El Cártel del Pacífico (CDP), extorsiona a turistas y comerciantes en México

Ernesto escuchó, a pocos metros, los insultos y golpes de un lado y los gritos lastimeros del otro, pero poco pudo hacer. Unos exigieron el pago de una deuda, y el otro les rogó que cesaran las torturas. Todos son integrantes del Cártel del Pacífico.

antilavadodedinero / eseuro

Los atacantes, miembros del Cártel del Pacífico (CDP), uno de los muchos grupos del crimen organizado que asolan México; la víctima, una vendedora ambulante que no pagó a tiempo la “tarifa de piso”; Ernesto, el testigo silencioso, dueño del lugar donde sucedió todo, en la exclusiva zona hotelera de Cancún, una ciudad del Caribe mexicano que vive bajo la extorsión generalizada del crimen organizado.

Ernesto, un destacado empresario de Cancún, uno de los destinos turísticos más importantes de América Latina, accedió a contar su historia con la condición de cambiar su nombre. Es concesionario de uno de los lugares de la playa, ofrece servicios turísticos en lanchas y también fue víctima de extorsión.

En 2020, cuando recién comenzaba la pandemia del covid-19, integrantes del CDP se presentaron en sus locales para exigir el derecho a la tierra. Era pagar 20.000 pesos al mes o afrontar las consecuencias. Hicieron lo mismo, dice, con el resto de personas que tenían actividades comerciales en la zona.

“A todos nos habían extorsionado, cobraban a todos, a los vendedores ambulantes, a los negocios particulares, a los pequeños, a los grandes; a los barcos. A todas las empresas de todas las ubicaciones. Puedo generalizar. Nadie escapó”, afirma el empresario.

Cancún, en el sureste del país y en el extremo norte del estado de Quintana Roo, es la ciudad más joven de México. Fundada en 1970, creada de la nada. Allí, entre la selva y el Mar Caribe, donde había un pueblito cocotero, hoy se construye un complejo de 201 hoteles que este año recibirá a más de seis millones de turistas, quienes gastarán seis mil millones de dólares, según la Secretaría de Turismo estatal.

Por su ubicación geográfica, Quintana Roo es también una ruta estratégica para el trasiego de drogas desde Centro y Sudamérica hacia Estados Unidos. Por esta doble condición –destino turístico y punto clave en la ruta de la droga–, las actividades ilícitas como el narcomenudeo, el tráfico de armas, de migrantes y de estupefacientes, el blanqueo de capitales, el robo de vehículos y la extorsión son las más rentables para los grupos criminales, según la Centro Regional de Fusión e Inteligencia del Sureste (Cerfise), organismo de inteligencia que el Ministerio de la Defensa Nacional tiene en la región.

Organismos de seguridad admiten que en Cancún operan los cárteles Jalisco Nueva Generación (CJNG), Pacífico, Sinaloa, Golfo, Los Pelones, Los Bonfiles, Zetas Vieja Escuela y Los Rojos, entre otros.

El propio Cerfise, en informes internos, reconoce que las extorsiones se han incrementado en los últimos cinco años, derivadas de las disputas entre estos grupos. Las organizaciones criminales aprovechan la violencia creada por su propia guerra para vender protección a los comerciantes. Una protección que más allá de consolar, inquieta. O bien, aprovechan el turbulento panorama para amenazarlos con daños físicos o materiales si no pagan una cierta cantidad periódica, conocida como “tarifa plana”.

En la zona hotelera, donde trabaja Ernesto, hay al menos cinco de estos cárteles, dedicados, entre otros, a cobrar piso: el CJNG, el de Sinaloa, el del Golfo, el del Pacífico y el Pelones, explicó Martín José Gordillo.

Aguilar, de la Fiscalía General del Estado (FGE), encargada de combatir la extorsión en Quintana Roo. El cartel del Golfo, precisa, domina los centros nocturnos, discotecas y bares, mientras los demás se pelean por las playas y otros locales comerciales. El cártel del Pacífico controla 2 de las 11 playas de Cancún.

Carlos Dinar Torres Jaquez, alias Chore -miembro del cártel del Pacífico y líder de una de sus células criminales, los Caborca, que opera en la zona norte de Quintana Roo- estaba a cargo de la extorsión en la playa pública donde Ernesto y desde todavía otro, a 14 kilómetros, según un documento de Cerfise.

Al principio, cuenta Ernesto, un par de sujetos venían a la playa a pasar la tarde y tomar una cerveza. Luego se acercaron a los dueños de los negocios. Pidieron cualquier cosa, que les permitieran cargar sus celulares o entrar a los baños, y mientras tanto entablaban una conversación. Se dieron cuenta de que no iban a tomar el sol, sino a recopilar información.

Una vez que identificaron a los dueños de los negocios, con datos personales y detalles sobre las actividades comerciales, se presentaron nuevamente, pero esta vez de manera amenazante. “’Sabemos quién eres’, me dijeron. Me dieron detalles de mi trabajo, lo que hacía, el puesto que tenía. Me intimidaron. Eran dos personas. Primero me dijeron que me querían cobrar veinte mil pesos (al mes), pero llegamos a un acuerdo por cinco mil pesos”, cuenta Ernesto.

Una vez dominada la playa, con el resto de restauradores extorsionados, náuticos y vendedores ambulantes, y ya controlada la venta de droga, se instaló un grupo de una veintena de integrantes, con distintas tareas: vigilar, repartir droga, cobrar derechos de piso, amenazar y golpear a quienes se opusieron o retrasaron los pagos.

Tres meses después de su llegada, continúa Ernesto, el grupo subió la cuota y luego otra y una más hasta llegar a los nueve mil pesos mensuales (alrededor de cuatrocientos cincuenta dólares). “Les pagaban como cambiaban de jefe de plaza, porque los estaban atrapando, matando o pasaba algo. El que llegaba siempre te pedía más”, dice.

El discurso que estos integrantes del Cártel del Pacífico le dieron a Ernesto es que, a cambio de la tarifa, le ofrecerían protección ante el peligro de la irrupción de otros grupos criminales. “Decían que iban a proteger la playa, que era por protección, que había otros grupos que querían entrar y que eran ellos los que estaban cuidando la zona”, recuerda Ernesto.

Pero en estos asuntos nunca compras una garantía. El 11 de junio, un grupo armado irrumpió a balazos en la playa, que acabó con la vida de dos personas y con heridas a un turista estadounidense. Se trataba de un grupo contrario que luchaba por la plaza, y que logró huir en motos de agua, como si de una película de acción se tratase.

Doce días después, el 23 de julio, el cuerpo de ‘Chore’, quien controlaba la playa, fue encontrado en una comunidad cercana a Chetumal, la capital de Quintana Roo. Luego de eso, la dirección de la célula Caborca ​​pasó a manos de Luis Miguel Landeros Aguilar, alias El Diez.

Estos cambios siempre generan tensión en los territorios divididos y los grupos intensifican las medidas contra sus víctimas. Si en un principio sus miembros exigían comida o bebida gratis, luego pedían cada vez más dinero y quedarse con armas y drogas: marihuana y cocaína.

“Después te pidieron que te quedaras con tus armas, drogas, teléfonos. Te dijeron ‘guárdame esto’ por si hay operativos policiales. Y te ponen entre la espada y la pared, ¿cómo les dices que no?”, dice resignado el empresario.

La extorsión en Cancún ya afecta a todos los estratos económicos y diferentes giros de negocio. Esta investigación de Connectas solicitó información sobre denuncias ciudadanas a la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) de Quintana Roo. Desde 2019 hasta octubre de 2022, en el estado se realizaron 13.012 denuncias anónimas por extorsión -en todas sus modalidades- al 089, número que brinda atención especializada en este delito a la ciudadanía.

De estos, 5.406 (41,5%) se realizaron desde Cancún, el municipio que acumula más registros. La amenaza de daño físico o muerte y el cobro de derechos de propiedad se encuentran entre los más denunciados.

Un total de 337 empresarios, comercios o prestadores de servicios se atrevieron a romper el silencio y denunciaron a la SSP que habían sido víctimas de extorsión, según los datos solicitados y analizados por Connectas. Hoteles, restaurantes, talleres mecánicos, expendios de comida, consultorios médicos, salones de belleza y tiendas de abarrotes se encuentran entre los objetivos más comunes, pero también se reportaron extorsiones contra dueños de bares, taquerías, papelerías, lavanderías, agencias de turismo, salones de uñas. y lugares de venta de postres y botanas, incluso mariachis.

Denuncias, expedientes, detenidos

Aunque en los últimos años se han reportado miles de denuncias por extorsión en Quintana Roo, solo se han abierto unos pocos cientos de archivos de investigación y los detenidos no llegan ni a cincuenta. El cuello de botella es alarmante: entre 2019 y 2021 hubo 9.932 llamadas de emergencia al 089 motivadas por extorsión en el estado, solo 883 casos resultaron en denuncias ante la FGE, y la SSP, en tanto, detuvo a 31 personas.

En el caso específico de Cancún, hay 3,126 llamadas, 303 expedientes y 25 detenidos. Pero en cinco ocasiones (20% de los casos), en las audiencias de control, el juez a cargo calificó las detenciones de ilegales o no conformes a los derechos fundamentales, según información obtenida por transparencia y solicitada a la SSP, la FGE y la Fiscalía. Poder Judicial de Quintana Roo.

Las pocas carpetas de investigación, dice Lucio Hernández, se deben a la falta de denuncias formales. El Inegi informa que la cifra negra de extorsión en Quintana Roo alcanza el 97.4 %, es decir, solo el 2.6 % de los casos son denunciados formalmente. “El principal problema es que las víctimas de extorsión no se presentan ante la Fiscalía, porque los delincuentes las amenazan, las intimidan. Si denuncian, les dicen que los van a desaparecer, que los han localizado, que les van a disparar a sus negocios”, dice Hernández, y asegura que más del 80% de los detenidos son liberados en pocos meses de ser aprehendido. “Y se van para volver a delinquir. Hay una reincidencia del 35%”.

Para Martínez Trujillo, de México Evalúa, atribuir la responsabilidad de las denuncias e investigaciones a las víctimas Toma la perspectiva equivocada.

“Solo tiene sentido aumentar la denuncia si inmediatamente tienes un protector alternativo al extorsionador. Por ejemplo, la denuncia funciona para los empresarios porque el Estado reaccionará para protegerlos con más fuerza que el criminal, pero esto no funciona con la mayoría. Piensa en un lugar pequeño. No puedes ir a denunciarlo porque tu protector, el criminal, va a tomar represalias y el Estado no va a interceder. Entonces la denuncia puede ser una sentencia de muerte”, refuta el especialista.

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