Mafias extranjeras se infiltran en la policía femenina de Suecia

En Suecia el crecimiento de la población extraeuropea sin ningún tipo de control no sólo está causando la multiplicación de la delincuencia a un punto nunca visto en el país, sino, además, el colapso del Estado.

El nuevo Gobierno de centro-derecha, respaldado por el Partido Moderado, el Liberal, el del Centro y los Demócratas Suecos se comprometió hace año y medio a combatir la delincuencia, oponerse a la inmigración y promover la energía nuclear. Este programa provocó las protestas airadas de la izquierda escandinava, de Amnistía Internacional y hasta de miembros del Partido Popular Europeo.

Los hechos confirman la importancia de la amenaza para los suecos. Desde 2015, existen unas 60 no-gone zones en el país, barrios controlados por las mafias donde la ley no se aplica. En 2023, se registraron en Suecia 121 muertos a tiros. Y en un reciente informe, difundido en febrero, la Policía calculó que en Suecia, con menos de 10,5 millones de habitantes, hay cerca de 62.000 personas relacionadas con el crimen organizado. Por ello, se ha desplegado el Ejército en algunos lugares.

Ahora acaba de conocerse otro dato que revela la penetración de la delincuencia en el Estado. Según publicó el último fin de semana de abril el periódico Dagens Nyheterdiversas mafias han conseguido infiltrarse en la Policía, mediante dos métodos: agentes del mismo origen étnico a los que presionan mediante la identidad de clan o religiosa y, como en los tiempos del espionaje de la Guerra Fría, mediante la seducción de mujeres policía.

Después de la publicación de este reportaje, en torno a treinta agentes de policía han sido suspendidos en sus puestos u obligados a dimitir. Y lo peor es que algunos de estos funcionarios estaban señalados desde 2018 como posible riesgo.

Los redactores del periódico descubrieron 514 denuncias de policías que filtraron información clasificada a los delincuentes, como investigaciones en curso, redadas planeadas o miembros de bandas rivales. En este último caso, al menos cuatro personas fueron asesinadas en las luchas entre las mafias. Aparte de los documentos, los investigadores del Dagens Nyheter mantuvieron  conversaciones con unas cincuenta fuentes, tanto policiales como criminales, para confirmar los datos.

Uno de los ejemplos que expone el periódico es Elin (nombre ficitico), que conoció a su amante mafioso a través de una aplicación de citas cuando ella estaba en la academia de Policía. A lo largo de cuatro años, Elin proporcionó a su Romeo información clasificada obtenida mediante búsquedas ilegales. Otra uniformada se enamoró del delincuente al que debía investigar y le comunicaba sus descubrimientos para que se protegiera.

La jefa de la Policía sueca, Petra Lundth, declaró «hemos sido ingenuos» ante la letalidad de esas bandas, formadas casi todas por extranjeros, y sus métodos. Sus palabras de impotencia han provocado más indignación en muchos suecos. Cuando la violencia crecía, los políticos, los oenegeros y los expertos no sólo la negaban, sino que acusaban a quienes mostraban su preocupación de xenófobos y racistas.

La comunidad africana más numerosa en Suecia es la somalí, con más de 70.000 personas registradas, a la que le siguen la eritrea, que supera los 50.000, la etíope, la marroquí y la egipcia. También es la somalí la primera comunidad de origen de estos delincuentes extremadamente violentos.

Hay culpables de la destrucción del llamado paraíso sueco. Y no son únicamente los pistoleros nacidos en Somalia, sino muchos europeos orgullosos de su bondadoso corazón y de su enorme hospitalidad.

gaceta

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