Desde el Estado mexicano comenzó hace semanas una operación discursiva encaminada a sembrar la inconmovible verdad de que en México -y en Sinaloa- no se produce fentanilo ni existen laboratorios clandestinos del narcotráfico, sino pequeños talleres, covachas, donde lo único que hacen es confeccionar las pastillas que luego exportan los narcos a Estados Unidos.
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Paralelo a esta estrategia de negar las cosas, muy parecido a las estrategias que usó el PRI-Estado en la década de los 60 y 70 (“en Tlatelolco nunca masacraron a estudiantes”), en una carta atribuida a los hijos de Joaquín Guzmán Loera, estos personajes del crimen organizado niegan rotundamente ser los líderes del Cártel de Sinaloa y rechazan que ellos produzcan fentanilo.
Esta estrategia enlazada, en donde la narrativa perversa del Estado y la del crimen organizado convergen, no es sino la señal de un intento de construir a base de sometimiento y coacción, una república ficticia, donde esconder los muertos, los desaparecidos y las vastas complicidades para traficar drogas y dinero, son el perfecto pretexto para empezar a fustigar a quienes buscan revelar realidades imposibles de soslayar.
Pero la realidad es muy terca, la droga llámese como se llame, sigue corriendo por las calles de Sinaloa, los paquetes siguen escurriéndose hacia el norte del país y el recurso económico y el poder de fuego de los criminales continúa creciendo mientras que el Gobierno se vuelca en su propaganda política y sus campañas sin fin, de cara a la sucesión presidencial.
Por eso se minimiza y se esconde, por eso no se habla de que el consumo de fentanilo comienza a crecer en Sinaloa, porque toda esa droga negada, pero que existe, en lugar de cruzar la frontera se empezará a quedar almacenada en las bodegas del narco y los usuarios comenzarán a probarla.
El problema ya está aquí en la puerta, pero para los gobiernos es preferible voltear para otros lados, porque siempre será mejor invisibilizar la problemática, que enfrentarla, porque enfrentar a la mafia es pegarse un tiro en el pie. ¿Y luego quién financiará las campañas del 2024?
El otro turismo de Mazatlán
Entre los beneficios económicos que deja el turismo de cruceros en Mazatlán, los cuales se ven reflejados principalmente en los servicios que utilizan, así como en el consumo que hacen en restaurantes y comercios, resalta la derrama económica que dejan los tripulantes de las embarcaciones.
Aunque ellos bajan al puerto menos tiempo que los pasajeros, también generan un movimiento económico importante que en los últimos meses ha ayudado a reactivar la economía de los sectores ligados a este segmento de turismo.
Tan solo de los meses de enero a abril de 2023 sumaron 66 cruceros con 310 mil personas, de los cuales 225 mil 508 fueron pasajeros y 84 mil 998 de tripulación, los cuales en total dejaron una derrama económica de 320 millones de pesos; el 40 por ciento viene directamente de los tripulantes.
Si bien es cierto que el turismo nacional es el que sostiene al puerto, para Mazatlán es de vital importancia cuidar también a los cruceristas, mostrarles la mejor cara de la ciudad, ya que en sólo unas horas que permanecen en la ciudad, de ciertos días de la semana, generan muchas ganancias.
Se calcula que el gasto promedio que hacen los cruceristas durante su breve estancia en el puerto es entre 80 y 120 dólares, así que si en una embarcación vienen 5 mil personas y, según estimaciones de la Secretaría de Turismo baja a la ciudad el 70 por ciento, entre tripulantes y pasajeros, saque usted las cuentas de lo que representan este tipo de visitantes para la ciudad.