Mientras la atención sigue centrada en la espiral de homicidios en Jamaica, el primer ministro de ese país ha prometido contener la violencia con una agresiva campaña contra las armas de fuego ilegales, una propuesta más fácil de plantear que de realizar.
Antilavadodedinero / InSightCrime
Ya se han decomisado más de 90 armas en el marco de la campaña del gobierno «Get Every Illegal Gun» (Recoger todas las armas ilegales), lanzada a comienzos de febrero. La Fuerza Policial de Jamaica (Jamaica Constabulary Force) confiscó el último lote en una comunidad cerrada de Trelawney, después de un tiroteo en el que resultó muerto un importante jefe pandillero. La policía decomisó 13 armas de fuego, entre las que se contaban tres M16, dos AK-47 y cinco rifles AR15.
Al anunciar la iniciativa, el primer ministro Andrew Holness prometió penas más severas por posesión ilegal de armas, así como un incremento de los operativos de policía contra los poseedores de armas sin licencia. La campaña incluye recompensas para animar a los residentes a denunciar armas ilegales.
«La gente sabe dónde están las armas. Todo lo que tienen que hacer es coger su teléfono y llamar […] y pueden recibir desde $250.000 hasta $500.000 dólares jamaiquinos [US$1.600 a US$3.200] dependiendo del arma», proclamó Holness.
Entretanto, Jamaica sigue inmersa en la violencia. El país ha encabezado la lista del Balance de Homicidios de InSight Crime por segundo año consecutivo. Hace un año, el país registró 1.463 homicidios, lo que arrojó una tasa de homicidios de casi 50 por 100.000 habitantes.
Aunque la campaña es un paso para remediar la desmedida violencia con armas en Jamaica, la ofensiva contra las armas ilegales enfrenta una fuerza compensatoria, a saber, el constante flujo de armas de fuego que entran de contrabando al país.
En el pasado, campañas como esta no han producido resultados importantes debido a la falta de atención sobre los puntos de ingreso de armamento ilegal. Anthony Clayton, experto en seguridad y profesor en la Universidad de las Indias Occidentales, de Jamaica, declaró a InSight Crime que las armas se introducen ocultas en contenedores de embarque. Se desensamblan y se mezclan con repuestos de auto para dificultar su detección en las inspecciones. Detener el tráfico demanda costos y logística «desmesurados», opina Clayton.
Estados Unidos es la principal fuente del mercado de armas ilegales en Jamaica, pues el contrabando desde ese país está en el orden de los centenares de armas por mes, según una investigación del New York Times.
Las pandillas haitianas también proveen armas a sus homólogos en Jamaica. En 2020, InSight Crime informó que el tráfico de armas ilegales entre ambos países podía rondar los US$1,5 millones.
Clayton estimó que cada mes se contrabandean de «150 a 200» armas desde Haití hacia Jamaica. La mayoría son armas viejas de bajo calibre, conocidas como «armas oxidadas», mientras que el mercado estadounidense provee armas de grueso calibre.
Y lo peor es que sigue siendo improbable que el flujo de armas desde los países de origen se interrumpa.
«Sería maravilloso que pudiéramos lograr que los países proveedores hicieran más para cortar el suministro», agregó Clayton. «Pero en el caso de Haití no sería realista siquiera esperar que pudieran hacer mucho. Y en el caso de Estados Unidos, por razones políticas, también es improbable que hagan mucho».
La envergadura de los asesinatos en el año que pasó muestra un énfasis en las raíces profundas de esta violencia en Jamaica. En noviembre de 2021, The Jamaica Gleaner reportó que un hombre fue abaleado en un seminario sobre gestión de paz y violencia de género, una imagen desalentadora de los esfuerzos para combatir este problema fundamental.
Estas armas alimentan el ciclo de violencia en Jamaica, el cual ha persistido a pesar de la reducción de muchas otras formas de criminalidad. Clayton afirmó que la mayoría de otras formas de actividad delictiva se han reducido o presentan una relativa estabilidad, lo que a su vez contrasta ostensiblemente con los homicidios.
«El problema que contra viento y marea se mantiene en un nivel crítico es el excepcional grado de violencia, una violencia que tiene hondas raíces en elementos tóxicos de la política y la cultura, la desintegración familiar y el abuso infantil, y un terrible ciclo de temor, agresión y retaliación», concluyó el experto.