El descubrimiento en Brasil de la mayor red de corrupción en América Latina, a través de la Operación Lava Jato, provocó un terremoto político en 2014, cuando se conocieron las empresas brasileñas involucradas en lavado de dinero, sobornos y financiamiento ilícito de campañas electorales en casi todo el continente.
Antilavadodedinero / Laprensa
La más famosa de estas empresas: Odebrecht, que repartió coimas y pagos ilegales desde el Río Bravo hasta Tierra de Fuego, y causó otro sismo al confesar sus crímenes ante la justicia de Estados Unidos, Brasil y Suiza en 2016.
Seis años después de eso, hay pocas condenas entre la mayoría de los políticos y funcionarios acusados de cobrar los sobornos, cientos de miles de millones en daños que los países no han logrado recuperar y mucho que no se sabe: la empresa no lo contó todo, aunque se comprometió a hacerlo a cambio de esquivar penas.
Periodistas y medios de nueve países, entre los cuales se encuentra La Prensa, se unieron para examinar lo sucedido tras el escándalo y escrutar cómo enfrentó cada país el caso más emblemático de corrupción en el continente. Los hallazgos, que se publican desde hoy en el sitio web de La Prensa, son rotundos: en todos los casos, las confesiones de Odebrecht resultaron en verdades a medias, pues el monto de los pagos ilegales a las campañas políticas y de los sobornos a cambio de contratos fue mucho mayor al admitido inicialmente por la constructora.
Viaje al centro de Lava Jato es un especial de la Red de Investigaciones Periodísticas Estructuradas, con nueve entregas correspondientes a cada uno de los nueve países que participaron en la iniciativa, publicadas desde hoy en simultáneo por La Nación (Argentina), Metrópoles (Brasil), el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (Colombia), El Universo (Ecuador), Quinto Elemento Lab (México), IDL Reporteros (Perú), Sudestada (Uruguay), Armando.info (Venezuela) y La Prensa.
En cada una de ellas, los autores desmenuzan la operación que comenzó con la investigación de un negocio de lavado de autos en Brasil y que terminó encontrando, probablemente, el mayor lavadero de dinero extraído de las arcas estatales de los países esquilmados por la empresas de Lava Jato, la mayoría de América Latina.
¿Qué pasó en otros países?
Entre 2003 y 2015, año más, año menos, Odebrecht desembarcó en toda la región y se mostraba dispuesta a todo. Sistemas de riego, rutas, monumentos a vírgenes o imitaciones del Cristo de Corcovado, estadios, acueductos, etcétera. Y no sólo eso. También fiestas –incluso privadas, con o sin prostitutas– cócteles y cenas en restaurantes de lujo para políticos e intermediarios, dinero y organización para eventos de arte, fondos para premios de periodismo o de medio ambiente.
Esa era la constante en Perú, Ecuador o Panamá, con un problema que no necesitaba mayores conocimientos para detectarse. Odebrecht ganaba, sola o en consorcio, casi todos los concursos en los que participaba. Las investigaciones periodísticas, los juicios en Brasil, Suiza y Estados Unidos confirmaron cómo lo conseguía: pagando las coimas más grandes de las que Latinoamérica tenga recuerdo. Al menos $554 millones.
Una década después de las primeras denuncias, solo se dictaron 68 sentencias contra las personas que participaron en el esquema de pagos ilegales fuera de Brasil. La revisión en las cuentas arroja que el país con más condenas es Perú, pero hay países donde ni una sola persona ha sido castigada.
En Venezuela, por ejemplo, no hubo juicios ni condenados, ni siquiera obras finalizadas. Viaje al centro de Lava Jato revela una nueva pieza: hay transferencias irregulares que involucran al entorno del jefe de la inteligencia chavista, Gustavo González López.
El gráfico anterior no contempla datos de Uruguay, puesto que Odebrecht no realizó ahí obras que le permitieran sobornar funcionarios públicos, empresarios o dirigentes políticos, pero sí fue una pieza fundamental en el andamiaje que montó la constructora brasileña para ocultar el dinero ilícito. El efecto Lava Jato y Odebrecht también se expandió a otros países como Chile, República Dominicana, Guatemala y Paraguay, aunque esta investigación solo se concentró en nueve naciones.
‘Panabrecht’: la conquista del país del Canal
En Panamá, donde hoy está previsto que inicie el juicio, los únicos condenados de alto perfil hasta ahora fueron juzgados fuera del país: Ricardo Alberto y Luis Enrique Martinelli. En el rincón donde la empresa cosechó 25 contratos por $10 mil millones -con sobrecostos de más de $2 mil millones- y donde pagó sobornos por más de $130,000,000, aún no hay sentenciados de alto perfil, pero sí arreglos de pena con algunos testaferros y funcionarios de la empresa.
La evidencia contra expresidentes, exministros y sus colaboradores es monumental, incluyendo los testimonios en Estados Unidos de los dos únicos condenados por su vinculación al caso Odebrecht en ese país, que señalaron directamente a su padre como artífice de sus delitos.
Odebrecht hundió las garras en toda la región, pero en Panamá encontró una codicia ávida y entrenada, más que suficiente para plantar bandera. Consiguió lo que nadie, desde la instauración de la democracia –en 1989– logró: unir a tres presidentes de tres partidos distintos en la voluntad de otorgar a una empresa extranjera la exclusividad en la construcción de megaproyectos millonarios que tuvieron, a su vez, sobrecostos igualmente multimillonarios.
Durante diez años, el país conocido por el Canal fue una sucursal del carnaval carioca, no solo canalizando localmente coimas a funcionarios, sino como vía bancaria para blanquear cientos de millones de dólares destinados a cientos de políticos brasileños y del resto de América Latina: Panabrecht.