Junto a la viuda y el hijo de Pablo Escobar, el ex jugador de Boca Juniors, Mauricio Serna está acusado de operar con los activos surgidos del narcotráfico.
Antilavadodedinero / eltribuno.com
Mauricio Serna fue enviado a juicio oral junto a la viuda y el hijo de Pablo Escobar, en una causa en la que se los investiga por lavado de dinero de activos surgidos del narcotráfico. El juez federal Néstor Barral los sentará en el banquillo junto a otros nueve imputados.
La acusación radica en que todos ellos habrían realizado un aporte esencial para inyectar en la Argentina fondos de José Bayron Piedrahita Ceballos, vinculado al entonces líder del Cartel de Medellín.
El ex jugador de Boca Juniors le habría entregado un inmueble y dos lotes a un precio irrisorio y ficticio. La investigación se lleva adelante en el Juzgado Federal Número 3 de Morón y tiene que ver con la asociación criminal internacional que operó en el país entre 2008 (al menos) y septiembre de 2017.
Se ponía en circulación en el sistema financiero bienes del narcotráfico de Colombia y Estados Unidos.
El arrepentido
Pero lo cierto es que el narco colombiano José Bayron Piedrahita Ceballos, hoy preso en Estados Unidos, señaló a Serna como uno de los testaferros de la familia Escobar.
Acordó un juicio abreviado tras aceptar declarar como un imputado colaborador: más de 5 años de cárcel y una multa de $165 millones. La viuda y el hijo de Escobar también fueron elevados a juicio junto al exfutbolista
En su celda, José Bayron Piedrahita Ceballos jugó a contar el tiempo.
Preso en una cárcel de la Florida estadounidense, ganadero según él, capo narco según los fiscales que lo persiguen, Piedrahita Ceballos entendió que su mayor capital era él mismo. Así que el colombiano tomó un teléfono, llamó a su abogado en Buenos Aires y negoció. Se convirtió en un colaborador imputado de la Justicia argentina, un arrepentido.
No lo hizo solo para los jueces locales; también lo hizo para los procesos vigentes en su contra en Estados Unidos y en su país. Ganaba tiempo al hacerlo, ganaba evitar un juicio desgastante donde todo sería peor y lograr una pena más breve que se computaría con su tiempo cumplido. Con 61 años de edad, Piedrahita Ceballos podría, quizás, morir libre.
La Justicia Federal argentina lo acusa por sus negocios locales, algo que parece un sueño afiebrado de Netflix, pero que en realidad era lo que otros colombianos ligados al negocio de la cocaína hicieron en la Argentina de las últimas décadas: lavar su plata.