La estafa millonaria que involucró a famosos del mundo

El Coachella es el festival de música más importante del mundo no solo por sus actuaciones musicales sino por todo lo que le rodea: famosos de todo tipo y pelaje, CEO’s millonarios, deportistas…

Los paseos entre escenario y escenario se convierten en verdaderos desfiles de moda y las revistas especializadas en música, en lugar de hablar de los conciertos, lo hacen de las nuevas parejas que se forman al ritmo del rapero del momento. Un evento que mueve cientos de millones y que, claro, genera envidias.

Uno de esos promotores cansados de ver cómo el Coachella se llevaba todos los focos decidió hacer la guerra por su cuenta. Era 2017 y diseñó el Fyre Festival, un festival en una isla de las Bahamas con todos los lujos inimaginables y con la promesa de que el público conviviría con los famosos.

¿Y la música? Eso era lo de menos para las miles de personas que agotaron las entradas con unos precios que iban desde los 900 hasta los 45.000 euros (con reventas de hasta 100.000 euros). La música importaba tan poco que Blink-182 eran los cabezas de cartel.

Lo que importaba era hacerse «selfis» con «instagramers» mientras veían actuar a alguien sobre los múltiples escenarios del Fyre Festival. Así, el promotor convenció a Emily Ratajkowski, Kendall Jenner, Bella Hadid, Hailey Baldwin, Alessandra Ambrosio, Elsa Hosk o Lais Ribeiro, entre otras supermodelos y actrices, para promocionar el evento. La primera llegó a cobrar 300.000 dólares por un anuncio y varios «post», y Jenner 250.000 por una foto en Instagram animando a la gente a ir y ofreciendo un código de descuento para las entradas.

Trágico desenlace

El vídeo promocional del Fyre Festival era una maravilla de esas que ponen los dientes largos y te hacen plantear rehipotecar la casa para comprar una entrada. Fiestas en yates, supermodelos, comida de lujo, aguas cristalinas, sol, noches interminables sin parar de bailar… Y algún concierto de vez en cuando.

Pero cuando el público llegó a la isla lo que se encontró fueron tiendas de campaña dignas de un festival del levante español, menos césped que en el desierto de Sonora y tuppers de comida de las que hacen vomitar a Chicote en «prime time».

Las quejas empezaron a circular por Redes cuando los primeros asistentes llegaron a lo que parecía la zona cero de un huracán. Por supuesto, no había ni rastro de famoso alguno y los yates eran barcas de los pescadores de la zona asombrados al ver aparecer por allí a neoyorquinos y californianos pijos. Ni la música, si es que eso le llegó a preocupar a alguien, funcionó: Blink-182 canceló a última hora porque con los medios que les pusieron no podían realizar «el gran show que les gusta ofrecer a sus fans» (literal).

El fraude era más que evidente. Y el culpable, el empresario Billy McFarland, no tenía sitio en la isla Gran Exuma de Bahamas para esconderse. El FBI tuvo que tomar cartas en el asunto e investigar. El pícaro empresario dio con sus huesos en prisión por fraude y las agencias de modelos que representan a Emily Ratajkowski, Kendall Jenner… tuvieron que ir a declarar por si habían sido cómplices de este monumental embrollo.

Ahora Netflix ha llevado esta rocambolesca historia a su plataforma con el documental «Fyre», imprescindible para pasar un buen rato viendo cómo estafaron a unos cuantos pardillos que pensaban convertirse en la envidia de sus seguidores posteando fotos con «famosos» de Instagram. Un documental que firma Chris Smith, responsable de la obra maestra «Jim y Andy». Solo el trálier de «Fyre» es una delicia.

Las víctimas reales

Además de los pobres diablos que pagaron hasta 100.000 dólares por ir a un sucedáneo del Coachella, el Fyre Festival dejó víctimas que no querían hacer otra cosa que ganarse la vida trabajando.

Una de ellas es Maryann Rolle, propietaria de un restaurante de la isla Exuma que tuvo que invertir 50.000 dólares para adecuar su negocio a la ola de turistas que iba a llegar. Lo hizo tras firmar un acuerdo de colaboración con el promotor del que al final no vio ni un céntimo. Además, la restauradora, viendo lo que estaba pasando cuando llegaron los festivaleros, repartió comida gratis entre los trabajadores bahameños que hacían lo que podían para ayudar a dar cobijo a la gente.

«No quiero volver a hablar en mi vida del Fyre Festival», dice la trabajadora en el documental. Ella no pudo escapar de la deuda, como sí hizo el promotor, y tuvo que hacer frente como pudo a los acreedores. La historia de Maryann, y su drama, ha conmovido a miles de espectadores de «Fyre», que iniciaron hace días un crowdfunding para ayudarle a recuperar lo que perdió.

ALD/ABC

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp

Actualidad

Inscribete en nuestros cursos Online