Tras años de lucha por parte de asociaciones y pensadores, la aporofobia —el odio a las personas pobres— se convirtió el pasado 25 de junio en agravante de delitos al igual que lo es el racismo o la homofobia, gracias a la entrada en vigor de la Ley de protección integral a la infancia y la adolescencia, que incluye esta nueva regulación para proteger a las personas en situación de pobreza en España. Este hecho propiciará que la ciudadanía, que aún no está familiarizada con este término como sí ocurre con otros delitos de odio, «detecte con más facilidad los casos de aporofobia, crezca la conciencia general y aumenten las cifras», según ha declarado a 20minutos el director general de Hogar Sí, José Manuel Caballol.
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Esta ley, no obstante, es sólo un pequeño paso más en una larga travesía que los defensores de los derechos de las personas sin hogar han transitado. La Real Academia Española (RAE), que define a este fenómeno como la «fobia a las personas pobres o desfavorecidas», no aceptó el neologismo hasta finales de 2017. En cambio, la Fundación del Español Urgente (Fundéu) la declaró como la palabra de ese año.
Pese a que la aceptación del término se plasmó hace menos de tres años, se gestó hace más de dos décadas. La reputada filósofa española Adela Cortina acuñó por primera vez el término en su obra Aporofobia: el rechazo al pobre. En dicho ensayo, la intelectual enfatiza que la discriminación a las personas pobres está estrechamente vinculada a otros delitos de odio como la xenofobia. Al hilo, en una entrevista a Europa Press, la pensadora consideró que el verdadero rechazo se debe a la situación de pobreza porque «cuando el extranjero es rico y cuando la persona de otra etnia es rica la recibimos con todo el entusiasmo», considerando que «no se les rechaza por extranjeros, sino por pobres».
Cortina acogió positivamente que el fenómeno al que ella misma le puso nombre se convirtiera en agravante de delitos en España: «Nuestra sociedad comunica por este medio que rechaza totalmente este tipo de acciones, que nos parecen repulsivas».
Esta discriminación a las personas pobres se ha constatado en el Informe sobre la evolución de los delitos de odio en España que el Ministerio del Interior ofrece anualmente y que contabiliza los hechos conocidos por aporofobia desde 2013. En el año 2020 se registraron diez delitos por aporofobia, de los cuales nueve de ellos fueron esclarecidos. Estas cifras suponen sólo un 0,7% del total de delitos de odio en territorio nacional.
Los casos anuales registrados desde que el Ministerio los contabiliza son similares, a excepción de los recogidos en el 2013, el primer año en el que empezaron a contarse, siendo sólo cuatro hechos detectados por aporofobia. Por otro lado, 2015 fue el año en el que se registraron más denuncias por aporofobia, con 17 delitos contra las personas pobres. Sin embargo, los datos recientes muestran que anualmente se denuncian pocos casos, debido al desconocimiento general sobre qué es la aporofobia: las estadísticas oficiales reflejan que en 2019 se registraron 12 casos y en el 2018, un leve incremento hasta alcanzar las 14. Tanto en 2014 como en 2017 se denunciaron 11 casos y en 2016, el mismo número de hechos que en 2020, con diez.
El perfil de las víctimas más recurrente son los hombres cuya edad comprende entre 41 y 50 años, con cinco casos registrados durante el curso anterior. En cuanto a los autores, se han indicado 8 hombres y 4 mujeres denunciados por delitos por aporofobia. El perfil de los mismos es variado, sin que ningún grupo etario destaque sobremanera.
Los delitos por aporofobia en 2020 se concentraron en sólo cuatro comunidades autónomas, destacando la Comunidad de Madrid con cuatro hechos notificados. El resto de comunidades autónomas son Cataluña —con dos hechos delictivos notificados en Barcelona—, País Vasco —con dos casos denunciados en Álava— y la Comunidad Valenciana —con un registro en Valencia y otro en Alicante—.
Desde que se contabilizan los casos por aporofobia en España, en ningún año se han alcanzado los veinte casos, teniendo una presencia claramente inferior a delitos de odio como el racismo o xenofobia, ideología, sexo o género y discapacidad.
Estas estadísticas, no obstante, «no reflejan la realidad, puesto que se reporten al año entre 8 y 14 casos se debe a que existe una clara infradenuncia», declaró José Manuel Caballol.
“Que se declare la aporofobia como agravante de delitos, sumado a una mayor conciencia en la sociedad sobre la gravedad de este problema derivará en que aumentarán las denuncias y se acercarán más a los datos reales”, señala.
El director de la asociación Hogar Sí, que surgió en 1998 con el objetivo de que ninguna de las aproximadamente 33.000 personas que viven en la calle en España se encuentren en esa situación, se congratula de que la aporofobia sea designada como agravante de delitos, ya que «provocará que se identifiquen con más claridad un delito de aporofobia«.
Desde la asociación han acogido «con mucha satisfacción» la inclusión de la aporofobia, aunque ha recordado que ha supuesto una «lucha de muchos años», y ha recordado el asesinato en 2005 de María Rosario Endrinal, una persona en situación de sinhogarismo de Barcelona por ser pobre: «En aquel momento no existía la aporofobia en el Código Penal, ahora sí», declaró.
Caballol espera que esta modificación de ley suponga un «cambio sustancial». El director de Hogar Sí incide en que «cuando una persona agrede a otra por el mero hecho de estar en la calle se debe a su condición. No se debe sólo a palizas o agresiones, también a desprecios en consultas médicas o al veto en baños».
El dirigente ha enfatizado la importancia de que la Fundéu declarara el neologismo aporofobia como palabra del año en 2017. En relación, la asociación que representa ha solicitado que acepte ‘sinhogarismo’ en el Diccionario de la Real Academia Española «para que la culpa no recaiga en la responsabilidad individual, puesto que se trata, realmente, de un fenómeno estructural».
La aporofobia, en palabras de José Manuel Caballol, debe ser enfrentada desde varios frentes. «Una de las claves es la educación: algunos de los casos de aporofobia se han realizado por parte de jóvenes que venían de fiesta». Asimismo, ha estimado como fundamental que la opinión pública conozca que esta discriminación existe, puesto que «ayuda a que se detecten casos de aporofobia».
La fuerte vinculación entre el sinhogarismo y la aporofobia, indica Caballol, merece «una reforma en el modelo de vivienda actual». El director de la asociación considera que «el hecho de tener vivienda propicia que estas personas no sean identificadas como pobres» y que «contar con una vivienda propia asegura servicios básicos de higiene, comida y ropa.
El activista a favor de los derechos de las personas en situación de pobreza explica que el fenómeno de la aporofobia surge a través de un «proceso de cosificación de personas que no eligen acabar en situación de pobreza».
«Las puertas de la conciencia se cierran ante los mendigos sin hogar», dice Cortina. Atajar esta problemática arraigada y soterrada en España es una cuestión capital ya que, como diría la filósofa, «no hay posibilidad de democracia si hay aporofobia».