Se habla de una muerte por consumo de drogas en general en este país cada cuatro minutos y medio y no hay soluciones rápidas, advierten los expertos.
La magnitud de esta calamidad ahora eclipsa todas las epidemias de drogas anteriores, desde la década de 1980 hasta la crisis de opioides recetados de la década de 2000, dicen
«Hemos visto a toda una comunidad arrasada», afirmó a NPR, el sistema de la radio pública, Louise Vincent, una activista de reducción de daños en Carolina del Norte, quien dice que a veces todavía usa opioides callejeros, incluido el fentanilo.
«Hemos visto a toda una comunidad arrasada. Ni siquiera puedo pensar en todas las personas que conozco que han muerto. Mi hija murió. Nuestros mentores están muertos. Es muy peligroso en este momento», lamentó.
El fentanilo es un opioide sintético mucho más potente que la heroína, el cual se asocia a la mayoría de las muertes por drogas en una nación donde el gran mercado de suministro de estupefacientes ilegales cada vez es más complejo y peligroso.
Los estadounidenses que consumen drogas de forma recreativa o están atrapados en adicciones más graves se enfrentan a un cóctel impredecible que a menudo incluye fentanilo, metanfetaminas y una mezcla de nuevas sustancias químicas que cambia rápidamente, destacó el reporte de NPR.
Las amenazas más recientes incluyen el tranquilizante para caballos xilazina, que causa heridas persistentes en la piel de los consumidores, y los nitacenos, opioides sintéticos que parecen ser incluso más potentes que el fentanilo, advirtieron.
El tema es materia de debate entre los políticos y los republicanos critican a la administración de Joe Biden por no detener a los contrabandistas de fentanilo.
«Hemos tenido más estadounidenses muertos por el fentanilo que en las guerras de Iraq, Afganistán y Vietnam juntas», aseguró Nikki Haley, exgobernadora de Carolina del Sur y candidata a la nominación presidencial por el Partido Republicano.
Comentó el reporte de NPR que cuando se escriba la historia de la crisis del fentanilo, 2023 puede ser recordado como el año en que los estadounidenses despertaron ante una amenaza sin precedentes que azotaba a las comunidades y ante una división cultural cada vez más profunda sobre qué hacer al respecto.
Entretanto, con pocas opciones para tratamientos, muchas comunidades, organizaciones de base y familias han recurrido a la estrategia conocida como «reducción de daños», diseñada para mantener con vida a las personas mientras consumen drogas, hasta que puedan iniciar algún tipo de recuperación.