Cómo los cárteles de drogas mexicanos invaden al territorio de Colombia

No solo existen emisarios en Colombia llegados desde Sinaloa, reportes policiales también advierten de la presencia de miembros del Cartel de Jalisco Nueva Generación e incluso de Los Zetas.

A los carteles de México no les interesa fomentar la guerra entre las organizaciones criminales colombianas ni tomar partido por una de ellas, tampoco tener el control de un territorio, como sí lo hacen en su país. Lo que buscan, en esencia, es abaratar costos. “Actúan como empresarios que invierten en una franquicia.

Ya no se quedan en México esperando a que les vendan la cocaína en 12 dólares o 15 mil, sino que vienen para acá y compran a los laboratorios directamente. Incluso invierten en los laboratorios y consiguen el kilo en 2 mil dólares o menos”, señala Daniel Rico.

El experto añade que esta estrategia no solo elimina a los intermediarios, sino que les garantiza obtener un producto de calidad. “Durante muchos años a los mexicanos les vendían cocaína mezclada con otras sustancias y eso ha venido cambiando”, concluye.

Los predecesores de Joaquín Guzmán Loera fueron los primeros en aproximarse a Colombia, después el Chapo supo aprovechar ese mercado abierto para convertirse en multimillonario. Y los que le siguen, han demostrado que son capaces de adaptarse a las nuevas condiciones que se viven en el país.

La presencia de narcos de México en el país no es nueva, pero por diferentes razones su influencia ha crecido en los últimos años. Ellos no necesitan traer sus ejércitos ni instalarse en grandes extensiones de terreno.

Llegan a Colombia, identifican a las organizaciones que les pueden ofrecer lo que buscan (cocaína, logística de traslado de la mercancía o seguridad), las contratan, pagan y se van. Otro factor determinante y más reciente es que ya no está la exguerrilla de las FARC como regulador en varios territorios que ahora se han convertido en zonas de disputa entre bandas criminales, paramilitares y el Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Su inmensa capacidad económica les da la ventaja decisiva para contratar a las organizaciones colombianas, exigirles un producto de calidad e imponerles plazos de entrega.

La Defensoría del Pueblo no es la única entidad que ha advertido del incremento de la influencia de los narcos provenientes de México, la Fiscalía y el gobierno también lo han hecho y señalan que su presencia está en al menos 10 de los 32 departamentos de Colombia.

Para los carteles de Cali y Medellín, los mexicanos eran sobre todo sinónimo de mano de obra en los 80. México ni siquiera era la plaza más importante para ingresar cocaína a Estados Unidos, como sí lo eran las rutas por Las Bahamas y sus alrededores. A mediados de los 90, esa situación comienza a cambiar en medio de la caída de los dos grandes carteles y la guerra entre las organizaciones de narcotraficantes colombianas que luchaban entre ellas para remplazarlas.

“En los años 80 había estructuras como la de Pablo Escobar o la de los hermanos Rodríguez Orejuela que eran capaces de controlar desde el cultivo, la producción, la transformación de la hoja en cocaína, el traslado de la mercancía en lanchas o aviones y la distribución en las calles de Estados Unidos, pero eso cambió mucho», explica a BBC Mundo el investigador Daniel Rico. El profesor universitario y consultor internacional en la materia explica que, en Colombia, desde el fin de los dos grandes carteles, las organizaciones que quedaron solo pueden controlar alguno de los eslabones de la cadena y desde entonces los mexicanos tomaron protagonismo.

“El ingreso promedio de los narcotraficantes colombianos se redujo a un tercio porque las principales organizaciones mexicanas comenzaron a comprar de manera directa acá. La ganancia, por ejemplo, por un kilo de cocaína pasó de 20 mil dólares a 7 mil”, indica el experto. Rico añade que, desde entonces, los carteles de México aprovechan que los grupos criminales de Colombia necesitan de sus recursos para financiar sus disputas territoriales y con ello se garantizan la cocaína que necesitan.

De acuerdo a estimaciones de la Administración para el Control de Drogas estadounidense (DEA por su sigla en inglés), el 82% de la cocaína salida de Colombia rumbo a Estados Unidos pasa por Centroamérica o México. La salida de las FARC, que tenían presencia fuerte en la mayoría de las zonas de cultivo de coca, supuso nuevos enfrentamientos entre organizaciones como el Clan del Golfo, los Rastrojos y el ELN, entre otras, en departamentos como Cauca, Chocó, Córdoba, Nariño y Valle del Cauca.

La desmovilización del grupo armado no solo supuso el incremento de la violencia entre bandas criminales, también un aumento de las plantaciones de coca que alcanzó cifras récord. Según el Sistema de Monitoreo de Cultivos Ilícitos de la Organización de Naciones Unidas, en la última medición hecha (2017) se estableció que en Colombia existen más de 171 mil hectáreas de coca cultivada, algo nunca antes visto desde que la ONU realiza estas estimaciones.

El reporte correspondiente a 2018 será presentado en los siguientes meses. Este incremento en las plantaciones, indican los expertos, también supone un aumento lógico en la oferta de clorhidrato de cocaína, pues en Colombia el uso tradicional de la hoja de coca es muy pequeño (a diferencia de países como Bolivia y Perú). Esta situación fue advertida por Estados Unidos, pero también por los carteles mexicanos.

Es por ello que, de acuerdo al portal de investigación Verdad Abierta, estas organizaciones comenzaron a relacionarse con grupos colombianos dedicados desde los cultivos y la producción de pasta base, hasta la exportación y distribución local para el narcomenudeo. El jefe de operaciones de la policía antinarcóticos colombiana, Carlos Bueno, sostiene que los emisarios mexicanos quieren eliminar a los intermediarios y por eso desembarcaron en Colombia. “Entendemos que han venido a hacer parte de la cadena.

Han venido a contactar las organizaciones ellos mismos y para verificar el producto, la cocaína que están comprando, y, posteriormente, enviando a México”, dijo el coronel. En abril de este año, Bueno dirigió el operativo que terminó en la captura en Bogotá de alias Rafa, emisario de Ismael “Mayo” Zambada y el Cartel de Sinaloa en Colombia.

El excomandante de las FARC y ahora prófugo de la justicia Jesús Santrich es acusado por la Fiscalía de Colombia y por Estados Unidos de conspirar para entregar cocaína a la organización criminal sinaloense.

ALD/BBC

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