La mayoría de expertos y analistas apuestan por una adopción generalizada de las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC por el inglés Central Banks Digital Currencies) en el plazo de los próximos cinco años, ya que para las autoridades monetarias presentan un amplio abanico de beneficios que eclipsan unos riesgos que son fácilmente sorteables.
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Su mayor atractivo reside en su potencial para mejorar los pagos sin efectivo respaldados por las autoridades, en consonancia con la digitalización más amplia de la sociedad. Pero el precio a pagar puede ser elevado para la sociedad, sobre todo en países como China donde existe el peligro de que se empleen para el control ciudadano.
Estas divisas, que usarán la tecnología blockchain y crearán medios de pago fiables y más seguros que las criptodivisas descentralizadas son ampliamente aplaudidas y ayudarán a los bancos centrales de algunos mercados emergentes a “incorporar al sistema financiero las comunidades no bancarizadas y mejorar el coste, la velocidad y la resistencia de los pagos”, señalan desde Fitch Ratings. Asimismo, “mejorarán la capacidad de los bancos centrales para rastrear los datos de las transacciones financieras, lo que contribuirá a la prevención de los delitos financieros”.
Sin embargo, “si las CBDC ofrecen menos privacidad que el dinero en efectivo o limitan severamente las cantidades que se guardan en los monederos electrónicos, algunos pueden verse disuadidos de utilizarlas”, advierten desde la agencia de calificación crediticia. “Las monedas digitales fiduciarias pueden brindar nuevas opciones políticas, como las transferencias directas a cuentas como parte de los esfuerzos de ayuda en caso de desastre o de estímulo”, prosiguen. Pero entrañan del riesgo de llegar a influir en el comportamiento social, al saberse la ciudadanía rastreada, “lo que puede acabar siendo un arma de doble filo para los usuarios, en comparación con el dinero en efectivo”, subrayan los expertos de Fitch Ratings.
Otros analistas también hacen hincapié en este carácter de monopolio que adquirirán los institutos emisores con el dinero soberano digital especialmente si «viene de países donde no está garantizada la independencia instituciones», señala el economista Daniel Lacalle. Llama este experto a asegurar que el objetivo «no es destruir el poder adquisitivo de la moneda en favor de los gobiernos» sino «facilitar el mecanismo de transmisión de la divisa para fomentar economía».
Todos estos crecientes recelos por parte de economistas y expertos de dentro y fuera de la criptocomunidad, han provocado que China se vea obligada a aclarar que el control de los pagos de los ciudadanos nunca fue la motivación del país para desarrollar una moneda digital soberana. Así lo ha asegurado Yao Qian, ex director del instituto de moneda digital del Banco Popular de China. El yuan digital nació para contrarrestar el impacto de las plataformas de pago privadas que se han vuelto cada vez más populares, según ha explicado durante el Foro Internacional de Finanzas en Beijing.
El mismo presidente de la Reserva Federal (Fed), Jerome Powell, arrojó la sombra de la duda sobre el e-yuan al decir hace unas semanas que las monedas digitales como la de China no funcionarían en Estados Unidos porque permitiría al gobierno «ver todos los pagos que se realizan» en tiempo real.
Sin embargo, el exbanquero central ha aclarado que un seguimiento de estas características no es la intención del e-yuan, al tiempo que ha hecho hincapié en la necesidad de que «los bancos centrales innoven el dinero fiduciario legal». La moneda digital de China, al igual que el resto de CBDC, debe lograr un equilibrio entre la protección de la privacidad de los usuarios y la represión de delitos como el lavado de dinero, la evasión fiscal y la financiación del terrorismo, insisten los expertos.
Hasta que estos puntos no se estén aclarados, los recelos de la comunidad financiera hacia una adopción generalizada de las CBDC es es poco probable que disminuyan. «Existe el peligro de que perturben los sistemas financieros si no se gestionan los riesgos asociados», comentan desde Fitch Ratings. A los que añaden «la posibilidad de que los fondos de los usuarios pasen rápidamente a los bancos centrales desde los depósitos bancarios, provocando una desintermediación financiera«, y «el aumento de las amenazas a la ciberseguridad al crearse más puntos de contacto entre el banco central y la economía».