Ciberdelincuentes alertan sobre otro gran apagón en España

El pasado 28 de abril, toda España, menos las Islas, se vio sorprendida por un apagón que dejó sin luz durante un mayor o menor periodo de tiempo. Aunque el corte duró relativamente poco y los servicios se restablecieron con rapidez, el incidente reavivó una de las preocupaciones más serias del mundo digital actual: la vulnerabilidad de las infraestructuras críticas frente a posibles ciberataques.

Desde el Gobierno se apresuraron a descartar que se tratase de un ataque malicioso, y todo apunta a un fallo técnico puntual. Sin embargo, la sombra de un ciberataque planeó durante horas sobre la opinión pública, dejando claro que, aunque esta vez no se tratara de una agresión digital, podría serlo en el futuro. Y es ahí donde las alertas deben mantenerse encendidas.

El presidente gobierno Pedro Sánchez en rueda prensa. Foto: Belga / Europa Press

España, en el punto de mira de los ciberataques internacionales

El conflicto geopolítico entre Rusia y Occidente ha tenido numerosas ramificaciones en el terreno digital. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, las operaciones cibernéticas patrocinadas por Moscú han aumentado su agresividad y sofisticación.

Estos grupos no actúan únicamente por motivos financieros. En muchos casos, su objetivo es desestabilizar países, interrumpir servicios esenciales y generar desconfianza en las instituciones públicas. La energía es uno de los sectores más expuestos, dado su papel estratégico y el impacto directo que tiene en la vida cotidiana de millones de personas

¿Cómo se podría provocar un apagón a través de un ciberataque?

Una de las formas más comunes de infiltrarse en los sistemas de una empresa eléctrica es a través del phishing. Mediante correos electrónicos fraudulentos, los atacantes buscan que un empleado haga clic en un enlace o descargue un archivo que instale malware. Este software malicioso puede dar acceso remoto a los sistemas internos de la organización, desde donde los atacantes pueden tomar el control de procesos, desconfigurar parámetros o incluso paralizar equipos críticos.

Los cibercriminales más avanzados utilizan herramientas de persistencia para permanecer ocultos en la red durante semanas o meses, recopilando información, escalando privilegios y explorando puntos débiles. Cuando están listos, pueden lanzar un ataque coordinado que paralice estaciones eléctricas, modifique el flujo energético o interrumpa las comunicaciones de control.

Ataques a la cadena de suministro digital

Otro vector de ataque muy empleado por los grupos con origen en Rusia es la infiltración en la cadena de suministro. En lugar de atacar directamente a una gran compañía energética, pueden comprometer a un proveedor de software, a una empresa de mantenimiento o a cualquier entidad que tenga acceso legítimo a los sistemas.

Mediante esta técnica, los atacantes introducen código malicioso en actualizaciones o herramientas legítimas, de forma que el malware llega al sistema objetivo sin levantar sospechas, aprovechando los canales de confianza ya establecidos. Este fue, de hecho, el método usado en el famoso caso de SolarWinds que afectó a miles de entidades a nivel mundial.

Uso de ransomware dirigido contra infraestructuras críticas

Aunque el ransomware suele tener como objetivo el beneficio económico, en manos de actores geopolíticamente motivados puede convertirse en un arma para desestabilizar países. En lugar de pedir un rescate, los atacantes simplemente bloquean sistemas clave o destruyen datos, provocando interrupciones en el suministro de energía sin posibilidad de recuperación rápida.

Si un grupo de ciberdelincuentes lanzara un ransomware contra los centros de control de una red eléctrica española, podría impedir la supervisión del sistema, desactivar protocolos de seguridad o impedir la comunicación entre nodos energéticos, generando caos e incertidumbre.

Casos similares que demuestran que el riesgo es real

Los apagones provocados por ciberataques no son una teoría. En 2015 y 2016, Ucrania sufrió dos apagones generalizados atribuidos a grupos de ciberespionaje ruso como Sandworm. En ambos casos, los atacantes penetraron en las redes de distribución eléctrica y ejecutaron comandos que apagaron subestaciones completas. El ataque no solo dejó sin luz a cientos de miles de personas, sino que sirvió de advertencia a otros países sobre la capacidad real de estos grupos para causar daños físicos a través del ciberespacio.

Desde entonces, Estados Unidos, Reino Unido y otros países europeos han invertido miles de millones de euros en reforzar la ciberseguridad de sus infraestructuras críticas. España no ha sido ajena a esta tendencia, pero sigue habiendo desafíos importantes, especialmente en cuanto a la coordinación entre organismos públicos y empresas privadas.

Prepararse ahora para evitar el caos mañana

Los expertos coinciden en que el principal enemigo en estos escenarios es la complacencia. Que el apagón del 28 de abril no haya sido un ciberataque no significa que no pueda ocurrir mañana. La resiliencia digital no se construye solo con tecnología, sino con cultura organizacional, entrenamiento continuo y una vigilancia constante.

Las compañías eléctricas deben revisar sus protocolos, aplicar segmentación de redes, cifrar sus comunicaciones internas y garantizar que los accesos están limitados y monitorizados. Por su parte, los gobiernos deben establecer canales de comunicación rápidos y seguros con el sector privado, además de fomentar la inversión en capacidades nacionales de ciberdefensa.

Lo que está en juego no es solo la luz que llega a nuestras casas. En un mundo digitalizado, un apagón provocado puede afectar al transporte, a las telecomunicaciones, a los hospitales y a la economía entera de un país. Estar preparados es, hoy más que nunca, una cuestión de seguridad nacional.

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