El «éxito» de la «célula del Molenbeek», que atentó en París en 2015 y en Bruselas en 2016, se explica porque «su núcleo duro estaba formado por criminales profesionales, con una importante experiencia en delitos violentos, y que se convirtieron en acérrimos» seguidores de la ideología yihadista, explica el criminólogo neerlandés Cyrille Fijnaut.
Antilavadodedinero / EFE
Reclutaron a jóvenes inexpertos, atrapados entre dudas existenciales sobre su identidad, que crecieron rodeados de desempleo y falta de esperanzas en un distrito belga vinculado con la criminalidad, la pobreza, la marginalidad y el extremismo islamista, pero el «núcleo duro» de aquella célula yihadista estaba formado por verdaderos maestros del crimen organizado, la lucha armada y la delincuencia violenta.
«Nadie puede organizar algo de ese calibre solo con jóvenes sin experiencia, ni contactos. Analizando todas estas redes, nos damos cuenta de que su gente más importante había estado involucrada en atracos armados a bancos, en lucha armada, falsificaciones y, sobre todo, sabían cómo estar fuera del radar policial y de los servicios de inteligencia», añade Fijnaut.
Lograron burlar a los servicios de inteligencia belgas y franceses, organizaron una red de casas seguras por las que se movieron para organizar los atentados sin que nadie se percatara, reclutaron jóvenes para cometer los atentados y contactaron a gente que pudiera alquilarles los coches, comprar el material y adquirir las armas y explosivos.
Fijnaut, que llegó a formar parte del comité de investigación de los atentados del 22 de marzo de 2016 en Bruselas, estudió al detalle la formación de las redes involucradas en esos atentados, lo que plasma ahora en su libro «La relación entre el crimen organizado y el terrorismo y los ataques en París y Bruselas en 2016-2016» (editorial Intersentia).
Considera importante que el «núcleo duro» de la célula eran expertos criminales con conexiones, que luego «fueron reclutados por yihadistas». No solo tenían acceso a las armas de fuego, estaban acostumbrados al uso de «contraestrategias defensivas» con comunicación cifrada, uso de un alias, fraude de alquiler de casas seguras y coches», y contaron con la cooperación activa de parte de Molenbeek, pero también con su «tácita pasiva».
EL NÚCLEO DURO
Una de las caras más sonadas era la de Abdelhamid Abaoud, que falleció en un asalto policial en el suburbio de Saint-Denis tras 5 días de persecución. Fingió su propia muerte en 2014 en Siria para volver discretamente a territorio europeo y organizar los atentados terroristas de París el 13 de noviembre de 2015, que se cobraron la vida de 130 personas.
«Abaoud tenía un historial de antecedentes criminales bastante largo. Realmente formó la célula, organizó sus ramificaciones con mucha gente, no solo en Molenbeek sino en todo Bruselas, y aprovechó sus vínculos con diferentes grupos criminales», añade Fijnaut.
También estaba Mohamed Abrini, conocido como el «hombre del sombrero». Tenía 45 condenas por robos, drogas y violencia, participó en el ataque en el Aeropuerto de Bruselas en 2016. Ahora está en prisión tras confesar su relación con la célula de Molenbeek.
Abrini, cuyo hermano murió luchando en Siria, era amigo de la infancia de Salah Abdeslam, que hizo de chófer a los demás terroristas a la sala del Bataclan en París, donde se inmoló su hermano Ibrahim. Abdeslam fue arrestado tras una operación antiterrorista en Molenbeek, protagonizando una persecución de película que marcó la imagen del distrito bruselense.
«Gracias a los métodos utilizados por Abaoud y su grupo de delincuentes, lograron, a pesar de todo, preparar todo desde fuera del radar. Incluso condujeron sus coches hacia París con total normalidad, sabiendo muy bien qué es lo que iban a hacer», añade.
PROTEGIDOS EN EL BARRIO
La fragilidad de las fronteras también jugó su papel. Sus líderes pudieron viajar entre siria y Bélgica «con toda facilidad» y luego «explotaron las debilidades de la UE organizando ataques en París desde territorio belga, lejos de los ojos» de las autoridades francesas.
«Una de las cosas más increíbles fue ver que Abdeslam logró esconderse casi cuatro meses en Molenbeek después del atentado en París. Las autoridades policiales belgas concluyeron que claramente había tenido el apoyo de una red, de pequeños o grandes criminales, de lo contrario, nadie podría ocultarse durante tanto tiempo con toda la policía detrás», añade.
Al fijarse en los recientes ataques de Viena, Niza o París, este criminólogo, que lleva 25 años analizando estos fenómenos, no cree que los atacantes hayan actuado solos, «aunque a simple vista parezcan lobos solitarios» sin conexiones mayores.
«Generalmente, siempre hay enlaces y antecedentes, pero lleva tiempo reunir los detalles que muestren que no son tanto unos criminales o yihadistas que van por su cuenta», añade.
Concluye que la cooperación policial y de inteligencia a nivel europeo se ha reforzado en los últimos años, dificultando la preparación de ataques a gran escala como los de Bruselas o París, por lo que no descarta que «los extremistas hayan decidido cambiar sus métodos».