Javier Oliva. especialista académico de seguridad y contra violencia de la UNAM habló sobre el deterioro del tejido social ha provocado que cada vez más féminas participen en el crimen organizado; algunas han llegado a posiciones de liderazgo,
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El creciente número de mujeres en el crimen organizado obedece al deterioro del tejido social y a que familias completas se han involucrado en estas actividades. Hay incluso casos de féminas que ocupan puestos de liderazgo en grupos delictivos, dijo en entrevista el especialista en temas de seguridad y académico de la UNAM, Javier Oliva.
“Cada vez más este tipo de actividades se vuelven parte de la vida de muchas familias en distintas regiones del país, no es que haya más mujeres interesadas, es que muchos núcleos familiares están inmiscuidos en la delincuencia; esta se vuelve la única opción de vida que conocen”, dijo.
Incluso, uno de los documentos recientemente revelados por el llamado “Guacamaya Leaks”, señala a diversas muchachas presuntamente al frente de la delincuencia en México, cuyos roles dentro de estos grupos han hecho que sean vigiladas por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena).
De acuerdo con la información filtrada por el grupo de ciberactivistas, algunas habrían llegado a estos puestos tras la captura de sus hermanos, quienes serían los fundadores.
El documento obtenido durante el hackeo a la Sedena identifica a varios sujetos del crimen organizado como “generadores de violencia”, en el cual se incluyen a estas presuntas lideresas del narco mexicano. Se les vincula principalmente con el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), Zetas Vieja Escuela, los Mezcales, Santa Rosa de Lima, y otros grupos menos conocidos.
Para el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, Javier Oliva, esto es evidencia de la pérdida gradual de cohesión social, “en muchos lugares crecen las familias para quienes la delincuencia organizada es su estilo de vida, lo vemos, por ejemplo, con el Cártel Santa Rosa de Lima, cuyos liderazgos han sido heredados de padres a hijos”.
Señaló que la violencia criminal se ha filtrado a tal grado en el tejido social mexicano que hoy tenemos muchísimas familias enteras involucradas en las mafias, “cada vez más, esto es un estilo de vida familiar”.
“Hay que insistir, no es que las féminas lleguen a las mafias, es que hay cada vez más que, de una forma u otra, nacen dentro de este contexto”, comentó.
SIN DATOS DUROS
Lamentablemente, el académico señaló que, hasta el momento, no hay una investigación formal respecto a los factores cualitativos o cuantitativos de la participación de las mujeres en el crimen organizado. Sin embargo, “es un hecho que esto va en aumento, ha crecido su participación y su influencia en los grupos delincuenciales”.
“Esto se ve, por ejemplo, en las noticias que podemos recoger sobre su participación en ejecuciones, o incluso, cuando lideresas de cárteles son capturadas por bandas rivales. Pues vemos que son tratadas como cualquier otro personaje del grupo. Su influencia es fuerte y es triste el grado de violencia que esto conlleva”, afirmó.
El experto recordó el caso del Cártel de Sinaloa, donde su otrora líder, Joaquín Guzmán, tejió una red de poder justamente a través de su pareja Emma Coronel y de sus hijos, “se vuelven mafias familiares que generan conflictos internos muy fuertes y luchas de poder que desencadenan en mayor violencia”.
ROLES
En las últimas décadas, diversos informes de inteligencia han señalado a las mujeres como personas con roles diversos y en ocasiones importantes dentro de los cárteles mexicanos de la droga y otros grupos del crimen organizado.
A las mujeres relaciona- das con el narco se les ha señalado como “narcomenudistas, sexotrabajadoras, mulas, colaboradoras, encargadas del lavado de dinero, operación de tráfico de drogas y personas, e incluso como narcomodelos”, finalizó el experto.
