Las guerras entre mafias y guerrillas acaban con la frontera colombiana

Las altas tasas de informalidad y pobreza, la cercanía con la frontera venezolana, la poca cooperación binacional, los cultivos ilícitos en El Catatumbo y las guerras por el territorio de las mafias y bandas ilegales y guerrillas son el caldo de cultivo de la violencia que afecta a Cúcuta, según los expertos consultados.

Antilavadodedinero / Vanguardia

En los últimos meses, la capital de Norte de Santander, Cúcuta, ha sido epicentro de dos fuertes explosiones contra estamentos militares.

La primera de ellas se registró el pasado 16 de junio, cuando un carro bomba explotó dentro de las instalaciones de la Brigada 30 del Ejército Nacional, dejando varias personas heridas, además de múltiples daños materiales.

Dos meses después, es decir, el pasado 30 de agosto, un artefacto explotó en el Distrito de Policía Juan Atalaya, que está a un costado de la Autopista de Atalaya, en el sentido Cúcuta-El Zulia, más exactamente en el barrio Comuneros.

Es de anotar que días después del estallido del carro bomba, el pasado 25 de junio, se registró otro episodio de alteración del orden público también en Norte de Santander y fue el ataque a tiros que sufrió el helicóptero en donde se desplazaba el presidente de Colombia, Iván Duque Márquez.

Sin embargo, estos no son los únicos hechos que se han registrado, ya que la violencia ha sido una constante en este departamento, que limita en la frontera con Venezuela y en donde está la zona de El Catatumbo, donde confluyen varios grupos armados ilegales que se disputan las rutas y el negocio de los cultivos de coca en el país.

¿La razón? De acuerdo con expertos consultados por Vanguardia, se podría decir que existe una confluencia de violencias que provienen no solo de la frontera con Venezuela, sino también porque históricamente ha habido presencia de paramilitares; la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional, Eln; el Ejército Popular de Liberación, Epl; y las disidencias de las Farc, entre otros grupos ilegales dedicados al negocio del narcotráfico.

La zona de El Catatumbo siempre ha sido afectada por la violencia, pero ¿cómo explicar los recientes acontecimientos en Cúcuta?

Sobre este particular Wilfredo Cañizares, director ejecutivo de la ONG Fundación Progresar, dice que la explicación al desbordamiento de la violencia en Cúcuta y el área metropolitana tiene que ver con lo que hemos llamado una “reconfiguración criminal” que se ha presentado en la ciudad, que tiene de fondo una altísima producción de coca en la región de El Catatumbo.

A esto hay que sumarle que la presencia gaitanista paramilitar genera una guerra con el Eln que hace presencia en el área metropolitana por más de dos décadas con la idea de desarrollar acciones violentas.

Esto, sumado a otras estructuras que trabajan con ellos, desata esta confrontación en la ciudad, a lo que hay que agregar ahora la presencia de las disidencias de las Farc, que han venido, sobre todo en el último año, en un proceso de crecimiento y de expansión y recuperación del territorios dejados por la antigua Farc, es un coctel ideal para esta violencia que se está viviendo.

En esto concuerda Luis Fernando Ramírez, profesor de la Universidad Sergio Arboleda, al indicar que en Cúcuta confluyen una serie de factores que la hacen de difícil gobernabilidad y muy porosa al tema del orden público.

Por un lado, explica Ramírez, es una de las ciudades que tiene la mayor informalidad desde el punto de vista ocupacional, más del 70% de la economía es informal, lo cual hace que las condiciones sean precarias en materia de ingresos y de estabilidad económica; y, por otro lado, está la migración permanente desde el lado venezolano.

Obviamente es un tema que presiona la economía y a eso que es un tema urbano hay que agregar el tema rural. Es decir, lo que se refiere a los cultivos ilícitos, que en áreas cercanas a Cúcuta tiene una influencia muy fuerte y que se está asociando con los grupos residuales de las Farc

En otras palabras, lo que ha hecho esta situación es mezclar distintos elementos sociales y políticos que paulatinamente están ganando espacios en la ciudad.

Vacíos de autoridad

La zona de El Catatumbo ha experimentado picos de violencia en determinadas coyunturas. Por ejemplo, las primeras fases del Plan Colombia donde se implementó una ofensiva militar en la zona, las desmovilizaciones de las Farc que dejaron vacíos de autoridad y que fueron llenados por otros grupos, el auge del narcotráfico y otras actividades ilegales y ahora una nueva ofensiva del Eln y la disputa por el tema del narcotráfico.

Ese es el panorama que rodea la violencia en los últimos meses, según explica Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario.

De igual manera, Jaramillo cree que los hechos recientes en Cúcuta dan cuenta concretamente de una zona que empieza a sentir los efectos del cierre de la frontera en la medida que Colombia ha perdido todo vínculo con el gobierno de Nicolás Maduro y existen muy pocas posibilidades de cooperación en materia binacional. Eso ha terminado por afectar al país.

Agrega que lo que era en un momento de la historia en los 90’s una frontera vigilada en la que existía cooperación con diferencias y dificultades, ha pasado a ser una frontera completamente caótica con una migración desordenada donde desafortunadamente no solamente hay inseguridad, sino también violación de los derechos humanos de los migrantes y eso implica reclutamiento forzado, trata de personas, prostitución infantil, etc. Entonces, eso si se quiere, es un caldo de cultivo para la inseguridad.

Afectación a estamentos militares

El actuar de las guerrillas y grupos armados siempre ha sido el ataque a estaciones de policía en los diferentes municipios del país. Y para el caso reciente en Cúcuta, las explosiones fueron una en el Ejército y la otra en una estación de Policía, hechos que para los expertos son una forma de demostrar que siguen ganando espacios.

Según Luis Fernando Ramírez, profesor de la Universidad Sergio Arboleda, usualmente los hechos violentos se registraban en la zona de El Catatumbo, que es un poco más alejada, pero estos grupos están intentando recuperar espacios urbanos y la manifestación de eso son los recientes atentados con el fin de tratar de intimidar a las autoridades. Se puede considerar que es una situación geopolítica que están intentando consolidar en esa región como punto de salida de exportaciones ilícitas.

Para Mauricio Jaramillo, profesor de la Universidad del Rosario, la afectación a las instalaciones militares da cuenta de “un mensaje claro para el Estado de la intimidación y de la debilidad del discurso del Gobierno de confundir presencia militar con control, entonces es un mensaje fuerte de las bandas criminales para decir que allí están, que tienen el control y que no están amedrentadas por la presencia militar”.

Sobre el particular, Wilfredo Cañizares, director ejecutivo de la ONG Fundación Progresar, considera que en el último año los actos violentos se han concentrado en los centros urbanos de Cúcuta, Tibu y Ocaña, ya no es solo la zona de El Catatumbo la generadora de hechos de violencia, y lo que se ha notado es la urbanización del conflicto generada por la presencia de Eln, disidencias de las Farc y distintas organizaciones criminales que operan en el Departamento.

Reitera Cañizares que el Estado no ha hecho lo suficiente para encontrar una solución definitiva a los problemas de violencia.

Aquí lo que se demuestra es la incapacidad y el fracaso de las estrategias de la alcaldía de Cúcuta, de la Gobernación de Norte de Santander y del Gobierno Nacional para frenar esta oleada de violencia, el tema del narcotráfico y los 380 mil kilos de coca que producen las 35 mil hectáreas de cultivos sembradas en El Catatumbo.

El director de la ONG asegura que “no se puede seguir insistiendo con echarle la culpa a Venezuela de los problemas propios y lo que se demuestra son formulas fracasadas para controlar el narcotráfico, el accionar violento de las guerrillas, para controlar el paramilitarismo, la criminalidad y la corrupción en la región”.

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