Las brutales organizaciones de tráfico de drogas, al igual que las empresas legítimas, batallaron con las restricciones de los gobiernos que imponían cierres fronterizos y limitaciones de viaje.
AntilavadoDeDinero / nytimes.com
Como sucedió con muchas empresas, el Cártel de Sinaloa fue impactado cuando el coronavirus se propagó y el mundo se detuvo casi por completo.
Las medidas de los gobiernos para contener el virus habían entorpecido sus operaciones, interrumpieron el suministro de productos químicos para la fabricación de drogas sintéticas —como el fentanilo y la metanfetamina— y canceló las rutas de tráfico a través de las fronteras internacionales.
Pero el cártel no es cualquier empresa. Se consolidó como uno de los grupos de narcotráfico más poderosos del mundo con una mezcla de perspicacia comercial, ingenio y acciones fuera de la ley.
Y, de ese modo, mientras muchos negocios legítimos siguen desconcertados por la pandemia, el cártel se ha adaptado con rapidez, al igual que otras organizaciones que dominan el tráfico de narcóticos en América Latina, en donde se produce casi toda la cocaína del mundo y la mayor parte de la heroína que se consume en Estados Unidos.
Las organizaciones de narcotráfico han recortado nóminas e ideado soluciones para traficar sustancias y llevarlas a sus consumidores, según entrevistas con fuentes cercanas al Cártel de Sinaloa, funcionarios de la fuerza pública en Estados Unidos y América Latina y analistas de seguridad.
Durante este año, algunos traficantes han confiado cada vez más en herramientas nuevas como drones y criptomonedas y optaron por usos creativos de estrategias del pasado, como túneles subterráneos y rutas marítimas.
Los funcionarios estadounidenses también han notado un aumento en el reclutamiento de estadounidenses de bajos recursos o adictos a las drogas para contrabandear narcóticos en sus cavidades corporales.
Los cambios, dijeron las fuentes, han permitido que el Cártel de Sinaloa y los otros grandes grupos del narcotráfico de la región se recuperen con rapidez, incluso mientras la pandemia sigue devastando las economías.
La agilidad de los grupos de traficantes ha obligado a las autoridades de toda la región a ajustar sus tácticas para responder a las nuevas circunstancias, incluso cuando algunos organismos de orden público de América Latina y otros lugares se han visto desbordados por las tareas relacionadas con la pandemia que han absorbido recursos que, de otro modo, se habrían dedicado a la lucha contra el tráfico de drogas.
Las autoridades dijeron que incluso antes de la pandemia, el juego del gato y el ratón entre los traficantes de drogas y los agentes de la ley era todo menos estático.
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