Juan Ignacio Renna, Gerente de Auditoría de LisickiLitvin&Asoc., Sucursales San Luis y Mendoza, habla sobre lo que sucede en cualquier familia, en momentos en los cuales los problemas económicos afloran, los controles de quienes sostienen el hogar se vuelven mucho más estrictos.
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Y así es como por ejemplo, se comparan precios en el supermercado, se analizan los servicios que se tienen contratados y se suspenden aquellos cuya utilización no es de primera necesidad, se economiza el consumo de combustible y se controla mes a mes, para mencionar solo algunas situaciones con las que podemos habernos encontrado en nuestras casas en algún momento.
Con las empresas pasa exactamente lo mismo y no por nada legalmente al matrimonio se lo denomina “sociedad” conyugal, en contextos de crisis como el que toca transitar actualmente, los distintos sectores que forman las organizaciones tienden a agudizar mucho más los controles sobre los recursos que de ellos dependen, generalmente orientados por las gerencias generales o los órganos corporativos, y todo esto con el objeto de cuidar el patrimonio societario.
Estos procesos llevados a cabo de forma regular en las empresas y con estructura formal, es lo que se denomina habitualmente como control interno.
Pero para comprender la importancia del control interno es indispensable entender el propósito del mismo en las organizaciones, el que particularmente está enfocado a resguardar los recursos de la empresa evitando pérdidas por fraudeo negligencia, como así también detectar desviaciones al cumplimiento de los objetivos que se persiguen.
Se tiende a pensar que por la envergadura de la empresa muchas veces no es necesario aplicar este tipo de controles, pero el tamaño de la organización no es un factor que debe definir la importancia o existencia de un sistema de control, ya que suele ser tan determinante en aquellas donde existe un solo dueño que toma decisiones y participa en la operación, como en las que la gran cantidad de gerencias y la atomización de funciones y responsables hace, por momentos, perder la capacidad y oportunidad de control a la gerencia general o el gobierno corporativo.
Por el contrario, desarrollar un sistema de control interno adecuado a cada tipo de organización permite optimizar la utilización de recursos para alcanzar eficiencia en la gestión patrimonial y financiera y lograr mejores niveles de productividad.
El tema radica en que normalmente las Pymes, si bien muchas veces y cada vez con más frecuencia nos encontramos con las que deciden tercerizar estas tareas, no cuentan con un una administración definida, donde generalmente los objetivos, planes y controles no se encuentran por escrito sino que se trabaja de manera empírica, solucionando los conflictos a medida que se van presentando sin invertir en planificación ni creando departamentos a específicos.
Esto con habitualidad lleva a que se den situaciones no previstas y con impacto financiero no deseado, como puede ser mala utilización o pérdida de activos, incumplimientos de normas legales o fiscales, fraudes en información financiera, entre otras. Estas situaciones podrían prevenirse gestionando el control interno con anticipación.
Por el contrario muchas de las empresas denominadas “grandes”, que formalmente cuentan con estructuras de control interno (y que también la tendencia muestra que son servicios que comienzan a tercerizar), al atravesar esta etapa de crisis han sabido sacar provecho de estos controles implementados, poniéndose incluso, mucho más estrictos en la ejecución, revisión y medición de los mismos para lograr objetivos más beneficiosos, en la búsqueda de evitar pérdidas de activos relacionadas con ineficiencias o fraudes y mejorar de esta forma los resultados económicos y financieros, o en todo caso, contrarrestar y lograr disminuir las pérdidas relacionadas con el freno en la actividad económica.