La corrupción política se tiene que atacar desde la raíz

Luchar contra la corrupción no es una cuestión de reformas legales, sino de transformación de la política.

En Perú, país desde donde enunciamos nuestro pensar, cada año se pierden 12.600 millones de soles por actos de corrupción, lo cual representa aproximadamente el 10% del presupuesto público nacional (Defensoría del Pueblo, 2017), que bien podría invertirse en la construcción e implementación de hospitales públicos, para evitar muertes por enfermedades respiratorias como las más de 600 personas en 20181; abastecer de agua potable a los más de 7 millones de personas que actualmente carecen de acceso a tan vital líquido elemento (Oxfam, 2019); o implementar políticas públicas para que los más de un millón de niños vayan a la escuela y no tengan que verse forzados a trabajar para sobrevivir (Correo/15/06/2019).

La apropiación del presupuesto público por parte de las autoridades deshonestas impide el acceso a los medios de vida como la salud, el agua potable o la educación de millones de personas en el Perú. “Si me arrancan los medios con que vivo, me quitan la vida entera”, decía Shylock, el personaje de El mercader de Venecia (Shakespeare, 2001, p. 125).

La corrupción política mata. Luchar por erradicarla no es una opción, es una necesidad. El 2019 ha sido denominado el “Año de la lucha contra la corrupción y la impunidad” por el gobierno. Si de lucha se trata convendría seguir el tradicional consejo de El arte de la guerra: “Es preciso conocer al enemigo”.

Qué es la corrupción política

La pregunta por lo que es, corresponde a la interpelación por el ser. Tarea de la que se ocupa una rama de la filosofía llamada ontología. Por lo que en seguida acudiremos a lo que han dicho algunos filósofos iberoamericanos actuales sobre lo que es la corrupción política.

El libro titulado Hartos de Corrupción publicado en 2014, compilado por Miquel Seguró, recoge 10 opiniones sobre el problema en cuestión. A continuación reseñamos tres definiciones de filósofos que nos parecen relevantes para nuestros efectos. Norbert Bilbeny apunta que la corrupción política es una actividad ilícita de tipo económico en el ejercicio de un cargo político y aprovechándose de este.

Victoria Camps considera que la corrupción política consiste en la utilización de recursos públicos para el beneficio del interés privado sobre el interés público que es lo que debiera ser el objetivo de la buena política. Y Manuel Cruz define la corrupción política como la apropiación privada de recursos públicos.

En la misma línea opina Luis M. Cifuentes (2018), al decir que la corrupción es el mal uso del dinero público por parte de políticos y funcionarios y su desvío ilícito hacia el beneficio personal o privado.

No obstante, desde una perspectiva distinta el filósofo uruguayo Carlos Pereda (2016) conceptualiza la corrupción “como una forma de dominación social sustentada en un diferencial de poder en el que predominan el abuso, la impunidad y la apropiación indebida de los recursos de la ciudadanía”. Esta última definición nos parece pertinente para nuestros objetivos, porque toca el elemento principal de la política que es el ejercicio del poder. El cual es fundamental porque:

[…] muchas veces, cuando se analiza la corrupción política, se corre el riesgo de quedarse con lo anecdótico y olvidar lo esencial: sus causas profundas.  

La corrupción hunde sus raíces de forma ramificada y profunda. Si se pretende combatirla cortando sus ramas, lo único que se consigue es que más adelante vuelvan a surgir con igual o más fuerza. El camino consiste en evitar que llegue el agua y la luz que alimentan sus raíces y cortarlas (Villoria, 2014, p. 15).

En efecto, si se trata de luchar contra la corrupción política se tiene que atacar desde la raíz, caso contrario se continuará haciendo más de lo mismo: nada.

Cuál es la raíz de la corrupción política

La política en sentido amplio es ante todo ejercicio de poder. Diagnosticar su enfermedad, esto es, su corrupción, supone ir a su origen.  Hay una distinción tradicional entre lo político y la política que merece la pena resaltar. La esfera de lo político comprende al Estado en tanto entramado jurídico-político de la sociedad.

La esfera de la política, en cambio, comprende las praxis de organización y movilización popular. La primera corresponde al poder delegado y lo ejercen los representantes. La segunda corresponde al poder delegante y lo ejercen los representados. En suma, la política funda lo político, y en consecuencia, lo político se subordina a la política.

Platón opinaba que la política nace porque se dan la circunstancias de que ninguno de nosotros se basta así mismo (Lledó, 2018). Nadie puede vivir sin otros seres humanos, es cierto. Vivir es convivir.  

La necesidad de buscar y prestarse ayuda entre los miembros de la comunidad frente a las calamidades que aparecen en la vida, dio lugar a la política, entendida como el arte de gestionar las mediaciones necesarias en vista de la “producción, reproducción y desarrollo de la vida en comunidad” (Dussel, 1998, p. 141).

En este sentido, el Estado es la macro institución que condensa el ejercicio delegado del poder del pueblo, cuya finalidad es velar por el bien de todos. Su razón de ser reside en estar al servicio del desarrollo de la vida del pueblo. 

Cuando pierde de vista este objetivo, se rompe el nexo causal. Y a este problema se la denominó en latín corruptiónis, del prefijo de intensidad con y rumpere, que significa romper o hacer pedazos. El cual refiere a fractura, quiebre o desconexión. Por extensión, si lo aplicamos a la política, la primera característica de la corrupción consiste en la desconexión de lo político de la política. Vale decir, en la ruptura del ejercicio del poder delegado que lo ejercen los representantes del poder delegante que lo ejercen los representados o el pueblo.

Entonces ¿en qué consiste la raíz de la corrupción política? El filósofo de la liberación, Enrique Dussel, nos da el concepto:

[…] en que el actor político (los miembros de la comunidad política, sea ciudadano o representante) cree poder afirmar a su propia subjetividad o a la institución en la que cumple alguna función […] como la sede o la fuente del poder político. […] Si los miembros del gobierno, por ejemplo, creen que ejercen el poder desde su autoridad autorreferente (es decir, referida a sí mismos), su poder se ha corrompido (Dussel, 2006, pp. 13-14).

La normalización del ejercicio autorreferente del poder es la raíz de la corrupción política, pero también de la corrupción judicial. Dussel denomina a esta corrupción originaria “fetichismo del poder”, el cual consiste en hacer aparecer el ejercicio del poder fundado como poder fundante y el poder fundante como poder fundado.

Así, siendo el ejercicio del poder de los representantes políticos delegado y parcial, se torna autorreferente  y absoluto.

En tal sentido, conceptualizamos la corrupción política como la normalización de la fractura o quiebre del poder delegado que ejercen los representantes políticos del poder delegante que ejerce el pueblo. Entonces, la corrupción política se inicia no cuando el representante se apropia del dinero público, no cuando utiliza el poder delegado para beneficio personal, sino cuando el representante político se cree la sede del poder y lo ejerce sin referencia a quien le delegó, el pueblo.

Esta es la relación presupuesta en todo acto de corrupción política, y como continuamente nos recuerda Enrique Dussel (15/08/2018): “es su fundamento ontológico” 2. Si no se corta esta relación, se deja intacta sus raíces.

Si esto es así, la lucha contra la corrupción política no pasa tanto por empeñarse con reformas legales, pero tampoco con reformas políticas, sino por transformar la política vigente, porque lamentablemente los representantes políticos en nuestro país creen ser la sede del ejercicio del poder.

Conclusiones

En base a lo expuesto planteamos las siguientes conclusiones:

  1. La política es una actividad honesta, un servicio al pueblo. No es un negocio, una agencia de empleos o un modo de delinquir legalmente. Tampoco ejercer la representación política debe confundirse con el cultivo de la corrupción, como creen algunos representantes políticos en nuestro país.
  2. La corrupción política consiste en creerse la sede del ejercicio del poder político y ejercerlo sin referencia primera y última a la comunidad política o pueblo. Esta es la relación presupuesta en todo acto de corrupción política. Si no se corta esta relación, se deja intacta sus raíces.
  3. Las consecuencias de la corrupción política son mortales, porque priva del acceso a los medios de vida, como los servicios públicos, que son muchas veces los únicos medios que tienen al alcance millones de ciudadanos.
  4. Luchar contra la corrupción no es una cuestión de reformas legales, sino de transformación de la política. Tarea que requiere iniciar por la crítica sistemática al marco categorial desde el cual se piensa y orientar la praxis política en nuestro país.

Por: Jaime Araujo Frías

ALD/Iberoamericasocial

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