviente de lo que fue el emporio de terror de Pablo Escobar y la estela de crimenes, excesos y lujuría que dejó a su pasó. Lehder, quien ha estado por décadas incomunicado, en la celda de una cárcel de los Estados Unidos, suele ser noticia cada tanto. Antes de la pandemia este año, el Gobierno anunció que las tierras que habían sido de su propiedad, entre ellas la Posada Alemana, podrían convertirse en un enorme parque temático del mismo estilo de la Hacienda Nápoles del capo Pablo Escobar.  

Pero quizá la voz más sonora de Lehder estaba asociada a un solo clamor: regresar a morir al país. Por eso, su supuesto traslado a Alemania, por razones humanitarias, ha causado sorpresa. Los detalles los entregó la revista ‘Der Spiegel‘. “El cómplice más cercano de Pablo Escobar enviado a Alemania”, aseguro la publicación. La entrega del veterano narco, quien fue extraditado por Bogotá a Nueva York en 1989, sorprende también a Colombia, pues las autoridades judiciales reclamaban que una vez saldara sus deudas con los gringos, regresara a Colombia donde le aguardaban voluminosos expedientes. 

La vida bajo el estigma del apellido narco

Mónica, la hija de Carlos Lehder, pudo haber llevado la peor parte de esa vida. Cuando ella nació su papá ya era un capo perseguido por las autoridades. No tuvo la oportunidad de conocerlo porque lo capturaron y lo extraditaron cuando ella tenía 4 años.

Los primeros recuerdos que tiene de él son las cartas que le mandaba desde la prisión. “Me hacía dibujos increíbles con animales, paisajes, árboles y estrellas. Las hacía en hojas de ‘block’, con lapicero y sin colores, pero significaban todo para mí cuando era niña”, cuenta.

Las pocas veces que hablaban por teléfono, él siempre le preguntaba cómo estaba, cómo iba en el colegio y qué ropa tenía puesta. Desde ese momento hasta hoy le ha dicho “pelusita” y siempre la ha tratado como si no hubiera crecido.

Cuando ella tenía 9 años, su familia se acogió a un programa de protección de testigos de Estados Unidos. Así llegó en invierno a un pequeño pueblo de ese país, sin hablar inglés y con el único deseo de conocer a su papá.

Esperó un año y medio. Cuando llegó el gran día, la parafernalia la asustó. Unos guardias federales las recogieron a ella y a su mamá. Viajaron en una camioneta sin ventanas y cambiaron varias veces de avión hasta que llegaron a un apartamento en la mitad de la nada.

Mónica recuerda el momento en que vio a su papá con nostalgia. Estaba esposado en la entrada y la miró fijamente durante varios minutos, según ella, con inmensa ternura. Luego se fundieron en un solo abrazo que no se pudo repetir porque en las visitas está prohibido tocarse. De ese momento a hoy, más de 20 años después, solo ha podido verlo dos veces más.

Todos los hijos de los capos sostienen que tuvieron que crecer con el enorme peso de sus apellidos. Nunca han podido llevar una vida normal. Ser Escobar, Lehder o Rodríguez entraña un gran estigma. Los 15 hijos de los hermanos del cartel de Cali, por ejemplo, aseguran que la justicia les ha cobrado las acciones de su padre como un “delito de sangre”. Cuentan que desde 1996 viven en una constante zozobra pues las autoridades los han allanado más de 200 veces y han abierto procesos penales contra 36 miembros de su familia.

Aseguran que no conocían las actividades delictivas de los Rodríguez Orejuela. “El narcotráfico era para mi papá como una amante escondida”, cuenta Jaime. “Cuando estaba en la universidad él fundó el Hipódromo del Valle. El día de la inauguración dio un discurso al que asistieron políticos y empresarios.

Si el Estado no sabía en lo que él estaba, ¿cómo podría saberlo yo?”, se queja Humberto. Su padre llegó a tener varias empresas legales, entre ellas el Banco de los Trabajadores, la Corporación Financiera de Boyacá y hasta la distribuidora de Chrysler en Colombia.

Durante varias décadas fueron profesionales exitosos, graduados de las universidades de Columbia y Stanford, que llegaron a gerenciar empresas como Drogas La Rebaja y otros bienes asociados a sus papás, que luego fueron su condena.

Reflexiones de la hija del cowboys de la cocaína

Mónica Lehder, ha vivido convencida de que no tiene que esconderse de nadie. Estudió en Bogotá diseño de modas y vive de su propio negocio de vender ropa. Cuenta que por la particularidad de su apellido a veces le preguntan “¿Usted tiene que ver con ese Carlos Lehder? Siempre piensan que puedo ser pariente lejana pero se sorprenden cuando contestó sí, soy la hija”.

Ella también ha llevado el peso del pasado del capo, pero dice que ha podido superarlo porque sabe quién es y tiene los pies en la tierra. “La gente habla de él como una persona fría, malvada, sin escrúpulos. Pero al final para mí, ese no es mi papá. Me gusta pensar que si él estuviera libre seríamos grandes amigos y viajaríamos por el mundo. Le tengo un amor sin límites”.

Nada resume mejor la necesidad de la sociedad de enfrentarse al pasado y superarlo que la reflexión de la hija de Carlos Lehder sobre su propia historia: “Rechazo ese culto enorme que le tenemos al narcotráfico. Si las novelas mostraran la soledad, la persecución y el dolor que vivimos, ningún niño colombiano se atrevería a decir: qué berraquera ser Pablo Escobar o Carlos Lehder”.

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