En la actualidad existen diez monarquías parlamentarias en Europa. La mayoría de ellas no intervienen en el gobierno de sus países y, en su lugar, se limitan a representar al Estado y a hacer valer los intereses de este en el plano internacional. Pero existen numerosas monarquías europeas.
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Pese al enorme patrimonio que poseen los monarcas del Viejo Continente, se trata de una actividad remunerada, un trabajo a tiempo completo, y son los ciudadanos los encargados de mantener económicamente a sus respectivas coronas.
Sin embargo, el coste de las monarquías europeas varía notablemente de un país a otro: la de Mónaco es, con diferencia, la monarquía más cara, con 1.219€ por ciudadano al año.
La Casa de Grimaldi, encabezada por el príncipe Alberto II de Mónaco, cuenta con una asignación de cerca de 48 millones de euros para 2020, aunque se desconoce el desglose exacto de los gastos.
Los Grimaldi siempre han sido muy recelosos con sus cuentas, muy ligadas al buen hacer de la economía monegasca, lo que no evita que, tras dar positivo en coronavirus, Alberto II anunciara recientemente que se reducía un 40% el sueldo.
En el lado contrario se sitúa la corona española, la más barata de toda Europa y solo por detrás de la de Liechtenstein, que no recibe ninguna partida de dinero público.
En concreto, los españoles destinan 17 céntimos por cabeza al año a la Casa Real, cuyo presupuesto total para 2020, al no haberse aprobado unos nuevos Presupuestos Generales del Estado, continúa siendo de 7.887.140€.
Sin embargo, la realidad es que ese presupuesto, al igual que para el resto de familias reales, no cubre todos los gastos asociados a la monarquía.
En España, la asignación directa que los reyes Felipe VI y Letizia reciben del Gobierno no incluye la gestión del parque móvil de la Casa Real o los sueldos de sus funcionarios, ambos sufragados por el Ministerio de Hacienda, así como el mantenimiento del Patrimonio Nacional, “aquellos de titularidad del Estado afectados al uso y servicio del Rey y de los miembros de la Familia Real”.
Estos gastos, entre muchos otros, continúan siendo desconocidos a día de hoy.
Algo similar ocurre en Noruega, donde en 2016 la corona tenía asignado un presupuesto de 24 millones de euros pero una investigación reveló que habían gastado 48 del bolsillo de sus ciudadanos; o en Suecia, una de las monarquías más herméticas con sus finanzas, donde ni siquiera está claro qué parte de los gastos reales es de origen público y cuál privado y donde el mantenimiento de los castillos reales también corre por otras vías.
Caso distinto es el de Reino Unido, la corona que en términos absolutos tiene un presupuesto mayor: 91.065.015€ entre abril de 2019 y marzo de 2020.
Esa cantidad se calcula en función de los ingresos del “Crown Estate” ―un 15%―, el conjunto de propiedades de la corona británica que explota el Estado, y su uso es pormenorizado hasta el más mínimo detalle.
No obstante, desde 2017, la Asignación Soberana (Sovereign Grant, en inglés), nombre oficial que recibe el presupuesto de la Casa Real de Isabel II, asciende al 25% de los ingresos del “Crown Estate”, con el 10% extra destinado a los trabajos de remodelación del palacio de Buckingham.