Autos incendiados, regiones paralizadas y atentados con explosivos. El paro armado del Ejército de Liberación Nacional, ELN, de Colombia confirma el poder del grupo sobre el territorio nacional y el reto en seguridad que le queda al gobierno colombiano.
Antilavadodedinero / InSightCrime
Entre el 23 y 26 de febrero, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) sostuvo un paro armado que dejó más de 60 acciones del grupo en Colombia, según el Instituto de estudios para el desarrollo y la paz (Indepaz).
Durante 72 horas, fueron bloqueadas varias carreteras, hubo detonaciones de explosivos, varios carros fueron incendiados, hubo homicidios selectivos y banderas del grupo fueron colgadas en sitios públicos. Incluso, algunos de sus miembros patrullaron por los cascos urbanos de municipios y ciudades en los cuales ejercen un fuerte control. Indepaz registró 65 incidentes separados en 11 departamentos: Norte de Santander, Santander, Cesar, Cauca, Nariño, Casanare, Arauca, Valle del Cauca, Huila, Antioquia y Chocó.
A pesar de que el gobierno nacional insistió en que el grupo no tendría la capacidad para adelantar el paro, lo cierto es que el ELN logró paralizar ciertas regiones, demostrando el poder que ha adquirido en los últimos años. Especialmente desde que las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) dejaron las armas y se acogieron al proceso de paz.
Si bien las facciones disidentes de las FARC, conocidas como las ex- FARC mafia, han representado un importante obstáculo criminal desde entonces, el ELN ha asumido el rol de la principal amenaza para la seguridad de Colombia. Ya en 2018, InSight Crime nombró al grupo como uno de los «Ganadores Criminales» de ese año. Y la escalada de su control criminal se puede ver al comparar la propagación del anterior paro armado de 72 horas en marzo de 2020: 27 incidentes en 9 departamentos, mientras que este último dejó 65 incidentes en 11 departamentos.
Incluso, medios como El Tiempo, citando la Unidad de Investigación y Acusación de la Justicia Especial para la Paz (JEP), señalan que fueron afectados 17 departamentos de los 32 que tiene Colombia.
InSight Crime explora algunas de las variables que han puesto a este grupo como la amenaza criminal más grande de Colombia en la actualidad.
Control territorial
El paro armado demostró el rango de gobernabilidad criminal del ELN en distintas partes de Colombia. Casi la mitad de los incidentes durante este ataque armado tuvieron lugar en Norte de Santander, una zona crucial a lo largo de la frontera venezolana que ha sido el foco de violencia criminal en los últimos tiempos. Allí, el ELN patrulló abiertamente las calles de varias ciudades, bloqueó carreteras y detonó vehículos, además de dejar artefactos explosivos sospechosos.
No es de extrañar que el ELN se haya duplicado en Norte de Santander. La capital de ese departamento, Cúcuta, y sus alrededores albergan «trochas» o senderos que cruzan la frontera venezolana, a lo largo de los cuales se trasladan drogas, migrantes, armas y contrabando. El ELN ha luchado por el control de la zona contra una serie de enemigos colombianos y venezolanos, entre ellos las ex-FARC mafia, los Rastrojos, los Urabeños y el Tren de Aragua.
En el departamento de Cauca, un importante centro de cultivo de coca, los incidentes incluyeron artefactos explosivos y la quema de vehículos. También se impusieron toques de queda temporales a los residentes locales en ambos departamentos y las tiendas y el comercio se vieron obligados a cerrar.
En otras regiones como Antioquia y Nariño, departamentos al noreste y suereste del país, respectivamente, y en los que no se habían reportado acciones en el paro de 2020, el grupo también se hizo presente. En el Bagre, municipio antioqueño, varios colegios no abrieron y el comercio cerró en casi un 90 por ciento, según declaró Gabriel Rodríguez, personero del municipio, a RCN Radio.
Mientras que, en Nariño, una de las principales zonas cocaleras de Colombia, el grupo hizo presencia en varias carreteras e incineró vehículos. Nariño no solo ha sido un sitio de disputas entre el ELN y otros actores, sino que es un centro de despacho de cocaína desde las costas del Pacífico hacia el norte del continente y Europa, de las que el grupo se lucra.
Al este del país, de nuevo en la frontera con Venezuela, en el departamento de Arauca, el grupo atacó la estación de policía del municipio de Fortul, mientras que en Saravena los comerciantes cerraron sus negocios por temor. El departamento era hasta hace unos días un campo de batalla entre el ELN y las ex – FARC mafia por rentas criminales como la extorsión y las rutas del narcotráfico fronterizas.
¿Una fuerza imparable?
Con la firma del acuerdo de paz en 2016 entre el gobierno nacional y las extintas FARC, siempre existió la posibilidad de que otros grupos criminales trataran de entrar en el juego por las rentas criminales que el grupo controló. Esta posibilidad es ahora un hecho.
El ELN, un grupo que siempre había estado al margen de ser el segundo por debajo de la extinta guerrilla, era el llamado a asumir esa posición. Hacia 2017, el ELN contaba con cerca de 1.400 hombres, mientras que en el 2019 ya alcanzaba los 4.000. Aunque la cifra actual es desconocida, es poco probable que sea menor, debido al rápido crecimiento de sus redes y su llegada triunfal a su refugio principal: Venezuela, donde también ha incrementado su pie de fuerza.
A esto se suma la decisión, aunque del lado más belicista del ELN, de acabar con las conversaciones de paz que se adelantaban con el Comando Central de esa guerrilla y el gobierno. En enero de 2019, un automóvil cargado con explosivos explotó en una escuela de cadetes de policía, dejando 21 muertos y enterrando los acercamientos entre el grupo y el gobierno que se venían dando desde 2017.
La autoría del atentado estaría en uno de los líderes más radicales del ELN: Gustavo Aníbal Giraldo, alias “Pablito”. Esto constituyó una bofetada al gobierno del actual presidente, Iván Duque, y una demostración de poder por parte del grupo.
Desde entonces, el gobierno de Duque ha intentado perseguir al grupo criminal que se ha encargado de mostrarle que ya no se trata de una guerrilla a la sombra de las FARC, sino del grupo más importante del país.
A mediados de enero de este año, mientras el presidente asistía a un consejo de seguridad en el departamento de Arauca, precisamente por los enfrentamientos entre las disidencias de las FARC y el ELN, este último grupo patrulló por una zona del municipio de Arauquita, a un poco más de una hora de distancia donde el mandatario se encontraba. De nuevo, alardeando de su poder en las regiones. Especialmente de las cercanas a su principal guarida: Venezuela.
Atrápame si puedes
Aunque la presencia del ELN en Venezuela data de los años ochenta, su fortalecimiento y relación con otros actores dentro del vecino país se ha hecho fuerte y variada en los últimos años.
InSight Crime ha reportado cómo el grupo se ha vuelto una extensión del Estado venezolano, ejerciendo roles de control en algunas zonas, pero también trabajando para beneficio propio, fortaleciendo su estructura económica.
En Venezuela, el grupo ha encontrado un lugar para replegarse, disputar las rentas criminales con otros grupos en la frontera con Colombia y esconderse de las autoridades colombianas. InSight Crime reportó, en 2018, que el grupo ya hacía presencia en 12 de los 23 estados venezolanos.
Con el ELN percibido como un aliado para el gobierno del vecino país, puede resultar sencillo planear, entrenarse y fortalecerse sin la presión de ser perseguidos. Cuando se trata de ejecutar, los pasos fronterizos entre los dos países son un simple punto de chequeo por el que los miembros del grupo transitan sin mayor problema.
Así, mientas el grupo se fortalece y extiende cada vez más sus tentáculos, un paro armado en territorio colombiano es tan probable como imaginable. El ELN ha demostrado su capacidad para congelar regiones en el país donde el Estado no puede combatirlo y mientras pueda escapar con facilidad, será poco probable que su poder criminal disminuya.