Aunque el objetivo principal de los grupos terroristas no es financiero, requieren fondos para llevar a cabo sus actividades. Sus mecanismos de financiación tienen una naturaleza transnacional e incluyen fuentes procedentes tanto de empresas legales como de actividades ilícitas.
El abogado penalista, magistrado, especialista en delincuencia organizada, Dr. Alejandro Rebolledo, detalla que esta es precisamente una de las principales diferencias entre el blanqueo de capitales y el financiamiento al terrorismo.
“La diferencia entre el lavado de dinero y el financiamiento al terrorismo, es que en el primero el origen del capital es ilícito; mientras que en el segundo el dinero puede ser de origen lícito como ilícito”, explica.
El Dr. Rebolledo alude a la actuación del fallecido líder de la organización criminal Al Qaeda Osama Bin Laden quien, junto a su familia, se dedicaba al negocio de la construcción y utilizaba parte de sus ganancias procedentes de esta actividad para apoyar al terrorismo.
Pero, además, muchos combatientes extranjeros se microfinancian con ayudas sociales, créditos bancarios o a través de fraudes financieros.
“Estas organizaciones terroristas usan como método más común el hawala, que es un método que se basa en la confianza y que nunca toca al sector financiero por basarse precisamente en la confianza. Es decir, una persona entrega una cantidad de dinero a otra en virtud de conocerlo, de tener relaciones familiares, religiosas y pueden hacerse préstamos, transferencias de bancos, pero se hacen con el fin de financiar al terrorismo”, detalla el experto.
Este sistema predomina en amplias regiones de Asia y Oriente Medio, así como dentro de las comunidades de inmigrantes.
Por su parte, el perito judicial, especializado en blanqueo de capitales y financiación al terrorismo y miembro de la Asociación Española de los Sujetos Obligados en Prevención del Blanqueo de Capitales (Aseblac) y de la Comunidad de Inteligencia y Seguridad Global (Ciseg) Juan Carlos Galindo añade que está comprobado que ciertos países financian a través de fundaciones y asociaciones a estos grupos terroristas que, a su vez se han convertido ya no solo en terroristas, si no en bandas al uso del crimen organizado, extorsionando, secuestrando, contrabandeando, traficando con armas, mujeres, drogas, obras de arte, petróleo y más.
“Todo ese dinero si necesitan blanquearlo para utilizarlo fuera de su zona de confort (Afganistán, Pakistán, Irán, siria, Turquía, etc.). Ahí, se convierten en un blanqueador al uso, necesitan empresas, asociaciones, fundaciones, negocios ficticios o no (auto blanqueo), etc”, indica a la redacción de Antilavado de Dinero. Y es justo en ese momento cuando estas organizaciones delictivas adentran sus garras en instituciones financieras.
Y es que, sin importar si el origen de los recursos es legítimo o no, para los grupos terroristas es importante ocultar la fuente y su uso, para que la actividad de financiamiento pase inadvertida.
¿Cómo prevenir este riesgo?
Tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, la detección y prohibición del financiamiento al terrorismo se convirtió en una prioridad para la comunidad internacional.
Aunque estos planes terroristas sincronizados de Al Qaeda tuvieron un coste estimado de 400.000 dólares, unas semanas después de los feroces atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, el diario The New York Times reveló que los terroristas “habían dejado un amplio rastro de papel de cuentas bancarias, tarjetas de crédito y transferencias de dinero, porque utilizaron el sistema bancario sin filtros”.
Lo que significa que los terroristas no tuvieron dificultades para mover el dinero en el sector financiero. Es por ello que, a partir de ese momento, los bancos utilizaron sistemas para detectar transacciones sospechosas: cualquier depósito de inmediato era reportado a las agencias internacionales para tener cuidado y vigilar, en todo caso, a los presuntos terroristas. No obstante esas estrategias de los bancos ya son obsoletas porque la forma de operar de los grupos criminales cambiaron.
Solo entre 2015 y 2016, casi 10 millones de euros fueron transferidos desde cuentas bancarias de Bélgica para financiar el terrorismo, según el diario Libre Belgique. La cifra quintuplicó las realizadas en 2011, existiendo evidencias de más de 400 cuentas bancarias.
A esto se une la actuación del grupo Estado Islámico (EI). Esta organización se ha convertido en la insurgencia terrorista más rica del mundo desde que se estableció el califato en 2014. La financiación del también conocido como Isis o Daesh, cuyo presupuesto anual aproximado es de 2.000 millones de dólares, según servicios de inteligencia internacionales, se mueve también a través de entidades bancarias.
Hoy, el Estado Islámico cuenta con la organización necesaria para reclutar a militantes en todo el mundo y generar confusión, creando incertidumbre en las investigaciones monetarias que no rinden frutos.
Por ejemplo, un nuevo integrante del Estado Islámico puede retirar dinero en cualquier parte del mundo utilizando un cajero electrónico. Una vez que éste llegue al lugar pactado para su iniciación, puede recibir un depósito electrónico.
Cuando el nuevo integrante de la célula cambia de residencia de nuevo, tal vez utilice una tarjeta de crédito, o tal vez sus padres le envíen un giro postal con dinero a otra parte del mundo donde alguien más se lo hará llegar al novato. Creando movimientos que por sí solos -quizá- no generen ninguna sospecha.
Es por ello que el experto español Galindo asevera que se deben “redoblar las políticas de admisión de clientes y de conocimiento del cliente para que las alertas frente al terrorismo funcionen, y se adecúen a esta manera tan particular de su financiación”.
Alude a que es posible encontrar empresas, asociaciones y fundaciones legales y de prestigio, pero que pueden estar financiadas por países o empresas simpatizantes con la yihad y destinar una parte de ese dinero lícito, que les llega a través de subvenciones o ayudas de estas naciones o empresas, para financiar células u otras actividades terroristas.
Y es justo allí donde, según el Dr. Rebolledo, debe haber un monitoreo de la ruta, origen y destino del dinero. “Por eso debe haber un conocimiento previo sobre quiénes son las empresas o sujetos vinculados al terrorismo”, añade.
Sin embargo, para Galindo todo esto pasa por una necesaria voluntad de las empresas financieras, en tanto este tipo de financiación necesita más investigación, análisis, preparación y formación para distinguir alertas tempranas que identifiquen indicios de financiación del terrorismo.
Y es que, tal como se ha expuesto anteriormente, las transacciones bancarias que se utilizan en el terrorismo pueden ser menos sofisticadas de lo que se piensa, convirtiendo a las tareas de rastreo en algo muy complicado.
Por lo general, las sumas de dinero que se transfieren pasan desapercibidas porque en muchos casos las cantidades son tan pequeñas que no levantan sospechas: dinero para una familia, pago por servicios, renta de equipos, entre otros, que benefician a las células conformadas no solo por los ejecutantes sino por las familias de estos.
De allí que la obligación del sector financiero de conocer al cliente y de informar de cualquier transacción sospechosa relacionada con el blanqueo de capitales y la financiación del terrorismo se haya generalizado en la mayoría de los países.
Manhattan, New York, Septiembre 11 -2001
Desterrando al terrorismo
La obligación de reportar actividades sospechosas se ha convertido en una norma no solo para el sector financiero, sino para cada vez un mayor número de actividades y sectores no financieros.
Hoy, es incuestionable la importancia que tiene el control financiero como componente de un proceso mucho más amplio de investigación que también incluirá el análisis de las redes terroristas, los viajes de sus miembros, las comunicaciones y la información proporcionada por los terroristas detenidos.
Es por ello que la lucha contra estos criminales requiere de la combinación de conocimientos de diferentes campos, especialmente el financiero, para seguir la pista del dinero que conduzca a los terroristas. En este proceso, el análisis de la información es tan importante como la recolección.
Pero dicho estudio sobre los informes de actividades sospechosas debe ser rápido y los resultados compartidos por toda la comunidad de inteligencia de forma oportuna. La información no es un recurso para tener guardado sino para compartir lo más ampliamente posible dentro de los límites de la comunidad de inteligencia que va más allá de las agencias tradicionales y que debería incluir a todos los sujetos obligados en la prevención de la financiación terrorista. Y los expertos concuerdan en ello.
“Una vez sea detectada la actividad sospechosa y que los indicios están por encima del promedio del riesgo soportado, se debe de dejar de trabajar con el cliente. Es decir, cerrarle le cuenta sin más y a la vez comunicar a las autoridades de control y las Unidades de Inteligencias Financieras la sospecha”, sugiere Galindo.
En ese momento, las UIF tienen que identificar el abanico de sistemas y métodos de financiación que usan los terroristas y los delincuentes como fuentes de financiación. Y las medidas firmes contra el blanqueo de dinero y los sistemas de financiación antiterrorista constituyen la base de este trabajo.
Pero para llegar a eso, recuerda Rebolledo, debe hacerse la debida diligencia, para establecer con quién se está haciendo negocios en la institución financiera. Debido a que así se podrá determinar si realmente la empresa que está inscrita allí cumple el objetivo por la cual está afiliada.
“Muchas veces se necesita un trabajo de campo para chequear las oficinas, productos y/o servicios que vende esa empresa para ver a qué se dedica. Es decir, hay que ir mucho más allá en el trabajo de investigación si se sospecha o hay indicios de que cierta compañía está involucrada con el terrorismo”, aclara.
Aun así, cada mes nos desayunamos con entidades financieras y de crédito que han sido sancionadas por colaborar con el lavado de dinero y que algún que otro responsable de oficina ha sido detenido, dice Galindo, quien advierte que esto se debe a la falta determinación en los procesos de expulsión de clientes sospechosos de blanqueo de dinero.
A fin de cuentas, las entidades tienen la responsabilidad de identificar las actividades y las fuentes financieras de sus clientes, así como determinar las características de las transacciones que estos realizan.
ALD