a última vez que un secretario del Tesoro estadounidense visitó China, Washington y Beijing estaban enfrascados en una guerra comercial. La administración Trump se preparaba para etiquetar a China como un manipulador de divisas, y las relaciones desgastadas entre los dos países estaban afectando a los mercados globales.
Cuatro años después, mientras la secretaria del Tesoro, Janet L. Yellen, llegaba a Beijing, muchas de las preocupaciones sobre la política económica entre Estados Unidos y China permanecen, o incluso se han intensificado, a pesar del tono menos antagónico de la administración Biden.
Los aranceles que impuso Donald Trump a los productos chinos siguen vigentes: las restricciones a la industria automotriz y de celulares fueron famosas. Y Biden ha impulsado además cepos al acceso chino a la tecnología de semiconductores, mientras se anotan otras para frenar inversiones estadounidense en China.
Los funcionarios del Departamento del Tesoro minimizaron las expectativas de avances importantes. Sugerían que las reuniones con altos funcionarios chinos tenían como objetivo mejorar la comunicación entre las dos economías más grandes del mundo. Pero las tensiones siguen siendo altas: tras las conversaciones entre Yellen y empresarios chinos, el gobierno asiático los amenazó con acusaciones por traición.
Controles
Beijing todavía está molesto por la decisión de la administración Biden de 2022, de imponer limitaciones significativas a los semiconductores avanzados y maquinaria de fabricación de chips que se pueden enviar a China. Ese cepo obstaculiza los esfuerzos de China para desarrollar inteligencia artificial de avanzada. Una traba lógica en una interna tecnológica mundial que se acopla a la económica.
China mantuvo en las últimas décadas una de las tasas de crecimiento económico más altas del mundo, ayudando a sacar de la pobreza a más de 800 millones de personas. El país es el mayor exportador del mundo y el socio comercial más importante de Japón, Alemania, Brasil y muchos otros. Tiene la segunda economía más grande después de los EE.UU. según el tipo de cambio del mercado, y la más grande según el poder adquisitivo.
Y, sin embargo, el yuan sigue rezagado como una de las principales divisas mundiales. Pero la guerra en Ucrania, que comenzó en febrero de 2022, puede cambiar eso. El gigante asiático ha querido hacer del yuan una fuerza global, y realizó esfuerzos significativos en pos de eso en los últimos años. Por ejemplo, el gobierno chino lanzó el Sistema de Pagos Interbancarios Transfronterizos (CIPS) en 2015 para facilitar los pagos transfronterizos en yuanes. Tres años después, en 2018, lanzó los primeros contratos de petróleo crudo en yuanes.
Moneda
También se ha convertido en el mayor acreedor del mundo, otorgando préstamos a docenas de países en desarrollo (lista que incluye a la Argentina). Y está creando un yuan digital validado por su banco central. Gracias a estos esfuerzos, el yuan es ahora la quinta moneda más negociada del mundo. Es un aumento fenomenal desde su puesto 35 en 2001. Y es ahora también la quinta moneda más utilizada para pagos globales, desde el puesto 30 que ocupaba a principios de 2011.
Sin embargo, las clasificaciones pueden ser engañosas. El volumen comercial promedio del yuan sigue siendo menos de una décima parte del dólar estadounidense. Además, casi todas las transacciones se realizaron frente al dólar, con pocas transacciones frente a otras monedas.
Y cuando se trata de pagos globales, la participación real del yuan es solo del 2,3 %, en comparación con el 42,7 % del dólar y el 31,7 % del euro. El yuan también constituye menos del 3% de las reservas mundiales de divisas, en comparación con el 58% del dólar y el 20% del euro.
Verdes
El dólar ha reinado como la moneda global durante décadas, y la preocupación sobre cómo eso beneficia a EE.UU. y perjudica a los mercados emergentes, no es nueva. El valor del dólar se apreció significativamente frente a la mayoría de las demás monedas en 2022, cuando la Reserva Federal aumentó las tasas de interés. Y tuvo consecuencias negativas para los residentes de casi todos los países que piden prestado en dólares, pagan importaciones en dólares o compran trigo, petróleo y otros commodities, que se encarecieron.
Después de que Rusia invadiera Ucrania a principios de 2022, Estados Unidos y sus aliados impusieron sanciones a Rusia, incluida la reducción del acceso al sistema global de pagos en dólares, el SWIFT. Usaron el dólar como un arma. Pero Rusia comenzó a recibir pagos por carbón y gas en yuanes, y Moscú aumentó las tenencias de yuanes en sus reservas de divisas.
Así, según Bloomberg, el yuan logró ser la moneda más negociada en Rusia. Y otros países vieron la oportunidad de disminuir su propia dependencia del dólar. Bangladesh ahora paga a Rusia en yuanes por la construcción de una central nuclear. Francia está aceptando el pago en yuanes por el gas natural licuado comprado a China. Y un banco brasileño propicia las cuentas en yuanes como sucede desde hace unos días también en nuestro país.
China todavía carece de los mercados financieros profundos y libres que se requieren para hacer del yuan una moneda global importante, pero el camino está trazado.