Los días pasaban y Óscar García Guzmán no solo seguía fugado, también se mofaba de los crímenes que decía haber cometido.
Por BBC/AL
El hombre de 28 años era buscado por la policía del estado de México, la demarcación de 16 millones de habitantes en el centro del país golpeada por constantes casos de feminicidios.
Mientras la Fiscalía General de Justicia (FGJ) ofrecía casi US$16.000 por información que facilitara su captura, García Guzmán se mantenía activo en sus redes sociales y se mostraba desafiante.
«Para atrapar a un asesino en serie debes pensar como uno», escribió en una publicación en Facebook, donde añadió las fichas de búsqueda de tres jóvenes que habían desaparecido.
Hablaba de Jessica Guadalupe Jaramillo Orihuela, 23 años; Adriana González Hernández, de 27; y Martha Patricia Nava Sotelo, de 25, tres jóvenes desaparecidas en los últimos dos años.
Sus publicaciones lograron atraer la atención de la prensa local y nacional, que alertaba por la presencia de un posible feminicida que fue llamado el «monstruo de Toluca», al vivir en esa ciudad, capital del estado de México.
Lo que por entonces casi nadie sabía era que había una persona que estuvo en contacto con García Guzmán durante más de dos semanas, hasta el día de su detención.
Frida Guerrera, como se hace llamar la activista mexicana Verónica Villalvazo, sostuvo un chat privado con el presunto asesino fugado en el que no solo logró sus confesiones: también entendió quién era realmente el supuesto «monstruo».
«Es un sujeto lleno de mucha ira, y sobre todo ávido de mucha atención», cuenta Guerrera, quien desde 2016 realiza activismo sobre justicia de mujeres desaparecidas.
«Me detalló la tortura a la que sometió a Mónica en 2012. Dijo que a Adriana la asesinó en febrero de 2018. A Martha Patricia en febrero de 2019», recuerda.