El ‘think tank’ de Defensa desentraña en varios análisis los errores que explicarían la rápida caída Afganistán en manos de los talibanes después de dos décadas de intervención militar.
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Tres semanas después de la caída de Kabul, varios funcionarios y militares explican la debacle: un coctel de fallas al más alto nivel, de propaganda talibán y de una retirada estadounidense que dejó al descubierto las debilidades de las fuerzas afganas.
Como el resto de personas entrevistadas por la AFP para este artículo, Emal utiliza un seudónimo para evitar que su familia, en Afganistán, sufra represalias. “Durante esa reunión, se desbloquearon 100 millones de dólares para asegurar la capital. Se dijo que teníamos suficientes armas, municiones y recursos financieros para que Kabul aguantara durante dos años”, agregó. “Pero no protegieron la ciudad ni siquiera dos días”. Un error que, aunque pueda parecer asombroso, a Emal, que se movía en las altas esferas del Estado, le parece incluso lógico.
Ministros que mienten
“Los ministros mentían a Ashraf Ghani, le decían que todo iba bien, para mantener su trabajo y sus privilegios. No priorizamos las cosas correctamente. Mientras que las ciudades iban cayendo una tras otra, el Consejo Nacional de Seguridad se reunía para hablar de reclutamiento y de reformas institucionales”, explicó. La caída de Kabul llegó tras dos semanas de avance constante de los talibanes por todo el país.
“Cuando empezó el hundimiento, desde los primeros puestos de avanzada militar, ninguno de los líderes demostró autoridad”, comentó por su parte Omar, de 40 años y autor de brillantes estudios en el extranjero. “Ninguno compareció ante los medios para tranquilizar a sus hombres. Ninguno fue sobre el terreno”, agregó.
Mientras, Ashraf Ghani, quizás a causa de la información falsa que le iban dando, tomó unas decisiones estratégicas equivocadas que tuvieron fuertes consecuencias. “Yo propuse que abandonáramos las provincias del sur, que no éramos capaces de defender de manera sostenible, y que nos concentráramos en las del norte”, contó Omar. “Pero el presidente no estaba de acuerdo […] Decía que no debíamos retirarnos de ningún sitio”.Soldados afganos patrullan fuera de su base militar en las afueras de Kabul, Afganistán, el domingo 9 de mayo de 2021. Para el 11 de septiembre de 2021, a más tardar, las fuerzas estadounidenses y aliadas restantes de la OTAN abandonarán Afganistán, poniendo fin a casi 20 años de participación militar.
También se está retirando el apoyo aéreo estadounidense en el que se ha basado el Ejército afgano para evitar los posibles ataques de los talibanes que cambiaron el juego, desde que asumió el mando de la guerra de manos de Estados Unidos y la OTAN en 2014
Corrupción
Pero al Ejército afgano, corroído por dos décadas de corrupción, le fue imposible mantener sus posiciones. Desde hacía mucho tiempo, numerosos soldados y policías entrevistados por la AFP se quejaban de que no les estaban pagando el sueldo, mientras que otros oficiales, corruptos, se repartían la paga de decenas de miles de efectivos “fantasma”, cuyos perfiles se habían creado únicamente con ese fin.
El Sigar –el inspector general especial de Estados Unidos para la reconstrucción de Afganistán– también informó que se estaba desviando gasolina y municiones pagadas por Washington. La situación empeoró aún más tras la firma del Acuerdo de Doha en febrero de 2020, que estableció la salida de las tropas estadounidenses de Afganistán a cambio de unas promesas vagas de los talibanes.
Ese pacto “nos condenó”, lamentó el general Sami Sadat, que dirigió a las fuerzas especiales en Kabul en los días previos a la caída de la capital. Sin el apoyo aéreo de Estados Unidos y con su propia aviación en tierra por problemas de mantenimiento, las fuerzas afganas perdieron su última ventaja estratégica frente a los islamistas.Los talibanes derrotaron a las fuerzas de seguridad afganas antes de tomarse el país. Foto: AP – Foto: AP
Aviones estadounidenses, meros “espectadores”
“Los talibanes […] se olían la victoria. Antes del acuerdo, los talibanes no habían ganado ninguna batalla importante contra el Ejército afgano. ¿Y después del acuerdo? Perdíamos decenas de soldados cada día”, señaló el general Sadat en una tribuna publicada en The New York Times.
“Nos metimos en unos intensos combates terrestres contra los talibanes mientras los caza estadounidenses daban vueltas por encima de nuestras cabezas, como verdaderos espectadores”, denunció. “Nos traicionaron”. Abdul, por su parte, admitió a la AFP que sentía “vergüenza” por los más altos mandos militares afganos, a quienes, junto con el Gobierno, culpa de la derrota.
“Cuando los talibanes llegaron a las puertas de Kabul, los soldados sabían que el presidente se estaba yendo. Y por eso no lucharon. El ministro de Defensa y el jefe del Ejército del aire dijeron en televisión que estaban dispuestos a continuar la guerra. Pero dos horas después los talibanes llegaban al corazón de Kabul sin luchar. Su avión debía de estar ya listo en el aeropuerto”, dijo, molesto, este militar de alto rango.
Sin jerarquía militar
Así, la jerarquía del aparato de seguridad se fue desvaneciendo. “Un comandante de guarnición de Kabul, con 300 hombres a sus órdenes, no paraba de preguntarme: ‘¿Qué hago? ¿Luchamos? ¿Deponemos las armas?’. Cuando llamaba a sus superiores, estos le respondían que esto dependía ‘de su iniciativa’”, recordó Abdul, desilusionado.
En la debacle también influyó la efectiva campaña de comunicación de los talibanes. “La guerra de las redes sociales la habíamos perdido hacía tiempo”, declaró en este sentido Emal. “Ellos les decían a los soldados que estaban combatiendo inútilmente porque, al más alto nivel, ya se había firmado un acuerdo”.
Además, los islamistas prometían amnistiar a quienes entregaran las armas. “Hay que meterse en la piel de un soldado. Sabes que tu gobierno central no puede ayudarte, que si luchas, puedes morir, pero no ganar. ¿Qué eliges?”, planteó Omar.
El 15 de agosto de 2021, todos los ingredientes del cataclismo se conjugaron y Kabul cayó sin que prácticamente se escucharan disparos.
Falta de respaldo aéreo de la OTAN
Tras esta debacle puede haber varias razones. La fuerza aérea fue un factor crucial en las operaciones contra los talibanes en las pasadas dos décadas. Las fuerzas afganas pudieron contar siempre con el respaldo aéreo de la OTAN y Estados Unidos. Con la retirada de los aliados, los militares afganos perdieron un elemento clave en el campo de batalla.
Mohammad Shafiq Hamdam, un experto en seguridad radicado en Kabul, explicó a DW que las fuerzas de seguridad afganas eran financiera y militarmente dependientes de Estados Unidos y quedaron en una situación expuesta y vulnerable a medida que avanzaba la retirada.
«El acuerdo de Doha entre Estados Unidos y los talibanes el año pasado y la retirada incondicional de tropas de la OTAN este año levantaron la moral de los talibanes”, indicó a DW Attiqulá Amarjail, otro experto de la capital afgana.
Ejército afgano desmoralizado
Sin embargo, no hay que olvidar que Washington gastó cerca de 83.000 millones de dólares en entrenar y equipar a los militares afganos, de modo que las tropas locales deberían haber tenido capacidad suficiente, al menos en el papel, para hacer frente a los talibanes.
Analistas consideran que la desmoralización y la corrupción fueron dos razones relevantes del colapso del Ejército. Muchos vieron en el acuerdo de Doha una señal de que Estados Unidos ya no estaba interesado en Afganistán. Cuando Biden reemplazó a Trump, algunos oficiales alimentaron la esperanza de que el nuevo presidente les daría más tiempo, pero este mantuvo el plan de retirada y los aliados de Estados Unidos lo secundaron con rapidez.
De acuerdo con un reporte del Consejo de Relaciones Exteriores de EE.UU., el Ejército afgano fue incapaz de suministrar elementos vitales, como alimentos y municiones, a los soldados emplazados en diversas partes del país. El informe agrega que «la mayor parte de las tropas optó por hacer tratos con los talibanes, rendirse, o simplemente esfumarse, en lugar de arriesgar sus vidas por una causa perdida”. Y apunta que «algunas unidades afganas combatieron duramente”.
Analistas consideran que los esfuerzos estadounidenses por poner coto a la corrupción en Afganistán fueron tibios e inefectivos.
El factor de la motivación
Otra razón del colapso del Ejército fue la falta de una causa común, teniendo en cuenta que la lealtad a una tribu o una región prevalece en Afganistán sobre el sentido de lealtad al gobierno central de Kabul. El movimiento talibán, por el contrario, está unido por una ideología fundamentalista islámica.
Desde 2001, cuando Estados Unidos invadió Afganistán y puso fin al régimen talibán, los islamistas sostuvieron que no abandonarían su ideología islámica y llegarían hasta las últimas consecuencias para expulsar a los «imperialistas occidentales” e invasores del país.