Se llamaba Christian Ariel Quinteros pero todos lo conocían como el «Gordo Tita». Tenía 43 años, se movía en la zona de Moreno y, para cuando lo encontraron quienes lo estaban buscando, se andaba también escondiendo de un pedido de captura del Tribunal Oral 28 de Capital Federal.
AntilavadoDeDinero / Clarin
Quintero era un narco mediano y al parecer su trágico final tuvo que ver con una deuda de drogas. Lo cierto es que el jueves 6 de diciembre de 2018 -un día después de que su esposa lo denunciara como desaparecido en la comisaría 5ta de Moreno- encontraron su cuerpo: lo habían tirado a un costado de la Ruta 47, a la altura del kilometro 38, cerca de la localidad de Navarro y próxima al a ciudad de Mercedes.
Al «Gordo Tita» lo mataron a balazos calibre 40. Según la autopsia, el disparo mortal atravesó su abdomen casi de punta a punta. Pero eso no fue lo más cruel. La muerte fue precedida por una intensa sesión de tortura: le cortaron la oreja izquierda, le sacaron su ojo izquierdo con una cuchara y sus piernas estaban llenas de cortes.
A partir de ese momento su esposa, Anabela Beatriz Blumetti (46), comenzo a vivir con miedo. A varios amigos les comentó que notaba que autos extraños pasaban seguido por la puerta de su casa en Francisco Alvarez, Moreno.
La mujer nunca denunció amenazas pero sus preocupaciones sí quedaron registradas en una escucha telefónica que tiene la Justicia Federal de San Isidro. Al parecer, en el marco de una causa iniciada para investigar amenazas de muerte a la jueza Sandra Arroyo Salgado, los problemas del «Gordo Tita» salieron a la luz en una charla.
Blumetti estaba preocupada porque su esposo tenía una deuda con un hombre más pesado que él y le comentó sus miedos a un narco con el que ella mantenía una relación de amantes. Como este último tenía el teléfono intervenido, la conversación llegó a manos del fiscal federal Fernando Domínguez, responsable de investigar las amenazas contra Arroyo Salgado.
Anabela Blumetti pasó el principio del verano sin noticias. Pero lo que tanto temía ocurrió finalmente a pocas cuadras de su casa en el barrio Parque Gorriti, en Francisco Alvarez.
La mañana del 7 de febrero de 2019 -a casi dos meses exactos del crimen de su esposo- Anabela se subió a su Chevrolet Meriva azul para ir al gimnasio. Antes hizo una breve parada en la casa de una vecina que vivía muy cerca y la recogió para que fueran juntas. Apenas lograron completar unos metros.
Iban por la calle Domingo Lastra y a la altura de Agustín Aragón un Chevrolet Corsa blanco en el que iban dos hombres les cortó el paso. De ese auto se bajó uno de lo ocupantes, se paró frente a la puerta del conductor, miró fijo a Blumetti y le exigió que le diera lo que tuviese de valor, como si fuera un robo. Otra versión indica que le hizo referencia a una deuda.
A Anabela Blumetti la asesinaron cuando iba con una amiga en su Chevrolet Meriva.
La amiga que iba con ella se aterró, bajo de la Meriva y comenzo a correr. Incluso pensó que le habían pegado un tiro cuando escuchó detonaciones. Sin embargo pronto se dio cuenta que estaba ilesa y volvió sobre sus pasos mientras los atacantes escapaban.
Anabela Blumetti estaba sentada y agonizando al volante de su camioneta. Una bala le había entrado por su oreja izquierda y atravesado la cabeza. El plomo quedó incrustado en la carrocería. Murió casi al instante.
Aunque en un principio ambos crímenes tramitaron en causas separadas, el de Quinteros en la UFI 6 de Mercedes y el de Blumetti en las UFI 2 de Moreno, hoy por hoy se investigan juntos. Incluso se destinó una fiscalía especializada, con un equipo especial.
Teniendo en cuenta la posible vinculación entre los homicidios y el tráfico de estupefacientes, la fiscalía general, a cargo de Lucas Oyhanarte, le dio intervención al Cuerpo de Funcionarios y Detectives Judiciales. El doble homicidio comenzó a ser analizado por el fiscal Leandro Ventricheli, a cargo de la UFI 12 y en coordinación con la Procunar y la Division Homicidios de la Federal.
Para empezar la investigación cuenta con dos aportes interesantes. Por un lado un testigo de identidad reservada contó que, efectivamente, las muertes de Quinteros y su esposa tenían como origen » la venta de estupefacientes y/o un ajuste de cuentas».
Por otro lado el financista Diego Guastini -el mayor lavador narco del país- reveló un episodio curioso sobre el crimen de Quinteros en su declaración como arrepentido realizada del 18 de octubre de 2019, diez días antes de que un sicario le cruzara el paso y lo ejecutara en Quilmes, muy cerca de su casa.
«Una persona que es funcionario de la Policía de la Provincia de Buenos Aires con el cual tengo y he tenido alguna relación de haberlo ayudado con información en algunas causas, de nombre Adrian Baeta y apodado «Palermo», me pregunta o me consulta sobre una fotografía de una persona que la habían asesinado en la zona de Navarro», dijo Guastini, nombrando por primera vez al oficial Baeta, hoy prófugo en una megacausa por robo de droga y operativos armados, expediente a cargo del fiscal Federico Domínguez.
«Por lo que me transmite Baeta, tenía antecedentes de que el hecho fuera por narcotráfico. Y como me conoce de años, sabe que soy una persona vinculada o puedo llegar a tener información», concluyó ese 18 de octubre de 2019 Guastini, que manejaba tanta información y estaba tan vinculado que rechazó custodia, ni siquiera blindó su Audi A 4 y terminó muerto antes de seguir contándole a la Justicia todo lo que sabía.
Y sabía mucho.