Desde China, donde apareció el brote, a Europa, América Latina, Estados Unidos, África y el resto de Asia, los cierres de fronteras y las restricciones al movimiento han paralizado negocios transfronterizos como el tráfico de drogas, de personas y de animales
Antilavadodedinero / Efe.com
El pasado 12 de marzo fue un día aciago para la N’drangheta. La Policía que vigilaba la cuarentena en el pueblo calabrés de Bruzzano Zeffirio paró a un hombre que decía llevarle comida a un amigo. Cuando le preguntaron adónde iba, el transeúnte dio la dirección de una casa abandonada. La Policía empezó a sospechar y mandó agentes a vigilar el edificio. A través de una de las ventanas pronto vieron humo de lo que parecía ser un cigarrillo. Como explica con lirismo un comunicado de los Carabinieri: “aquella vivienda no podía ser la morada de un simple ciudadano honesto”. Y no lo era. Quien fumaba allí dentro era Cesare Cordì, el capo de la mafia calabresa -la célebre N’Drangheta-, que fue detenido gracias “a las condiciones ambientales generadas por la emergencia sanitaria”.
Aunque menos literarias que la caída del fugitivo Cordì, esta “emergencia sanitaria” creada por el coronavirus ha tenido consecuencias para la capacidad operativa de los grupos de criminalidad organizada en todo el mundo.
Desde China, donde apareció el brote, a Europa, América Latina, Estados Unidos, África y el resto de Asia, los cierres de fronteras y las restricciones al movimiento han paralizado negocios transfronterizos como el tráfico de drogas, de personas y de animales.
Estos emporios ilegales han visto bloqueadas sus vías de suministro o ven dificultada la distribución por el mayor despliegue policial y el confinamiento.
“La pandemia ha supuesto una importante disrupción para la criminalidad organizada”, confirma Mark Shaw, director de la Iniciativa Global contra la Criminalidad Organizada Internacional (GI).“Por ejemplo, las redes criminales nigerianas extendidas por todo el mundo que transportan pequeñas cantidades de droga en avión han visto su negocio paralizado, porque no hay vuelos que tomar”, explica.
CHINA Y EL NARCO DE MÉXICO
El cese vuelos y la paralización de las exportaciones en países como China son otro factor clave para entender el impacto de la pandemia sobre el hampa. Un informe publicado este mes por GI destaca el caso de los carteles mexicanos, que llevan semanas sin poder importar los productos químicos que necesitan para producir el fentanilo y las metanfetaminas con las que surten los mercados de la droga en Norteamérica.
“China es el primer productor de estos componentes químicos, y su cierre de fronteras ha hecho muy difícil producir drogas muy populares como el cristal”, resume Chris Dalby, del grupo de investigación sobre la criminalidad organizada en Latinoamérica Insight Crime.
Este revés para la capacidad de aprovisionamiento y distribución del narcotráfico ha reducido también la entrada de cocaína en Europa y la de heroína que, procedente de Asia, llegaba hasta ahora en grandes cantidades al sur de África a través de países como Mozambique.El cierre de China también ha afectado a las mafias que suministran ropa y bisutería a los comerciantes del centro de México DF. Según explica Dalby, las importaciones, ahora interrumpidas, de este tipo de mercancía corren a cargo del grupo delictivo La Unión de Tepito.A través de un subgrupo llamado Los Marco Polos -en honor al pionero veneciano del comercio con China-, La Unión de Tepito compra este contrabando en el país asiático y lo vende a los pequeños comerciantes de la capital mexicana, que además son extorsionado por la banda.
“Muchos de estos comercios se están negando a pagar lo que se llaman ‘rentas’ o ‘vacunas’”, cuenta Dalby. “¿Por qué seguir pagando protección si ni siquiera nos dan la mercancía?”, se preguntan cada vez más comerciantes, según el experto de Insight Crime.
Pese a estas complicaciones, los especialistas contactados por Efe coinciden en que las grandes mafias se adaptarán a la nueva situación.“Fuentes de la Administración para el Control de Drogas (DEA) de los Estados Unidos nos dicen que los grandes carteles de México, el Cartel de Jalisco y el de Sinaloa, ya están buscando fuentes alternativas de suministro para producir drogas”, apunta Dalby.
EL PRECIO DE LOS ‘COYOTES’
Las restricciones al movimiento impuestas por las autoridades en todo el mundo han complicado asimismo la venta de drogas al consumidor final.
La prohibición de salir a la calle y la presencia de militares y policías hacen prácticamente imposible la labor de los ‘camellos’ y han reducido a niveles mínimos los delitos con violencia.
Según el informe de GI, regiones como los Balcanes han experimentado en las últimas semanas “una reducción en los homicidios y los robos”. “Activistas de la sociedad civil esperan menos asesinatos mafiosos en los próximos meses en países como Serbia y Montenegro”, destaca el estudio.
Los cierres de países son asimismo un problema para los traficantes de personas, que tienen más difícil que nunca cruzar fronteras en Europa y sufren ya las consecuencias de las medidas contra el virus en países de tránsito como Libia o Níger.
Según GI, el miedo al virus hace que gran parte de los potenciales migrantes y refugiados renuncie a viajar, y al mismo tiempo despierta la hostilidad contra los traficantes que siguen activos en comunidades que normalmente cooperaban con este negocio.
Informaciones procedentes de Libia, por ejemplo, hablan de ataques a traficantes de personas egipcios ante el temor de infecciones. Estas dificultades han llevado a los traficantes de seres humanos, los ‘coyotes’, a subir los precios de sus servicios. «Los han aumentado ya de manera sustancial en América Central y en la frontera de México con Estados Unidos”, apunta Dalby.
“Pensamos que, de momento, va a haber mucha menos migración ilegal. Primero, porque los precios han subido y, segundo, porque la gente tiene miedo al coronavirus”.
ADJUDICACIONES SIN CONTROL
El miedo y la emergencia sanitaria también han traído consigo nuevas formas de negocio al margen de la ley.
“La escasez y la demanda urgente e inesperada de material, como el sanitario, abren muchas oportunidades”, advierte Aubrey Belford, investigador del Proyecto para la Información sobre la Corrupción y la Criminalidad Organizada (OCCRP).
“Todo el mundo está intentando comprar y tener acceso a guantes, máscaras, tests, curas milagrosas”, dice Belford, que vive en Kiev y encuentra casi a diario páginas de internet ucranianas que venden desinfectantes y otros productos a precios desorbitantes.
“Algunas de ellas reciben pedidos y después no entregan los productos”, cuenta. “El pánico lleva a la gente a apretar sin pensar el botón de ‘comprar’”.
El estado de excepción con que muchos gobiernos han respondido a la pandemia ofrece también “oportunidades enormes” para la corrupción. “Grandes cantidades de dinero están siendo adjudicadas con gran rapidez y muy poca vigilancia”, declara Belford, que teme que este “secretismo” permita “grandes abusos” por parte de políticos y empresas privadas.
Según reveló recientemente la publicación ucraniana Bihus.info, el Departamento de Salud Pública de Kiev ordenó a varios hospitales preparar habitaciones separadas, más amplias y con cristales oscuros, ante posibles contagios de altos dignatarios.
A estos pacientes VIP debía garantizárseles también el suministro de medicamentos y que fueran tratados por médicos con al menos cinco años de experiencia.
CONFINAMIENTO SUBCONTRATADO
La Covid-19 golpeó primero a China y su impacto afecta ahora de lleno a Europa y Estados Unidos.“Si se extiende en igual medida a lugares como Sudáfrica o Latinoamérica va a traer trastornos aún mayores”, observa Mark Shaw, de GI. “En esos lugares, las bandas criminales tienen una presencia mucho más fuerte en el territorio, y podrían aprovechar la pandemia para ganar protagonismo haciendo cumplir toques de queda, cuarentenas, etc.”.
Algo de eso está ocurriendo ya en Latinoamérica, explican fuentes de Insight Crime que investigan estos fenómenos.En Colombia, líderes guerrilleros disidentes de las FARC han montado puntos de control para hacer cumplir la curentena y amenazan con represalias a quienes no la respeten en las zonas de los departamentos de Cauca y Nariño (suroeste).
Mientras, el grupo criminal Comando Rojo -creado por delincuentes encarcelados y que controla el tráfico de cocaína y la vida pública en muchas favelas de Río de Janeiro- está imponiendo cuarentenas en barrios marginales de los alrededores de la ciudad carioca. Esta situación se repite con otras bandas delictivas implantadas en otros suburbios.
“En cierto modo, estos grupos se sienten responsables de proteger a las comunidades en las que viven”, apunta un investigador de Insight Crime.
En el caso de Venezuela son los colectivos (paramilitares urbanos) creados por el chavismo para defender la revolución los que, en barrios marginales de Caracas, lideran la aplicación de los toques de queda ordenados por el Gobierno.“Hay imágenes que muestran a miembros de colectivos declarando el toque de queda junto a militares y fuerzas especiales del Gobierno, que parece haber subcontratado esta labor a estos grupos”, dice esta fuente. “Los colectivos están más enraizados en las comunidades y existe un elemento de miedo que les da poder sobre la gente”.
Como el resto de personas y organizaciones, los delincuentes y las mafias buscan adaptarse lo más rápido posible a las nuevas circunstancias, y en muchos aspectos demuestran más inventiva que quienes operan dentro de la ley.