Cuáles países están involucrados en el conflicto Hamás-Israel

Qué más quisieran Estados Unidos, la Unión Europea y el propio Israel que la guerra, que este último circunscribe a su enfrentamiento con Hamás, no desbordara los límites de la Franja de GazaNo será así, todos están -estamos- implicados de una u otra manera y su desenlace y consecuencias afectarán a todo el mundo. 

atalaya

Por supuesto, el primero es Israel, sorprendido por el masivo ataque realizado por Hamás, organización certificada como terrorista por Estados Unidos y la UE, el sábado 7 de octubre, con la invasión, asesinatos y toma indiscriminada de rehenes tanto en un festival al aire libre como en el recinto de sendos kibutzim y localidades situadas en sus cercanías. 

Una provocación en toda regla a Israel, con intención tanto de que éste emprendiera una brutal operación de venganza, como que la misma pusiera a los países musulmanes en la tesitura de alinearse con el pueblo palestino, encarnado en este caso sin matices por Hamás, o arriesgarse a ser señalados como traidores al islam.

El ataque también rompe, o cuando menos aplaza “sine die”, el proceso de normalización entre Israel y los países árabes, a través de los Acuerdos de Abraham, y destroza la expectativa de que el país que alberga los Santos Lugares del islam, Arabia Saudí, estampe su firma a corto e incluso a medio plazo en una alianza que ya ha mostrado sus enormes potencialidades. 

Pese a su reiterada negativa a haber tenido arte y parte en la agresión a Israel, son muchas las evidencias que señalan a Irán como instigador y supervisor del ataque, así como de los lanzados por los guerrilleros de Hezbolá desde Líbano, y los que también se estarían preparando desde Siria, además de los que Hamás también han extendido a la Cisjordania ocupada y gerenciada por una muy debilitada Autoridad Palestina. 

Es decir, cercar a Israel en todos los frentes, tal y como sucediera a finales de 1947 cuando la Resolución 181 de la ONU estableció la división en tres partes del territorio de Palestina, administrado hasta entonces por el Reino Unido.

Directamente involucrado entonces como ahora, aunque con muy diferentes condiciones, está Egipto. En 1947 y 1948, Egipto no aceptó la partición, y junto a Siria, Transjordania, Líbano, Arabia Saudí e Irak salieron derrotados de aquella primera guerra árabe-israelí.

Ahora, el presidente Al-Sisi se resiste a abrir el único paso fronterizo con Gaza, ante el temor de que la mayor parte de los más de dos millones de gazatíes se establezcan en campos de refugiados que estarían situados en la Península del Sinaí.

La experiencia de tales campos en el Líbano, Jordania y Siria disuade al rais egipcio de aceptar una solución que sospecha terminaría por desestabilizar a un país que, si bien se convirtió en apestado de la comunidad musulmana tras el acuerdo de paz de Camp David, firmado con Israel por Anwar El-Sadat, pudo encauzar al país sobre los raíles de un más que aceptable desarrollo, eso sí, a costa de su propia vida. 

Por su parte, Irán cree llegado el momento de lanzarse al objetivo que marcara el fundador de la República Islámica, Ruhola Jomeini: borrar a Israel del mapa. Ya lo ha advertido ahora el presidente Ebrahim Raisi, al afirmar que su país “no actuará como mero mediador” en el conflicto.

En perfecta sintonía, su ministro de Asuntos Exteriores, Hossein Amirabdollahian, advertía de que “todas las partes [musulmanas] de la región están prestas a actuar si no cesan las agresiones sionistas”. Frase que contiene un indiscutible aviso a su rival islámico, Arabia Saudí, de que, si no se pone decididamente del lado de los palestinos, habrá de arrostrar el coste de que le señalen como traidor. 

Todos estos posicionamientos condicionan asimismo a todo el mundo musulmán del continente africano, que se ve así concernido por la pugna y obligado a tomar partido, no ya sólo contra Israel sino contra aquellos que no defiendan decididamente la causa palestina. 

A este respecto, y como en toda guerra, cada vez hay menos lugar para los matices, de forma que el espacio de confrontación se reduce a un conmigo o contra mí. Tal es el caso en el que se encuentran los países de la UE. Si bien en un primer momento, y por boca de la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se condenó sin paliativos la agresión de Hamás y el derecho de Israel a defenderse, pronto han tenido que llamar a Israel a la contención, a que aplique la proporcionalidad (sin especificar en qué consiste) y a no desbordar los límites. 

La práctica totalidad de los países europeos, desde España a Alemania, pasando por el Reino Unido o Italia, constituyen una amenazada retaguardia donde Hamás quiere asumir en su totalidad la causa palestina, incitando cada vez menos veladamente a la comisión de atentados, de forma que la práctica totalidad del territorio europeo, sus habitantes e intereses pueden ser objeto de nuevos y más sangrientos atentados en cualquier momento. 

China, la gran superpotencia emergente, también ha echado su cuarto a espadas, y a través del jefe de su diplomacia, Wang Yi, ha acusado a Israel de “ir más allá de la defensa propia en sus ataques sobre Gaza”, que califica sin ambages de “castigo colectivo a su población”. 

La ausencia china de reconocimiento al derecho a defenderse de Israel y aniquilar quirúrgicamente a Hamás, sitúa a Pekín del lado de éste, lo que acentúa su contraposición con Estados Unidos, firmemente aliado de Israel, y cuyos movimientos navales incitan a pensar en su disposición a utilizar su formidable máquina militar en contrarrestar posibles ofensivas para aniquilar a Israel. 

No menos afectados por la nueva guerra en Oriente Medio están Ucrania y su guerra de independencia contra la agresión rusa. Por mucho que sus tradicionales donantes prometan a Kiev seguir con el mismo volumen de ayuda, parece evidente que habrá menos recursos para ello, lo que sería aprovechado por Rusia, tanto para detener la contraofensiva ucraniana en curso, reponerse de las últimas derrotas parciales y recuperarse y prepararse para la perpetuación de una guerra de desgaste cuya prolongación favorece los intereses de Vladímir Putin. 

Sí, la guerra Hamás-Israel es, pues, mucho más que un conflicto local o regional. Es toda una guerra mundial, al menos en su afectación y consecuencias. 

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