Exbanquero se convierte en testigo contra chavistas del régimen de Maduro

En una reunión en la oficina del cliente en enero del 2017, Matthias Krull, exbanquero suizo, conoció a los verdaderos beneficiarios de la operación de US$ 200 millones: tres hombres ataviados con gorras de béisbol y cadenas de oro presentados como “Los Chamos”. Eran los hijastros de Nicolás Maduro.

Antilavadodedinero / Gestion

Matthias Krull se levanta la pernera del pantalón, y coloca unas tijeras de podar en el dispositivo de tobillo que le ha recordado sus delitos durante dos años. Armado con una orden judicial, el exbanquero suizo corta el plástico duro, lo que libera un torrente de emoción.

“Físicamente me acostumbré a ello, pero psicológicamente es liberador”, dijo Krull, de 47 años, desde su casa arrendada en Miami. “Poder llevar pantalones cortos de nuevo es algo grande. Iba a los partidos de fútbol de mi hijo, hacía 100 grados (unos 38 grados Fahrenheit) y todo el mundo llevaba pantalones cortos”.

Los problemas legales de Krull derivan de su trabajo en Venezuela, que se ha visto plagada por la corrupción en dos décadas de gobierno chavista. En ese tiempo, Krull, que trabajaba para el Grupo Julius Baer, era el banquero privado para personas relacionadas con el gobierno. Entre sus clientes estaban los hijastros del ilegítimo presidente, Nicolás Maduro.

El banquero fue detenido en el 2018 en el aeropuerto de Miami y procesado por lavado de dinero, lo que dio inicio a su segundo acto como testigo estrella de los investigadores federales de Estados Unidos que intentan desentrañar la red corrupta venezolana que malversó miles de millones de dólares procedentes del petróleo.

La asistencia de Krull ha sido decisiva. Desde que se declaró culpable ha ayudado a la fiscalía a reclutar a otros banqueros suizos como testigos, presionado a otros para que se entreguen y asistido en investigaciones europeas.

En reconocimiento a esos esfuerzos, un juez redujo en setiembre su condena original de 10 años de prisión en un 65% y le permitió quitarse el dispositivo localizador. Está previsto que comience su condena de 42 meses este verano.

Sobre todo el proceso planea una pregunta más acuciante: si alguien más era responsable. Aunque el Julius Baer Group tachó las acciones de Krull como las de un empleado rebelde, el regulador suizo descubrió el año pasado que la entidad ignoró señales de alerta y fomentó el mal comportamiento.

“El objetivo era traer dinero nuevo”, dijo Krull. “En realidad no les importaba la rentabilidad de las cuentas”.

Julius Baer, con sede en Zúrich, declinó responder preguntas en detalle, de modo que este despacho refleja el punto de vista de Krull, expresado en varias entrevistas. Muchos de los detalles están respaldados por documentos judiciales y funcionarios estadounidenses.

Para los rivales de Krull, su ventaja residía en su infancia. Su padre, un pastor luterano, se mudó allí con la familia desde Alemania cuando Krull tenía 7 años. En una escuela privada alemana en Caracas, construyó una red de contactos en la élite de la ciudad al tiempo que aprendía la jerga de las villas en las colinas.

Sus primeros años en Julius Baer fueron un torbellino impulsado por los buenos tiempos. Hugo Chávez estaba en el culmen de su poder, los precios del petróleo subieron a cifras récord y los venezolanos ricos buscaban maneras de guardar su dinero fuera del país.

“La broma entre los banqueros era que el dinero estaba tirado en el piso, sólo había que tomarlo”, dijo.

Krull estima que gestionó más de US$ 1,000 millones en depósitos, lo que le dio un puesto en el “Club de presidentes” de Julius Baer, el 10% de gestores con mejores resultados.

Pero había un lado más arriesgado. Los secuestros y extorsiones a banqueros eran frecuentes, y Krull se movía con un guardaespaldas armado. Después de una balacera ante su departamento de hombres que al parecer lo buscaban, Krull se mudó a Panamá, pero siguió viajando a Venezuela por negocios.

Un canje de moneda de alto riesgo que salió mal derivó en el arresto de Krull, aunque su papel en la operación era pequeño y sólo intervino hacia el final, según investigadores estadounidenses.

En el 2014, uno de los clientes de Krull hizo un préstamo en bolívares al monopolio petrolero estatal venezolano PDVSA. La petrolera devolvió el préstamo dos meses después en dólares a una tasa de cambio muy superior a la oficial, lo que permitió a los conspiradores llevarse 15 veces la cantidad prestada, según la demanda penal contra Krull.

Dos años más tarde, el cliente de Krull le pidió mover US$ 200 millones en beneficios del falso préstamo a una cuenta en un banco extranjero, según los investigadores.

Su empleador dio instrucciones a Krull de evitar cualquier transacción que incluyera a la compañía petrolera. De modo que puso en contacto a su viejo cliente con un gestor en Panamá que, sin que lo supieran los otros dos, era informante del gobierno estadounidense.

En una reunión en la oficina del cliente en enero del 2017, Krull conoció a los verdaderos beneficiarios de la operación de US$ 200 millones: tres hombres ataviados con gorras de béisbol y cadenas de oro presentados como “Los Chamos”, una forma coloquial de decir “los chicos”. Eran los hijastros de Nicolás Maduro.

“En ese momento me di cuenta de que la situación me venía grande”, dijo Krull, que se escabulló de comer con los hombres con el corazón acelerado.

Krull insiste en que se le ha convertido en el chivo expiatorio de un sistema de banca privada basado en el secreto y que facilitó el saqueo de las arcas venezolanas.

Krull presentó una demanda de despido improcedente contra Julius Baer en Venezuela, en la que describió la reunión a comienzos del 2017 en la que habló con sus superiores sobre qué hacer con varios clientes de los que se había entregado información al Departamento de Justicia de Estados Unidos.

Krull alega que recibió instrucciones de no rechazar a los clientes y mantener abiertas sus cuentas personales.

“El único objetivo era seguir generando ingresos para el banco y no tomar ninguna acción real y concreta para evitar el lavado de dinero”, alega Krull en su demanda.

El regulador suizo identificó el año pasado muchas transacciones realizadas a lo largo de una década que apuntan a “fallos sistémicos” en Julius Baer.

En concreto, la autoría concluyó que la entidad tuvo fallos “significativos” a la hora de investigar la identidad de clientes latinoamericanos y compensó a los banqueros por atraer nuevos fondos con pocos miramientos por cumplir los requisitos legales.

En un comunicado, Julius Baer indicó que la actividad criminal por la que Krull se declaró culpable ocurrió fuera de sus deberes. El banco dice haber cooperado con las autoridades suizas.

Mark Pieth, experto en lavado de dinero dijo que en los últimos años se han producido varios escándalos con bancos suizos, de modo que no hay excusa para que no conozcan la fuente de enormes sumas de dinero reunidas por sus colaboradores en Venezuela.

“Con Venezuela deberían haber sonado todas las alarmas”, dijo Pieth.

El experto dijo estar sorprendido porque no se hubieran presentado cargos contra más gestores financieros suizos. En Suiza, el supervisor de mercados financieros FINMA envió misivas con reprimendas a dos gestores de alto nivel dentro de la pesquisa sobre Julius Baer, un castigo que Pieth comparó con “un golpe en los nudillos”.

“Es como pedir a los casinos que identifiquen a los adictos al juego”, señaló.

Ahora, mientras espera a cumplir su condena, Krull se pasa el día llevando a sus hijos a los partidos de fútbol y hablando con viejos amigos.

“Me arrepiento sobre todo de haberme visto arrastrado a esta situación, no tuve la fuerza de dar la alarma y dar un paso adelante hablando con la gente adecuada”, dijo Krull. “Eso se quedará conmigo el resto de mi vida”.

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